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El desperdicio alimentario sube en un 30% durante los meses de verano

Las altas temperaturas del verano agravan el problema. Comprender el problema y poner en marcha medidas para paliarlo importa.

Desperdicio alimentario en verano. Archivo

Raquel C. Pico

En verano, suben las temperaturas. Es lo que ha convertido esta estación en la favorita para las vacaciones y la desconexión. Sin embargo, esas altas temperaturas tienen otros efectos no tan positivos, efectos que la sucesión de olas de calor y el calentamiento global están enquistando y agravando. En verano, también aumenta el desperdicio alimentario. Según estimaciones de Phenix, una compañía especializada en la optimización de excedente alimentario, cada verano se desperdician en España un 30% más de alimentos que en el resto del año.

¿Es un dato sorprendente? «Ya sabíamos que nuestros clientes suelen tener más desperdicio en verano», apunta Baptiste Revol, experto en desperdicio alimentario de Phenix. Este pico de desperdicio alimentario se nota especialmente en los frescos, señala el experto. «Cuando transportas el producto y lo expones», sintetiza.

Productos como la fruta o la verdura están, habitualmente, fuera de zonas de frío. Esto hace que, en verano, su desperdicio se acelere. El tiempo que pasa antes de que se encuentren en una situación no apta para la venta se acorta y su ventana de venta se minimiza. Esto ocurre en líneas generales durante la temporada veraniega, pero el problema se recrudece cuando llegan los días de temperaturas extremas. Como apuntan en las conclusiones de la investigación de Phenix, los días de calor extremo aceleran la descomposición. La frescura se pierde todavía más rápido y la vida útil en los puntos de venta se hace incluso más corta. Las probabilidades de que pasen del lineal al cubo de basura escalan.

Todo esto tiene consecuencias. Por un lado, está la cuestión medioambiental. Producir todos esos productos que nunca serán consumidos tiene un coste en recursos e impacto. Se ha generado huella de carbono, por ejemplo, para algo que nadie comerá nunca y, al convertirlo en residuo, se está aumentando todavía más su lastre medioambiental. Es, como señalan desde Phenix, «un círculo vicioso climático».

Por otro lado, para la industria de alimentación supone un coste directo económico. En un supermercado, el desperdicio puede representar entre el 1,5 y el 3% de la facturación global, apunta Revol. Puede parecer una cifra no tan elevada, pero lo es, especialmente cuando se tiene en cuenta que el margen de beneficio de estos negocios está entre el 2 y 3%, como recuerda el experto. Son números casi iguales, que llevan a que se vaya lo comido por lo servido.

Una situación que se recrudece

Dado que el cambio climático está llevando a que se produzca un calentamiento global y que las temperaturas del verano —y del resto del año— vayan en aumento, la cuestión de los residuos alimentarios también se está convirtiendo en un problema creciente. ¿Irá ese porcentaje de crecimiento del desperdicio a más? «Si no se hace nada, va a aumentar, obviamente», confirma Revol.

El experto recuerda, igualmente, que las altas temperaturas también impactan en la producción, en lo que se encuentran los agricultores cuando llega el tiempo de cosechas. La sequía o el calor excesivo llevan a que los resultados no sean tan buenos como otros años o que la calidad se resienta. Y ahí se abre otro potencial coladero para el desperdicio.

«El calibre de la verdura no corresponde con lo que esperan los supermercados», ejemplifica el experto. Si el punto de venta no va a querer ese producto, en producción se acaba desechando. Revol recuerda que el 30% de todo lo que se produce se acaba tirando. Con ello, se están gastando recursos para nada y se aboca a un ciclo de pescadilla que se muerde la cola. «Lo importante es poder reducir el desperdicio», insiste.

Y, volviendo a lo que ocurre en el supermercado, la ciudadanía es otro de los picos de desperdicio. «Cuando vamos a comprar no todos vamos con la bolsa isotérmica», indica. Se rompe cadena de frío y se expone el producto comprado a esas altas temperaturas y a que lo perjudiquen. En casa se daña igual el producto. Tirar una naranja porque se nos ha puesto mala por el calor puede parecer poco, pero si se hace la cuenta de cuántas naranjas tiramos en un mes o en un año los datos pueden ser muy distintos.

«El desperdicio se produce en cada fase del producto», resume Revol; desde el mayorista al hogar, pasando por el supermercado.

Cómo paliar el problema

Aunque la ley de desperdicio alimentario no ha entrado todavía en vigor, sí ha hecho ya que exista un mayor interés entre las empresas por este tema, reconoce el experto. Revol suma, eso sí, la importancia de sensibilizar a la población sobre el problema y cómo paliarlo.

Porque reducir este desperdicio alimentario es posible. Implica «anticipar mejor» que nos vamos a encontrar y cómo ocurrirán las cosas. En la industria, supone estudiar qué está ocurriendo, porque, como explica el experto, si no te das cuenta de todo lo que estás tirando no vas a adaptar tus pedidos. «Medir y adaptar», sintetiza.

Esa adaptación para intentar conservar mejor el producto, que es algo que se puede hacer en las empresas y en los hogares. Por ejemplo, Revol señala que antes de dejar que algo se estropee se pueden probar otras formas de conservación, como la congelación o aceptar que en verano se necesita comprar menos y más a menudo para que las cosas no se pongan malas en casa. Y, en líneas generales, implica localizar dónde están los puntos negros en los que se pierden más alimentos y atacar la causa que lleva a ello.

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