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Orient Express: lujos, tragedias, reyes, espías… y muchas historias

Las firmas de las rendiciones de Alemania y Francia en la Primera y Segunda Guerra Mundial no son más que dos de las miles de anécdotas sucedidas en el tren más famoso del siglo XX

Orient Express: lujos, tragedias, reyes, espías… y muchas historias

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El XIX fue el siglo de los grandes viajeros. Y el tren, el escenario perfecto de sus aventuras. Con él atravesaban desiertos, lagos, ríos, grandes ciudades y selvas perdidas a una velocidad impensable para el ser humano. El mundo al alcance de sus manos , desde los inhóspitos fiordos noruegos hasta el centro de Berlín, de la sabana sudafricana a los campos gélidos de Ushuaia, de Moscú al lejano Vladivostok. Y por encima de todos los trenes, uno, el Orient Express , de cuyo primer viaje se cumplen en octubre 130 años.

Aunque en España la noticia de su viaje inaugural desde París hacia Constantinopla sólo la cubrió la «Gaceta de los Caminos de Hierro», el 14 de octubre de 1883 –«una verdadera inauguración con los representantes de las grandes compañías de ferrocarriles europeas», decía– lo cierto es que, desde entonces, las noticias sobre sus percances, accidentes o acontecimientos históricos que albergó no han dejado de llenar páginas en la prensa mundial .

Ocurrió ya desde finales del siglo XIX, cuando el tren se aventuraba a cruzar los Balcanes en una época en la que se recomendaba a los viajeros que incluyesen armas de fuego en sus equipajes. O en 1891, cuando fue asaltado en Turquía por una banda de ladrones que se hizo con un botín de 40.000 libras esterlinas, secuestrando a cinco pasajeros. Y también cuando un año después el tren tuvo que ser puesto en cuarentena por la aparición de una epidemia de cólera a bordo .

De Agatha Christie a Graham Greene

Desde su primer viaje en 1883, historias reales y ficticias han dado vida a un tren con un halo de misterio que ha inspirado a escritores de la talla de Graham Greene , Agatha Christie o John Dos Passos , o a cineastas como Sidney Lumet . De sus entrañas han surgido novelas y películas que son ya un clásico.

En su primera época, subirse a él era toda una aventura a pesar de las comodidades. Nobles, monarcas, príncipes, sultanes, jefes de Estado o diplomáticos, pero también contrabandistas, espías, traficantes de armas, señoritas de vida alegre o multimillonarios de las finanzas eran los pasajeros que podían permitirse esta travesía a la conquista del exótico Oriente, donde viajar no era sinónimo de desplazarse.

El lujo del considerado tren más famoso de la historia era desorbitado. Coches panelados con madera de teca, nogal y caoba; tapicería repujada en oro y sábanas de seda; baños de mármol, copas del mejor cristal y cubiertos de plata; todos los suelos forrados de gruesas alfombras y los vagones magníficamente aislados y dotados de iluminación a gas, calefacción central y agua caliente. «El Orient Express ha sido objeto de los últimos adelantos en su construcción», informaba «La Ilustración» en 1884 , enumerando todos los detalles.

Historias reales

Para comprender la dimensión de este mítico tren sólo hace falta echar un vistazo a sus carruajes, cada uno con su propio nombre y su peculiar historia. El «Vera», con marquetería de antílope y construido en 1932, acogió al Príncipe Carlos y la Princesa Ana en su primer viaje en ferrocarril eléctrico y el «Persus» sirvió como vehículo en el «funeral sobre raíles» de Churchill , en 1965. En la Primera Guerra Mundial , en otro de sus vagones se firmó la rendición de Alemania. Y en la Segunda Guerra Mundial , en el mismo vagón, Hitler rubricó la rendición francesa.

Es como si todo lo ocurrido en el Orient Express hubiera estado siempre rodeado de más absoluta grandeza, incluso sus peores momentos. En su primer viaje, por ejemplo, atravesó Estrasburgo, Viena y Budapest a toda máquina y fue recibido en todas las estaciones con grandes comitivas y bandas de música. En Sinaia, más allá de Bucarest, incluso el Rey Carlos I de Rumanía invitó a los pasajeros a su palacio de verano.

A principios del siglo XX, otro Rey, Ferdinand I de Bulgaria , solía detenerlo cuando pasaba por sus dominios para conducirlo a toda velocidad, poniendo en peligro a los pasajeros a a base de frenazos. En octubre de 1928, «El Sol» informaba del choque sufrido con otro tren «produciéndose una espantosa catástrofe», en la que murieron más de 30 personas y donde «todos los coches cama, dos vagones de primera clase, el furgón de equipajes del rápido y un coche de correos quedaron destruidos». Poco antes, en abril, «La Voz» contaba el incendio que redujo a cenizas varios de sus vagones nada más salir de Zurich.

La última aventura

La última gran odisea a la que se enfrentaron los pasajeros del Orient Express en aquella época dorada sucedió en 1929, tras quedar bloqueado por la nieve en Turquía . Sus pasajeros tuvieron que sobrevivir cinco días a temperaturas por debajo de los -25º, con las reservas de carbón y comida agotadas. Todos colaboraron en salir a buscar leña y cazar a los animales que merodeaban los vagones para alimentarse.

Con el paso de las décadas, las historias heroicas fueron menguando y los lujos del tren decayendo con el objetivo de abaratar costes y poder competir con los viajes en avión. En la segunda mitad del siglo XX, el Orient Express fue agonizando lentamente , alejándose de sus años de esplendor hasta que, en 1977, se despidió de la historia por primera vez.

El mítico tren inmortalizado en «Asesinato en el Expreso Oriente» volvió a la vida en 1982, casi un siglo después de su nacimiento, pero rebautizado como el Venice-Simplon-Orient-Express. Viajar en él no es sólo desplazarse, es hacer un viaje por la historia... ¡y qué historia!

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