Me acuerdo de Félix Romeo
Cinco meses después de la repentina muerte del escritor se publica su novela póstuma, «Noche de los enamorados»

Hace casi cinco meses que la muerte de Félix Romeo dejó noqueada a la escena cultural española. Un poco huérfanas desde entonces, las letras de nuestro país y todos los que las conforman tuvieron que sobreponerse al dolor, tomarle prestado a Joe Brainard el genial «Me acuerdo de...» para evocar su presencia y hacer un poco menos dura su ausencia.
En medio de ese duelo literario que aún palpita en sus lectores (por no hablar de sus amigos), Mondadori ha publicado «Noche de los enamorados» , la novela póstuma del escritor aragonés, que hoy presentan David Trueba, Aloma Rodríguez y Martín Casariego en La Buena Vida - Café del Libro de Madrid .
Se trata de un libro que Claudio López de Lamadrid , director editorial del grupo, le pidió durante el Hay Festival de Segovia y que Romeo entregó a su agente (aunque «él siempre dio por supuesto que lo publicaría en Mondadori», según matiza el editor) poco antes de fallecer de un paro cardíaco la noche del 7 de octubre de 2011.
En ella recrea la historia de Santiago Dulong, su compañero de celda en la cárcel de Torrero, donde Romeo cumplió condena por insumisión a mediados de los 90. Dulong fue encerrado por asesinar a su mujer, María Isabel. Con agudeza rastreadora y una prosa tan rápida que atenaza , Félix Romeo va olfateando página tras página la existencia de Dulong a través de las palabras que éste le confiesa en la desapacible noche carcelaria de un 14 de febrero de 1995, San Valentín.
Pero no solo el testimonio del asesino es vital en este relato que retrata, sin juzgar, el alma humana. Romeo, lector voraz y sin ataduras, emplea su ansia narrativa para recorrer las hemerotecas de los periódicos que aquellos días recogieron el suceso en sus páginas. También acude a internet, a los testimonios del juicio, a los testigos y hasta emplea el diccionario para definir las palabras que rodean al crimen.
Libro «sobre las palabras»
Porque este libro, vibrante y doloro, no trata, según escribe el propio Romeo, «sobre la justicia imposible que se administra sobre los muertos, sino sobre las palabras». Esas palabras «jurídicas, periodísticas, médicas, policiales, al viento» que Félix Romeo manejó como piezas del puzzle que constituía «el fuego sin fuego» de sus muertos . Muertos como Chusé Izuel, su amigo del alma, a cuyo suicidio inexplicable trató de dar respuesta en «Amarillo» , su anterior novela.
Como termina David Trueba, «su corazón, ah, amigos, ésa es otra historia que no cabe aquí»
Pero también palabras como las que depositó su padre encima de su ataúd y que hoy conocemos gracias a «¡Viva Félix Romeo!» , una edición no venal en la que, con motivo de la publicación de la novela, Mondadori ha recopilado los emotivos recuerdos de Ignacio Martínez de Pisón, Martín Casariego, Javier Cercas, Luis Alegre, Antón Castro, Daniel Gascón o David Trueba, entre otros.
Son testimonios que, como escribe Alegre, demuestran el «impresionante afecto que despertaba» el escritor y la «coincidencia abrumadora sobre su bondad» . No obstante, una de sus frases epistolares favoritas era «Todos los besos del mundo». Y es que, según Casariego, «Félix era ancho, enorme, excesivo y apasionado». Con un «talento literario muy especial», aunque dudara de su capacidad, «pareció nacer leyendo» y, según Castro, se convirtió en «un intelectual al que no le gustaba ese vocablo» . Como apunta Cercas, «era un personaje» que «fabricó lectores, cinéfilos, escritores».
En esas páginas, Martínez de Pisón revela que «le gustaba abrazar en los funerales porque no toleraba la tristeza de los demás» y Gascón confirma lo que muchos suponían: «Detestaba la idea de inmortalidad, la conciencia de la muerte hacía que quisiera disfrutar de la vida al máximo ». Esa vida que latía, inmensa, en un corazón que, como termina David Trueba, «su corazón, ah, amigos, ésa es otra historia que no cabe aquí».
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