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DLIGA BBVA

Di María mete la espada hasta la empuñadura

Los latigazos del «fideo» argentino destrozan a un Zaragoza que planteó un partido muy digno y valiente (4-0)

Di María mete la espada hasta la empuñadura EFE

JOSÉ MANUEL CUÉLLAR

Hay partidos en los que el Madrid no necesita mucho. Es más, requiere de pocas armas para hacer daño . Ayer pareció que tenía problemas ante un Zaragoza muy mejorado. El equipo, de la mano de Manolo Jiménez, aparece esta temporada rehecho, con jugadores de más temple y talento, sobre todo en el medio campo, zona fundamental para hacer fútbol de verdad. José Mari, por ejemplo, y también Postiga, acompañados de Apoño o Víctor Rodríguez, configuraron un plantel capaz de decirle al Madrid aquí estoy yo .

Pero eso es una cosa, y frenar ese puño de acero que tienen los blancos arriba, es otra. Al Madrid le bastaron jugador y medio para destrozar a los maños . Empezó el asunto en Modric, creando, y acabó en Di María, ejecutando. Hay que tener cuidado con el argentino. Un tipo extraño, de estos huesudos, que parece un fideo y en realidad es un estilete, una espada del mejor acero que cuando se encuentra templada, una espada que te entra hasta el corazón y te hace picadillo. Ante el Zaragoza fue uno de esos días. Cuando el Madrid aparecía dubitativo ante la serenidad y templanza del Zaragoza, aparecía Di María por un costado, cosía diagonales y descosía al Zaragoza con su velocidad y visión de juego . Así de fácil, así de rápido, así de intenso.

Estaba el partido en un mitad y mitad, peleando Modric y Essien en inferioridad ante la numerosa medular zaragocista, cuando un córner sacado por Modric y cabeceado por Albiol encontró la mano milagrosa, casi milagrosa, de Roberto. Higuaín andaba por ahí , con la caña en un lado y la mirada en el otro, pero con el ojo avizor. La cazó al vuelo. En dos minutos voló Di María, se fabricó un disparo. Lo volvió a despejar Roberto y el nuevo disparo derribó al Zaragoza casi en su totalidad. Dos latigazos en dos minutos y todo el combate se vino abajo. Sin apenas aparecer Ozil, con muy poco Cristiano y solo chispazos de Essien , al Madrid le bastaba con la vitalidad de Modric y la esgrima de Di María, que metió la espada en las entrañas zaragocistas y desparramó todo el alma de los de Jiménez por el tapete verde del Bernabéu.

Peligrosa relajación

Como siempre que el Madrid coge distancia en el marcador, y más en el Bernabéu, el partido languideció . Fue más por culpa de los de Mourinho, que empezaron a mirarse el ombligo más de lo necesario. Empezó el Zaragoza a respirar un poco porque no es lo mismo que se te eche encima Di María y siete más a que se te eche encima Di María y ya. Así que los maños consiguieron incluso acercarse a Casillas. Vano intento. Los tibios intentos del Zaragoza encontraron al portero haciendo paradas tremendas, sobre todo una a mano cambiada que hasta escalofrío dio de verla. Pero el partido había cambiado de signo. El Madrid bajó el pistón de forma excesiva y los de Mou tuvieron que empezar a vivir de la defensa y de Pepe y Albiol , que fallan poco y nada.

El Madrid, sin intensidad, perdió el rumbo. Como muchas otras veces, dejó despertar al rival, que dominó el encuentro casi en su totalidad. Aparecía el equipo blanco medio groggy, solo a expensas de que llegara un contragolpe y decidiera el choque.

Mou lo vio y rebuscó entre la reserva con el rostro medio rojo de ira , y con razón. Pero el choque había entrado en una dinámica más cerca del Zaragoza que del Madrid, donde nadie despertaba. No obstante, fue el Madrid el que despachó el partido en una contra tremenda en la que Essien entró como un obús y un zarpazo de Modric desde la frontal.

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