El diabólico 'Rayo de la muerte': una historia de ciencia ficción muy real
La 'peligrosa' arma del científico Harry Grindell Matthews
![1924. El inventor del "Rayo diabólico". El famoso ingeniero Grindell Matthews, con su ayudante, en el laboratorio](https://s2.abcstatics.com/media/archivo/2021/03/15/31242544-kuYD--620x349@abc.jpg)
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La historia de la fotografía que traemos hoy aquí, y que ya publicamos en las páginas de ABC del día 18 de julio de 1924, bien podía haber salido de algún relato de ciencia ficción. Harry Grindell Matthews, un inventor británico, saltó a la actualidad de los años 20 al afirmar que había sido capaz de crear un rayo de la muerte.
![](https://s2.abcstatics.com/media/archivo/2021/03/15/abc-madrid-19240715-23-kuYD-U402114166558W0H-220x300@abc.jpg)
Antonio Luis, corresponsal de ABC en Londres, contó en junio de 1924 cómo hacía cosa de unas semanas se había empezado a hablar en el Reino Unido con el mayor misterio de ese rayo «nuevo y terrible» que acababa de ser descubierto. Nada se sabía en concreto sobre la potencia y efectos del temible rayo, pero no contribuyó a disminuir el interés público la certidumbre de que era tan invisible como el aire y tan dócil como un corderillo; que atravesaba los objetos con la misma facilidad que las distancias; que podía detener a voluntad la marcha de automóviles y aeroplanos; que era capaz de incendiar las materias inflamables y de provocar la explosión de polvorines y fábricas de municiones; y que, por último, tan fulmirantes eran sus estragos que, dirigidos contra las personas, podrían dar fin a la vida misma».
Con tales antecedentes, no sorprende a nadie que el arma adquiriera una popularidad inmediata y pronto fuera bautizado con el espeluznante título de 'Rayo de la Muerte'. «Era la encarnación completa del potente rayo a que se alude en España cuando un amigo le dice a otro: "¡Mal rayo te parta!"», resumía Antonio Luis.
Al parecer, el dispositivo era capaz de parar los magnetos de los motores. Pero la cosa no se quedaba ahí, pues también –siempre según declaraciones del científico-, era capaz de derribar aviones, parar barcos o explotar pólvora desde kilómetros de distancia.
El inventor no tardó en afirmar que varias embajadas extranjeras estaban empeñadas en apoderarse de su rayo y que el trato con Francia estaba a punto de cerrarse. Entre los ingleses cundió la consternación, pues creían que la ignorancia o la inacción de sus autoridades iba a permitir la fuga del invento, que pasaría a manos enemigas. Grindell Matthews alimentó la idea asegurando que si el Gobierno británico se obstinaba en su indiferencia, vendería el rayo al mejor postor.
Ensayos poco convincentes
El clamor público surtió efecto y los ministerios del Aire y de la Guerra y el Almirantazgo ordenaron una concienzuda investigación del asunto. «Reuniéronse al efecto sus experimentados técnicos en el laboratorio del inventor y presenciaron unos ensayos que, según Grindell-Matthews, confirmaron cuanto se había dicho sobre las propiedades del rayo; pero que, según los técnicos oficiales, consistieron únicamente en la repetición de fenómenos físicos ya conocidos y, por cierto, de muy limitada aplicación práctica», explicó el corresponsal de ABC.
El inventor protestó, pero tuvieron más fuerza las aclaraciones del Gobierno. «Lo primero que se puso en claro -contaba Antonio Luis- fue que los elementos oficiales trataban de investigar las propiedades del invento desde el pasado mes de febrero, sin conseguirlo, por no lograr que Grindell-Matthews fijara una fecha para el ensayo definitivo». Mientras, el inventor hacía demostraciones de su rayo de la muerte a una serie de periodistas elegidos por él, en un entorno más propio de los magos de finales del S. XIX y principios del S. XX, que de algo relacionado con la ciencia.
Cuando finalmente tuvo lugar el ensayo definitivo ante los técnicos, consistió en apagar y encender una lamparita 'Osglim', deteniendo de este modo el funcionamiento de un pequeño motor de motocicleta, situado a una distancia de quince yardas. «Afirma el ministerio del Aire que cuanto hizo Grindell-Matthews en dicha ocasión puede ser reproducido por el personal a sus órdenes sin la menor dificultad», recogía este periódico. Le ofrecieron al inventor mil libras esterlinas si repetía el ensayo con un motor suministrado por el ministerio y éste se negó, por lo que finalizaron las conversaciones. En vista de esto, Grindell-Matthews se marchó a Francia, donde sus experimentos resultaron tan escasamente convincentes como en Inglaterra.
«Debemos felicitarnos de que el rayo no haya conseguido matar hasta ahora más que su propia reputación», se alegraba Antonio Luis. Su éxito, añadía, «hubiera sido lamentable. Sus efectos, por mucho que se templaran y dominaran, iban a resultar sencillamente odiosos. Aunque el 'Rayo de la Muerte' quedara convertido en 'Rayo de las Cosquillas', no dejaría de ser molesto que nuestros amigos pudieran entretenerse con experimentos consistentes en quitarnos el sueño a media noche, o en producir pequeñas conflagraciones domésticas o cosquilleos al estilo de los que se sienten cuando se le duermo a uno la pierna».
Al parecer, en un viaje a Estados Unidos en 1925, Grindell-Matthews vendió el arma. Nunca confesó por cuánto dinero.
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ABC ofreció a sus lectores un esquema y una explicación gráfica posible de los rayos diabólicos, que no lo eran tanto.