El mar se traga las playas españolas: 18 millones de metros cúbicos de arena para salvarlas
ODS 15 | Vida submarina
La subida del mar, el urbanismo descontrolado y el cambio climático han acelerado la erosión de las costas españolas
Milímetro a milímetro así va adentrándose el mar y el océano en las costas españolas. Un ritmo pausado, pero constante y que en los últimos 30 años se ha duplicado, según el Instituto Español de Oceanografía (IEO). Concretamente, la velocidad a la que el mar se come la costa española es de 2,8 milímetros en las últimas tres décadas, frente a los 1,6 milímetros que subió anualmente entre 1948 y 1993. Ahora que es tiempo de plantar sombrillas, extender toallas y hacer castillos de arena... En algunos lugares de los más de 8.000 kilómetros de litoral que tiene España es cada vez más complicado.
Cada verano, las playas españolas se llenan de turistas que disfrutan de las aguas del Atlántico, del Cantábrico o del Mediterráneo, o de sus finas arenas con metros y metros para pasear. Una estampa de storie de Instagram, que meses antes es totalmente distinta. «En los últimos temporales, el mar ha vuelto a 'llamar' a nuestra puerta», explica por teléfono un vecino de la playa de Les Deveses en Dénia, que prefiere no dar su nombre. Pero tras la tempestad, la calma y, también, los camiones con toneladas de arena para arreglar esos desperfectos ocasionados por el mar.
Una historia que se repite año tras año y por arte de magia, la playa que desaparece en invierno y primavera, resurge en verano. «El problema es que ese aporte no se realiza de forma natural», señala Jorge Guillén Aranda, investigador del Instituto de Ciencias del Mar. La arena que debería traer nuevamente el mar o debería llegar a través de los ríos, ahora viene por carretera. Desde 2010, España ha usado 18 millones de metros cúbicos de arena para regenerar las playas del litoral nacional, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico a los que ha tenido acceso este periódico a través del Portal de Transparencia.
«Esto es totalmente tirar el dinero», denuncia Annelies Broekman, investigadora del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (Creaf). En la última década, el ministerio liderado, actualmente en funciones, por Teresa Ribera ha invertido 132,28 millones de euros, siendo Málaga y Cádiz las que más dinero han recibido para adecuar sus playas. Sin embargo, el mayor número de aportación de arena se realiza en la costa mediterránea que recibe casi el 70% de los 18 millones de metros cúbicos de arena en el periodo 2010-2023, según datos del Miteco.
«En los últimos temporales, el mar ha vuelto a 'llamar' a nuestra puerta»
A diferencia de la bravura del Atlántico y del Cantábrico, el Mediterráneo es un mar en calma que «besa aldeas», como cantaba Serrat. Aunque en los últimos años ha demostrado su virulencia con olas gigantescas con el paso de Gloria, Filomena, Efrain o Isaac, entre otros. Con su llegada, las playas pierden arena. «Que se den soluciones, si no definitivas, sí con sensatez, de revertir los paseos marítimos, de devolver a la naturaleza lo que es suyo y de no malgastar millonadas cíclicamente tragadas por el mar, como en Bellreguard. Gloria nos ha abierto el debate: ¿Qué hacemos?», denunciaba en un post de Facebook en 2020, el, por aquel entonces, alcalde del municipio valenciano de Bellreguard, Alexandre Ruiz.
ha invertido España en regenerar las playas desde 2010
«No hay soluciones mágicas ni generales», responden desde el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos (CICCP). «La clave está en el déficit de arena que hay en nuestras playas», responde Broekman. «Y la erosión de las costas cada vez es mayor», apostilla Guillén. La clave, apuntan ambos expertos, está en «restaurar la dinámica natural de las costas». «Podemos decir que nuestras playas están formadas por un río de arena, que fluye de forma natural, desde que los ríos desembocan en las costas», señalan los investigadores del CICCP.
Sin embargo, ese aporte natural con el paso de los años ha ido disminuyendo hasta entrar en números rojos. «La causa está en la acción humana, porque hemos ido ocupando espacios que antes eran playa y ahora están urbanizados», advierte el investigador del Instituto de Ciencias del Mar. El asfaltado, el cubrimiento de rieras, la concentración de edificios en altura en los paseos marítimos, que impiden que los sedimentos sean transportados por el viento, o la construcción masiva de puertos deportivos que provocan un 'efecto sombra' al retener la arena con sus diques alterando de esa manera la dinámica litoral.
Esto está ocurriendo en L'Albufera de Valencia, donde la línea de costa ha retrocedido más de medio metro en las últimas tres décadas debido a las barreras artificiales que alteran las corrientes e impiden el aporte de sedimentos, como los diques de ampliación del puerto. «A estas alturas, no cabría hablar de que la solución sería la de demoler esos puertos. Sino la aportación de la arena que falta a las playas que están aguas abajo de esos puertos», explican los ingenieros a este periódico. «Aunque esto es un porcentaje pequeño en cuanto a las necesidades que tenemos», destaca Guillén.
Regenerar a 'toda costa'
Encontrar la forma de recuperar el movimiento natural de los sedimentos de nuestras costas es un tema muy complejo. Por un lado, existen diversas técnicas de ingeniería, como por ejemplo la conocida alimentación artificial de las playas, las medidas de regeneración de las dunas o la estabilización de los acantilados. «No hay una fórmula mágica», repiten los portavoces del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.
Durante muchos años, los camiones han llegado en primavera a las playas españolas para dejar la arena que el mar se ha tragado o, en otras ocasiones, frente a estas costas barcos draga llevan, a través de tuberías, arena del fondo del mar. «Hay que tener claro que no erradican el problema de fondo, la erosión costera, sino que palian sus efectos y también pueden suponer impactos no deseados», comenta Broekman.
La arena que llega a las costas para su regeneración «debe ser muy parecida en tamaño, color y textura a las de las arenas originales», explica el CICCP. «Pero no mucho más gruesa que la de la playa original, pues entonces las condiciones de baño variarían mucho, así como la forma de romper las olas», añaden. «En algunas situaciones se ha usado de cantera, pero es más granulosa y no sirve», señala el investigador del Instituto de Ciencias del Mar.
La Ley de Costas permite la extracción de arenas del fondo del mar para la creación y regeneración de playas, pero «el problema es que hay muy pocas zonas con arena en nuestra plataforma continental y hay que ir a buscarla a mayores profundidades», apunta Guillén. «Esto afecta al fondo marino y las especies que viven en ella», comenta la investigadora del Creaf.
En otros casos llega también en barco, pero desde el continente africano. Según la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui, Canarias importa cerca de 200.000 toneladas de arena del Sáhara Occidental para la construcción y también para la regeneración de las playas. Una práctica peligrosa desde el punto de vista medioambiental debido a las especies invasoras que pueden traer estos áridos.
«Las mejores soluciones son aquellas capaces de recuperar la dinámica de los sedimentos»
Annelies Broekman
Investigadora del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (Creaf)
«Las mejores soluciones son aquellas capaces de recuperar la dinámica de los sedimentos y las que ayudan a las playas a ser más resilientes frente a esta problemática. Por eso, es importante pensar bien cómo planificamos las zonas urbanas, que no invadan zonas costeras masivamente, cómo gestionamos los ríos y cómo diseñamos los puertos, entre otros», explica Broekman. Y advierte que «la erosión de la costa no se puede abordar sólo mediante la ingeniería, y menos cuando implica métodos intrusivos como construir diques, revestimientos, espigones, etc., sino que hay que pensar en recuperar el funcionamiento de la naturaleza a largo plazo».
Adiós en tres décadas
La construcción descontrolada en determinados puntos del planeta, no es la única amenaza de las playas en todo el planeta que ocupan el 31% de las costas. El cambio climático es otro enemigo de las arenas finas que sirven para alimentar muchas economías del planeta.
De seguir con el ritmo actual de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), en apenas 30 años, el mar arrebatará de media alrededor de 100 metros de playa a las costas del planeta. El aumento de temperaturas y el deshielo de los polos están elevando el nivel de mar milímetro a milímetro y parte del consenso científico apunta a que esta subida podría ser de más de un metro hacia finales de este siglo, y si eso fuera así, el impacto sobre las playas de arena de la costa mediterránea sería tan demoledor como irreversible.
En España, las previsiones apuntan a un retroceso medio de 60 metros en aplicación de la regla de Bruun, que vincula el aumento del nivel del mar con el grado de inclinación de la playa para calcular dicho retroceso.
«Nos tenemos que adaptar, las playas de ahora no serán así en 30 años»
Jorge Guillén Aranda
Investigador del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC
El Centro Oceanográfico de Baleares, perteneciente al Instituto Español de Oceanografía (IEO), apuntaba en 2022 en un estudio que las playas del archipiélago retrocederían 20 centímetros al año por culpa del cambio climático y eso supondría supondría la pérdida de 25 playas en Mallorca, 33 en Menorca, siete en Ibiza y seis en Formentera, mientras que buena parte de las restantes se verían reducidas a la mitad.
Por su parte, Canarias actualizó el pasado ejercicio sus zonas de inundación provocado por la subida del nivel del mar. De cumplirse las predicciones, elaboradas con base en el actual registro de datos y su proyección mediante modelos científicos, desaparecerán numerosas especies de flora y fauna, la mayoría endémicas. Buena parte del patrimonio histórico y cultural se verá amenazado y el mar engullirá 148 playas, entre ellas algunas de las más turísticas. «Tenemos que cambiar nuestra mentalidad, porque el coste de mantener algunas playas es muy elevado», apunta Guillen. «Nos tenemos que adaptar, las playas de ahora no serán así en 30 años».
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