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El saber de Alex Ross

Después del éxito de «El ruido eterno», el crítico musical Alex Ross publica un nuevo libro, «Escucha esto», donde pone su peculiar estilo al servicio de la música clásica y del pop

El saber de Alex Ross abc

stefano russomanno

El último libro de Alex Ross, Escucha esto , empieza con un regate en toda regla : «Escribir sobre música no es especialmente difícil». Afirmación que el autor matiza enseguida: «Lo cierto es que la crítica musical es una ciencia curiosa y poco fiable». Tan curiosa y poco fiable -asegura Ross- como lo son, en definitiva, la crítica literaria o la crítica de arte. Sin embargo, tenemos la sensación de que algo peculiar pasa con la música, con la manera de traducirla en palabras, y ello tiene que ver con el hecho de que se nos ha enseñado a considerarla como una especie de religión profana , portadora de mensajes tan apremiantes como inciertos. Ahora bien, Ross cree que con la música ocurre algo curioso: al mismo tiempo que la idealizamos, no dudamos en plegarla continuamente a nuestras necesidades emocionales. Nos servimos de ella para pegarnos un subidón, para tranquilizarnos, para apoyar nuestra melancolía…

Hay una significativa atención hacia el pop (Radiohead, Björk, Dylan)

La música vive de manera permanente esa doble y paradójica condición. Por un lado, tendemos a confinarla en una suerte de zona sagrada e inefable; por otro, la convertimos en acompañamiento constante de nuestras vivencias grandes y pequeñas, superficiales y profundas . Quizá por ello hablar o escribir sobre música resulte una tarea de lo más fácil y de lo más difícil al mismo tiempo.

Alex Ross lo ha conseguido gracias a un estilo en el que el saber técnico no empaña la claridad de exposición , la amenidad sin renunciar al rigor analítico. A sus cuarenta y cuatro años, es tal vez el más destacado crítico musical de Estados Unidos. Su primer libro -traducido al castellano con el título de El ruido eterno - cosechó prestigiosos premios literarios y ocupó durante semanas las listas de los libros más vendidos. Toda una hazaña en un mercado, el editorial, en donde los temas de la música clásica ocupan una posición marginal.

Destilar optimismo

A diferencia de El ruido eterno, monumental relato de la música clásica a lo largo del siglo XX, el nuevo libro de Ross tiene un carácter más íntimo y ecléctico. El primer capítulo de Escucha esto (que Seix Barral ofrece en la siempre competente traducción de Luis Gago) es una pequeña autobiografía en donde el autor recorre su vida de «estadounidense blanco que no escuchó otra cosa que música clásica hasta los veinte años» para exaltar la belleza y vigencia de la gran música del pasado (Ross detesta el término de música clásica) y para estigmatizar a la vez la sacralización de sus contenidos y de sus ritos (el concierto) cuyos efectos la han llevado a la actual situación de crisis: desafección del público joven, orquestas al borde de la quiebra, temporadas de conciertos que no se llenan...

Ross busca demostrar que la verdadera música no sabe de clasificaciones

La música clásica funciona de la misma manera que hace un siglo, afirma Ross , no ha actualizado sus canales de comunicación y mantiene un desdeñoso complejo de superioridad con respecto a las demás músicas. A tal respecto, Ross aporta su personal experiencia de oyente que poco a poco ha empezado a disfrutar del pop y del jazz y que ha vivido aquello como un enriquecimiento, desde el convencimiento de que el futuro de la música se juega en la abolición de etiquetas y fronteras .

Los ensayos que componen Escucha esto reflejan ese planteamiento plural. Hay artículos sobre el gran repertorio (Mozart, Schubert, Verdi, Brahms) y sobre la creación contemporánea más radical (Ligeti, Cage, Luther Adams). Hay semblanzas de intérpretes ( Esa-Pekka Salonen , Lorraine Hunt Lieberson, Marian Anderson), temas de actualidad (la música clásica en China; la crisis de la educación musical) y una significativa atención hacia el mundo del pop (Radiohead, Björk, Kurt Cobain, Sonic Youth, Bob Dylan), tratado con el mismo rigor, amenidad y entusiasmo que el autor reserva a los autores clásicos. Ross busca tender puentes, crear terrenos comunes y demostrar que la verdadera música no sabe de clasificaciones. Puede que los amantes de la clásica se salten los capítulos dedicados al pop (y viceversa) , pero es difícil no dejarse cautivar por la convicción, el optimismo y, en definitiva, el saber que Ross destila en sus páginas.

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