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El ‘casting’ de dictadores para España: los generales que pujaron con Miguel Primo de Rivera por el poder

A finales de la década de 1910 y principios de la de 1920, en el país se conspiró mucho, hasta el punto de que varios militares se postularon para encabezar la dictadura que llegaría con el golpe de Estado de 1923. Francisco Aguilera fue el que más cerca estuvo

Miguel Primo de Rivera, en el centro a la izquierda, en la década de 1920+ info
Miguel Primo de Rivera, en el centro a la izquierda, en la década de 1920 - ABC
Israel Viana
MadridActualizado:

En 1981, José María de Areilza recordaba en ABC la tensión política que se vivía en España tras el desastre de Annual y el descontento de los militares por la depuración que estaba llevando a cabo el general Picasso en su famoso expediente a comienzos de la década de 1920. «El Rey Alfonso XX no era ajeno a ese clima premonitorio y en varias ocasiones hizo explícitas y públicas alusiones a lo que podía venir», escribía en referencia a la llegada de un Gobierno militar de corte totalitario.

El periodista desvelaba en esta mismas páginas que el ministro liberal Joaquín Salvatella le había contado de palabra y por escrito que Alfonso XIII le había manifestado en junio de 1923, al acompañarle en un viaje a Salamanca, la inevitable llegada al poder en cualquier momento del mencionado «Gobierno militar libre de las trabas que pesan sobre los gobiernos constitucionales y parlamentarios».

«Esa frase saltó –continuaba–, por tertulias y mentideros y yo la oí comentar, de adolescente en esos días, en mi Bilbao nativo».

En España se conspiraba mucho y sin tapujos desde finales de la década de 1910. Un ejemplo son las «amistosas» cartas que Fernando Primo de Rivera —uno de los militares más destacados de la Restauración y tío del futuro dictador— le enviaba a Alfonso XIII. En una fechada en 1920, este ya le proponía una especie de dictadura temporal, algo así como un tutelaje militar que debía durar dos años para concluir, tras depurar a los elementos más indeseables del Ejército y la clase política, en unas elecciones generales. Lo describía como «un gobierno de marcado carácter civil, pero apoyado en la fuerza militar, que suspendiera totalmente por un tiempo al régimen constitucional».

De Alfonso XIII a Aguilera

Como apuntaba Javier Tusell en un reportaje para la revista ‘La aventura de la historia’ de 1998, esta correspondencia era la muestra más clara de las frecuentes presiones que sufría el monarca para que aceptara un golpe de características semejantes al que triunfó, poco después, con Primo de Rivera. Sin embargo, Areilza aseguraba en ABC que este último no fue, ni mucho menos, el único candidato: «Aspirantes a dictador había varios. Desde don Francisco Aguilera y don Valeriano Weyler, pasando por el general Luque, hasta llegar a don Miguel Primo de Rivera».

Miguel Primo de Rivera+ info
Miguel Primo de Rivera

Las revelaciones del periodista de ABC llegaban, incluso, más lejos: «El mismo Alfonso XIII pensó en algún momento en asumir personalmente el papel de dictador para evitar el golpe militar. Gabriel Maura nos ha dejado el testimonio documental de lo que su padre, Antonio, contestó al monarca cuando este le consultó confidencialmente sobre esta eventualidad: ‘Sería un suicidio político para su majestad’».

La conspiración de Aguilera fue una de las que más cerca estuvo, a pesar de que Tusell lo describía como «un general de muy cortas luces» que presidía el Consejo de Justicia Militar, pero que, durante un tiempo, se esforzó en aparecer como la persona destinada a exigir las máximas responsabilidades a los políticos por la derrota de Annual a manos de los marroquíes. Aquel trágico episodio en el que habían muerto entre 10.000 y 12.000 soldados españoles y por el que este aspirante a dictador reprochaba al Gobierno, ministros y diputados que siempre pidieran a sus tropas misiones casi imposibles sin apenas medios.

El Musolini español

Fue precisamente el momento en el que entró en escena el general Picasso con su investigación de los hechos para depurar responsabilidades, cuando Aguilera intentó erigirse como el cabecilla de las reivindicaciones y como el principal aspirante a dictador. Puso, incluso, el golpe de Estado sobre la mesa, antes incluso de que nadie hubiera pensado aún en Miguel Primo de Rivera. Y si tenemos en cuenta que todo el mundo lo conocía como ‘Mulolini’ (sic), en referencia a Mussolini, que ya había implantado su régimen fascista en Italia, es probable que nadie se hubiera extrañado de verle en el poder.

Reportaje de 1981 en el que José María Areilza recordaba el expediente Picasso y sus consecuencias+ info
Reportaje de 1981 en el que José María Areilza recordaba el expediente Picasso y sus consecuencias - ABC

Primo de Rivera, nombrado capitán general de Barcelona hacía poco tiempo, estaba efectivamente lejos de ser considerado el caudillo de un posible movimiento militar. No es porque le faltara interés o porque no contara con suficientes apoyos, sino porque su figura era discutida dentro del Ejército. Por eso se barajó antes el nombre de Aguilera para encabezar un directorio militar en los meses previos al definitivo golpe de Estado de septiembre de 1923 que protagonizó el primero.

Este, sin embargo, se movió más rápido en el ‘casting’ por el poder y puso en marcha su conocido ‘Cuadrilátero’, es decir, el núcleo formado por los cuatro generales madrileños que, desde principios de 1923, le ayudaron a preparar su asonada: Federico Berenguer, José Cavalcanti, Antonio Dabán y Leopoldo Saro. Primo de Rivera sabía perfectamente que debía atraer a su principal contrincante: . Así lo explica también Tusell en su artículo ‘La conspiración y el golpe de Estados de Primo de Rivera’ (UNED, 1991):

«La permanencia de Primo de Rivera en Madrid [que en mayo de 1922 había sido nombrado capitán general de Cataluña] era bien expresiva del peligro que el Gobierno veía en él, pero también de su falta de decisión para revelarlo: cuando volvió a Barcelona fue recibido con gritos de entusiasmo e insultos al ‘gobierno farsante’. Aunque la estancia de Primo de Rivera en la capital de España no tuvo efectos inmediatos contra el orden constitucional vigente, sí que le sirvió para anudar unos contactos que tendrían efectos directos sobre los sucesos de septiembre de 1923. En primer lugar, estableció contacto personal (antes lo había tenido por escrito) con el general Aguilera, que atraía en esos momentos el interés de la izquierda, hasta el punto de que el embajador británico atribuyó al golpe que se preparaba cierto carácter ‘socialista’ por él».

Reportaje de Areilza en el que se refiere a los candidatos a ostentar el poder en la dictadura+ info
Reportaje de Areilza en el que se refiere a los candidatos a ostentar el poder en la dictadura - ABC

Las críticas a los políticos

Aguilera seguía siendo muy crítico con el Gobierno, mostrándose incluso despectivo hasta bordear una condena por conspiración sin tan siquiera haberla puesto en marcha. Aún creía que estaba en la terna para dirigir los designios del país. Primo de Rivera, sin embargo, se decepcionó con él, en parte por su falta de decisión, pero también porque su punto de partida respecto al sistema político de la Restauración era muy distinto al suyo. Nuestro protagonista le reprochaba, por ejemplo, un exceso de identificación con los patronos en los conflictos laborales de Barcelona, lo que le distanciaba de la visión que tendría años después el dictador verdadero.

El plan de Primo de Rivera seguía siendo desplazar del gobierno a los profesionales de la política y sustituirlos por un equipo de prestigiosos técnicos civiles sin adscripción a ningún partido. La idea era hacerlo cuanto antes mejor, quien sabe si antes de que el expediente Picasso depurara responsabilidades. Obviamente, no iba a resultar sencillo. De hecho, uno de sus hombres del ‘Cuadrilátero’, Cavalcanti, había sido procesado por el Consejo Supremo de Justicia Militar por su actuación en Annual.

Pero, sobre todo, porque Aguilera envió una carta a Joaquín Sánchez de Toca, del Partido Conservador, en la que condenaba a toda la clase política por los problemas que estaba padeciendo España. Aquella misiva irritó hasta tal punto al presidente del Consejo de Ministros, José Sánchez Guerra, que este le abofeteó en público. Francisco Aguilera quedó en evidencia por su carencia de habilidad política al dedicarse a agredir verbalmente a los políticos de manera frontal y no presionando a los cuarteles, que era donde tendría que haber fraguado su golpe de estado.

Aquello le descartó finalmente como dictador, dejando el camino libre a Primo de Rivera.

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