La huella de Bañuelos

El promotor inmobiliario fracasó en el intento de ser profeta en su tierra, donde llegó a levantar 50.000 viviendas y fue el gran benefactor de museos y entidades deportivas
A Enrique Bañuelos (Sagunto, 1966) sus vecinos le recuerdan como un joven «avispado». Vivía en un bloque de familias humildes y trabajadores. Su padre, trabajador de los Altos Hornos, falleció en un accidente laboral cuando él apenas tenía nueve años. Poco después, recién cumplida la mayoría de edad y con el COU recién terminado, ya era un asiduo de la oficina principal de Caja Sagunto, que le otorgó la financiación para su primer negocio. Una firma de producción y distribución de miel marca el comienzo de una carrera fulgurante en la que, pese a sus intentos, no logró ser profeta en su tierra. El sector de la siderurgia moría lentamente en la capital del Camp de Morvedre y Bañuelos abría nuevas expectativas.
Tras licenciarse en Valencia en las carreras de Derecho y Empresariales, comenzó a forjar su periplo como promotor inmobiliario de la mano del sistema financiero local. La filial inmobiliaria de Bancaja se convirtió en su primer gran aliado. Su rastro pervive en Canet de Berenguer, donde levantó su primera gran promoción de 5.000 viviendas.
Era la genésis de un floreciente negocio que se plasmó en cifras mareantes: urbanizó 17,4 millones de metros cuadrados y construyó 50.000 pisos destinados a «segunda vivienda para la clase media». Entre 2003 y 2006 amasó una fortuna que le hizo entrar en la prestigiosa lista Forbes de los hombres más ricos del planeta. Llegó a amasar 5.700 millones de euros gracias a Astroc, la firma que protagonizó un fulgurante arranque en la Bolsa y atrajo a grandes empresarios como el propietario de Inditex, Amancio Ortega. En febrero de 2007 la compañía de origen valenciano marcaba en el parqué la cifra de 75 euros por acción, que valoraban el 100% de la compañía en 9.089 millones de euros.Solo diez meses antes había salido a cotizar desde 6,4 euros (770 millones de euros).
La última junta general
Sin embargo, en junio de aquel año se produjo el desplome de Astroc -la acción pasó a valer nueve euros y comenzó su caída libre-. A partir de ahí empezó a perderse el rastro de Bañuelos. Fue en la última junta general de accionistas que presidió en Valencia, donde tuvo que escuchar múltiples recriminaciones de socios que se habían arruinado y que le valdrían una querella, posteriormente archivada por el juez Baltasar Garzón.
Bañuelos, que siempre se mostró reacio a tender puentes con las organizaciones empresariales, se convirtió, sin embargo, en una referencia del mecenazgo cultural y deportivo. Sus relaciones con la clase política eran buenas. Un factor determinante para el florecimiento de un negocio marcado por las recalificaciones y la aprobación de proyectos urbanísticos.
Un empresario por libre
Bañuelos se alió con el poder financiero local pero nunca tendió puentes con las patronales
Un empresario por libre
Bañuelos se alió con el poder financiero local pero nunca tendió puentes con las patronales
La fortuna de Bañuelos se dirigió también a su pueblo, donde puso nombre al equipo femenino de balonmano, que cosechó los mejores éxitos de su historia en la División de Honor.
Benefactor de la Generalitat
El promotor no había escatimado recursos económicos para erigirse en uno de los principales benefactores económicos de la Generalitat. Sin embargo, poco antes de su caída, en octubre de 2006, trascendió que la hija de la entonces secretaria de Cultura, Concha Gómez, era directora general ejecutiva de Astroc. La última muestra que financió fue «La alquimia de los herreros». Una metáfora de los orígenes siderúrgicos de un empresario que en 2008 cambió Sagunto por Brasil y que ahora, de vuelta a España, ha optado por fijar la sede operativa de su grupo (Veramonte) por las ventajas fiscales que ofrece.
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