El crudo análisis de Delibes sobre la prensa de la posguerra: «Te obligaban a escribir lo que no sentías»
El escritor y académico, vinculado durante décadas a «El Norte de Castilla», expuso en ABC las consignas que recibían los periódicos en los años 40
![Miguel Delibes](https://s3.abcstatics.com/media/archivo/2020/10/15/8177836-U30341618865521E--620x349@abc.jpg)
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«Antes te obligaban a escribir lo que no sentías, ahora se conforman con prohibirte que escribas lo que sientes; algo hemos ganado». Así respondía Miguel Delibes cuando le pedían su opinión sobre la Ley Fraga de 1966. Desde su posición de caricaturista, primero, y a partir de 1944 como redactor, tras las fulminaciones destituciones de cuatro compañeros el escritor había asistido en «El Norte de Castilla» a esa «transformación taumatúrgica» en la que al periodista de los años 40 «se le brindaba la magnánima alternativa de obedecer o ser sancionado».
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Lo recordó en su agudo análisis sobre «La Prensa española en los años 40» que publicó a lo largo de cuatro Terceras de ABC en 1979. Después de revisar centenares de papeles en el archivo de su periódico, había observado que «el montaje censor de aquella primera etapa de la posguerra civil fue tan meticuloso que cuesta trabajo imaginar un aparato inquisitorial más intimidador y maquiavélico».
«De la Delegación Nacional de Prensa llegaban a diario consignas referentes no sólo a lo que era ineludible publicar, sino también a la forma en que debería hacerse y a lo que de ninguna manera debería ser publicado. De este modo, la Prensa española de los años cuarenta fue convirtiéndose en el más eficaz instrumento propagandístico del nuevo Estado, de una uniformidad monótona y aburrida, sometida a un control rígido y minucioso», escribió el académico en su debut en esta prestigiosa página de ABC.
«Pero algo como una mala conciencia debía de existir en los altos rectores de la Prensa nacional», apuntaba Delibes, cuando con ocasión de la convocatoria de unas oposiciones «encarecía de los diarios la redacción de una nota triunfista en cuyos términos "no se hiciese evidente que se trataba de una consigna"».
«La tarea del periodista se hacía así más difícil aún: había que escribir al dictado parodiando la apariencia de que aquello era espontáneo, de que lo escrito le salía al periodista del corazón», resumía.
Al espigar entre las consignas de los cuarenta, Delibes había podido comprobar que «ningún asunto de la vida nacional le era ajeno a la Delegación Nacional de Prensa». Se creía con el deber de intervenir tanto en el aspecto político, como en el económico, el cultural o el deportivo, para «fijar su criterio e imponerlo sin contemplaciones». Especialmente en los temas políticos, donde las consignas sobre la figura o las palabras de Franco eran las más frecuentes.
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En el primer escrito de su serie publicado el 11 de marzo de 1979, Delibes reprodujo una consigna que no sólo ordenaba publicar «en los próximos quince días nueve artículos firmados por sus mejores colaboradores, en la primera plana, comentando el discurso pronunciado por Su Excelencia el Jefe del Estado el día 1 de octubre» con «referencias e ilustraciones al tema eligiendo las frases fundamentales», sino que además debían realizarse «sin agobiar el artículo con numerosas o largas transcripciones del propio discurso». «Que el comentario tenga aire original y que no se limite a subrayar frases con tono de compromiso periodístico», añadía antes de explicitar las frases de Franco sobre las que debían escribirse los nueve artículos.
Delibes, que como director de «El Norte de Castilla» desde 1958 hasta 1966 mantuvo una tensa relación con la Dirección Nacional de Prensa, recordó en un segundo artículo las consignas que obligaron a los periodistas a exponer de modo triunfalista la situación económica del país, aun cuando tenía poco de envidiable en aquellos años de penuria.
![Cartilla de racionamiento](https://s2.abcstatics.com/media/archivo/2020/10/15/7729886-k0kD--510x349@abc.jpg)
«Este periódico -decía la Delegación Nacional de Prensa el 29 de octubre de 1943- desarrollará una campaña sobre precios y abastecimientos desde el día 30 hasta el 8 de noviembre (...) Tendrá como fin esta campaña demostrar que el tipo medio de vida y el régimen nacional de abastecimientos y precios es superior al de la mayoría de los países europeos...».
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En su tercer análisis criticó «El escaso poder del ¡cuarto poder¡» en los años 40, recordando la consigna que recibieron los periódicos con ocasión del fallecimiento de José Ortega y Gasset o sobre los funerales en sufragio de Alfonso XIII. «Los diarios españoles, durante una prolongadísima etapa, quedaron relegados a una condición servil, donde no solamente la Vicesecretaría de Educación Popular tenía atribuciones sobre ellos, sino que, tácitamente, se las otorgaba a cualquier organismo pequeño o grande, que disfrutara de alguna autoridad. Lo más grave de una dictadura son las pequeñas dictaduras que genera, y ante las cuales toda persona, física o moral, queda inerme», se lamentaba el escritor.
La Prensa española sufrió además en estos años la presión de las potencias del Eje a través de sus Embajadas. «El cumplimiento de estas órdenes, consignas, sugerencias, orientaciones, ruegos, etc era luego escrupulosamente vigilado por la Vicesecretaría y provocaban una serie de apercibimientos, amenazas o sanciones», explicaba Delibes antes de reseñar dos oficios de 1943. Era «El aparato sancionador de la nueva Inquisición».
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Con frecuencia, las amenazas se convirtieron en sanciones económicas, coacciones con el papel prensa -tan escaso en aquellas fechas- y despidos fulminantes, como los padecidos en la redacción de «El Norte de Castilla».
«El control sobre los diarios en estos años fue tan estrecho que afectaba incluso a los papeles que en él se recibían y a la confección técnica, que lógicamente no obedece a unos cánones universalmente admitidos, sino al gusto y criterio del director y del redactor encargado del ajuste», censuró Delibes antes de exponer unas hojas de inspección que así lo mostraban: «Primera página: Algunos titulares antiperiodísticos por su extensión, otros por su imprecisión. Poca variedad tipográfica en sus cabeceras, sin grandes destaques. Faltan más sumarios en algunos titulares y ha de suprimir radicalmente las palabras divididas...».
Delibes finalizó su análisis añadiendo, aunque fuera «ocioso», que estas observaciones se hacían, como ya era habitual en este tipo de correspondencia, «en nombre de Dios, España y su Revolución Nacional-Sindicalista».