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TIEMPO AL TIEMPO

Tiempo pretérito

ABC fue una referencia cultural de primera clase y sus «terceras», auténticas lecciones magistrales

Juan-Julio Fernández

Mi relación con los diarios empezó en La Palma mediados los años cuarenta del ya pasado siglo con el Diario de Avisos, hoy decano de la prensa de Canarias, entonces hoja volandera que hacía honor al nombre y que aparte de información local traía muy pocas noticias nacionales o internacionales, casi todas tomadas al oído de una radio, no sé si todavía de galena, y que cuando no se captaban bien, el único redactor fijo suplía con comentarios sobre el hambre que se pasaba en Rusia o sobre la pertinaz sequía en la Península. Ya, más consciente, el ABC, con el mismo formato que hoy sigue teniendo, era fuente de formación y también de información, aunque lejos del tiempo real, pues a la isla llegaba con evidente retraso en los barcos que recalaban los martes y los viernes. Y, desde entonces, en remesas de tres o cuatro, fue una referencia cultural de primera clase y sus “terceras”, auténticas lecciones magistrales que servían y daban para mucho.

Por los cincuenta, ya en Madrid para iniciar mi andadura universitaria, el hasta entonces periódico empezó a ser diario y mis compañeros en la pensión a la que fui a dar allá por la Glorieta de Quevedo –casualmente, de Las Palmas-, con no poca guasa, querían hacerme cree a mí, el novato, que la cantilena con la que nos despertaban cada mañana los voceadores de «¡Arriba, el ABC, Ya!», los tres diarios de la mañana de los que solo sobrevive el ABC, era un imperativo «¡Arriba, lávese, ya!», previo a coger el tranvía para ir a La Moncloa y dejarlo por otro que nos llevara a la Ciudad Universitaria, en la que, a poco, acabé viviendo en uno de sus Colegios Mayores.

Nunca he dejado de leer —o con premuras, de hojear— estas páginas, dentro y fuera de España, y ahora que casi por carambola me llega la oportunidad de meterme en ellas, siento una mezcla de orgullo y de responsabilidad por estar a la altura de sus exigencias. Pierre Trudeau, que empezó su carrera como escritor y acabó siendo primer ministro de Canadá, carismático y polémico, dijo en alguna ocasión, que su país tenía que abrir ventanas para no asfixiarse y yo, salvando las distancias, siento la misma necesidad aquí en Canarias, de las que, con las mejores intenciones, se menciona mucho su ‘tricontinentalidad’, olvidando a veces que somos, además de islas ‘aisladas’ —cada día menos— la punta suroccidental de Europa, que está al norte y que, lo mejor para nosotros, es que siga siendo norte.

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