Cameron y Salmond sellan la consulta independentista escocesa en 2014
El primer ministro y el líder nacionalista firman en Edimburgo el acuerdo político por el que Westminster autoriza a Escocia a celebrar un referéndum de independencia. El apoyo secesionista no llega al 30%
El primer ministro británico, David Cameron , y el presidente escocés, el nacionalista Alex Salmond , han rubricado este lunes en Edimburgo el acuerdo político por el que los poderes del Estado delegan en el parlamento regional la capacidad de convocar y organizar un referendo de independencia «antes del final de 2014». El acuerdo, que establece los términos del plebiscito, ha sido suscrito por los dos políticos en la llamada Casa de St. Andrews , sede del Gobierno autonómico escocés.

«La orden [que ambos gobiernos han acordado promover] dejará fuera de toda duda que el Parlamento escocés puede legislar sobre ese referéndum», reza el documento, en virtud del cual el plebiscito contendrá una única pregunta: si se está o no a favor de que Escocia abandone el Reino Unido. Según el acuerdo, Londres y Edimburgo se han comprometido a aceptar el resultado de la consulta, sea favorable o no a la independencia. «Los Gobiernos han acordado que el referéndum debe cumplir con el más alto nivel de justicia, transparencia y decoro », se lee en el acuerdo firmado por los dos políticos en la capital escocesa.
La luz verde a la consulta tiene mucho de victoria política para el dirigente del Partido Nacionalista Escocés (SNP por sus siglas en inglés), que fue reelegido en 2011 bajo la bandera de una consulta que considera como «la decisión más importante del pueblo escocés en 300 años de Historia».
Salmond obtuvo la primera mayoría absoluta de la historia para el nacionalismo en una tierra dominada históricamente por el laborismo. Y ha logrado imponer, con esa fuerza electoral, la fecha que desea: «antes de que finalice 2014». Cameron había expresado públicamente su deseo de que se celebrara «lo antes posible», con 2013 en mente. Todo apunta a que, finalmente, los escoceses serán llamados a votar por su futuro en octubre de 2014, después de las elecciones europeas de junio de ese año.
Todo apunta a que los escoceses serán llamados a votar en octubre de 2014
Salmond quiere capitalizar la ola de orgullo escocés que, según sus tesis, traerá la celebración en Escocia de las Olimpiadas de la Commonwealth en junio y la Ryder Cup en septiembre. Además, el parlamento de Westminster delegará en el parlamento regional de Holyrod las competencias para organizar la consulta, lo que permitirá al gobierno escocés controlar varios aspectos del calendario, el censo y la formulación del referéndum.
Varias voces en la cámara de los Lores y los servicios jurídicos del gobierno han aceptado ya la posibilidad de que puedan votar, de manera excepcional, quienes tengan 16 y 17 años, una de las reivindicaciones más importantes del SNP –a la que Cameron habría retirado su oposición–, que lo considera un colectivo más proclive a la independencia que la población general. Sería la primera vez que este segmento de edad vota en unas elecciones en el Reino Unido, por lo que plantea problemas serios de elaboración de un censo inexistente. Varios observadores destacan que podría ser uno de los detalles que más problemas plantee en la negociación.
Pregunta única sobre la permanencia en Reino Unido
Sin embargo, la necesidad de acudir a la «ventanilla» londinense para poder celebrar la consulta sirve de recordatorio de que no hay larga marcha hacia la independencia sin una negociación permanente de cada paso con el gobierno y el parlamento del Reino Unido. De la parte con el todo. Una idea clave a la hora de contemplar una hipotética victoria del «Sí», y el consiguiente –hipotético, y poco probable según las últimas encuestas– proceso de desenganche. De hecho, Cameron ha impuesto la limitación de la consulta a una única pregunta «c lara y decisiva » sobre la permanencia o no en el Reino Unido. Aunque la redacción será ultimada más adelante, el informe con el que Salmond presentó su proyecto plebiscitario en enero la formulaba así: «¿Está usted de acuerdo en que Escocia sea un país independiente?».
Londres rechaza la inclusión de una segunda pregunta que ofrecezca la alternativa de una «autonomía máxima». Esta opción recaba un apoyo mayoritario en las encuestas, en torno al 70%. Y suponía, por tanto, una manera de asegurarse la «victoria» para Salmond con una fórmula suficientemente reivindicativa que trasciende, a la vez, a los sectores independentistas. Pero nadie ha logrado poner sobre la mesa una formulación concreta consensuada de una autonomía más avanzada que la actual.
El apoyo a la independencia pasa del 38% en enero al 28% en octubre
Los últimos sondeos apuntan a un descenso del apetito secesionista entre los escoceses. Según el publicado el lunes pasado en el «Herald» escocés, el apoyo a la independencia ha bajado del 38% a comienzos de año al 28%, y el deseo de permanencia en el Reino Unido sube del 44% al 53%. Los expertos consideran que la recesión actual juega un papel en este «miedo al divorcio», pero coinciden, por otro lado, en que la cifra fluctuará en los dos años que quedan.
El acuerdo entre ambos gobiernos llega tras varios meses de negociaciones entre el ministro británico para Escocia, Michael Moore, y la número dos del Gobierno escocés, Nicola Sturgeon, que apalabraron sus términos el lunes pasado por la noche en una conversación telefónica. El mismo martes, durante la convención de su partido en Birmingham, Cameron se hizo eco del preacuerdo, y utilizó el éxito de los Juegos Olímpicos para defender la unidad del país.
Pragmatismo unionista y nacionalismo no identitario
«Aunque nuestros atletas fueran escoceses, galeses, ingleses o de Irlanda del Norte, se envolvían en una sola bandera. Por supuesto, hay una persona a la que eso no le gustó. Se llama Alex Salmond. Voy a verle el lunes para decidir la cuestión del referéndum sobre la independencia a finales de 2014. Hay muchas cosas que quiero que haga esta coalición de gobierno, pero lo más importante que puede hacer es salvar nuestro Reino Unido», dijo.

El acuerdo político otorga al proceso la seguridad jurídica exigida por ambas partes, y aleja la posibilidad de que un recurso ante los tribunales lo paralice, según cree Raymond Buchanan, corresponsal escocés de la BBC. Quedan cuestiones por dilucidar, como el voto de los escoceses en el extranjero o la financiación de las campañas del «Sí» y del «No» . El propio Salmond advertía la semana pasada, después de que el entorno de Cameron hiciera público el acuerdo, de que «aún quedan asuntos por resolver, no tiene sentido dejar cabos sueltos que luego se pueden reabrir», advirtió.
El proceso político llama la atención por la ausencia de voceríos y choques de trenes, un clima facilitado por la ausencia de una constitución escrita en un país, el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, que se considera a sí mismo como una unión de naciones . De hecho, ninguno de los tres grandes partidos «unionistas» –conservadores, laboristas y liberales– se opone a la celebración de la consulta escocesa. Todos aceptan que el único combate es el del contraste de argumentos sobre las ventajas de permanecer juntos.
El correlato de este pragmatismo de las fuerzas nacionales es un nacionalismo no identitario, que articula su proyecto en torno a la defensa de un cierto modelo social y no al sectarismo de otros nacionalismos de origen étnico. Lo que el autor canadiense Michael Ignatief denomina «narcisismo de la diferencia».
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