Dobles parejas
Aguirre y Botella han coincidido en algo más que el partido. No han sido las primeras
Para Jerry Seinfeld la explicación del esmoquin está en la mente de las mujeres, que piensan «ya que todos los hombres son iguales, ¿por qué no vestirlos igual?». Para saber por qué las mujeres se visten parejas tendríamos que consultar a un antropólogo de guardia, porque algún rollo tribal habrá en ello. Lo hay un viernes por la tarde en la puerta del VIPS de Ortega y Gasset de Madrid (con todas esas adolescentes miméticas de pelo largo y pantalones pitillo). O en las escaleras del Palacio de la Zarzuela (Doña Letizia y Carla Bruni en una perfecta coreografía a lo «Nowadays» de «Chicago»). O en la sede del Gobierno regional madrileño, donde el lunes Esperanza Aguirre recibió a Ana Botella en el remake institucional de «¡Vaya par de gemelas!».
Del mismo patrón
Una cosa es coincidir con un vestido el mismo día, incómodo sucedido que pueden contar Elvira Lindo y Noor de Jordania (en la boda de los Príncipes); la Reina Doña Sofía y Mariló Montero (en una recepción palaciega del 12 de octubre), o Carmen Lomana y Marta Sánchez (en la Vogue Fashion's Night Out), pero otra es coincidir en el espíritu. Lo hicieron hace tres años María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría, ambas con vestido rojo. Y ahora, las mujeres al frente del Gobierno regional y la alcaldía de Madrid, que son del mismo partido, pero, sobre todo, del mismo patrón. Aunque parece como si Ana Botella se hubiera vestido de Esperanza Aguirre, que vuelve a lucir su chaqueta favorita. Botella también tiene un distintivo, pero no lo llevaba ese día. Lo suyo es una simple flor de fieltro en la solapa. A veces pienso que si te acercas mucho, la aprieta y lanza agua, como los payasos.
Frente a la tatuada Cristina Cifuentes, las otras dos amazonas del poder madrileño (porque aquí ni gineceo ni serrallo) son más clásicas en su estilo. Aunque se empeñen, otro parecido, en enseñar pierna. Pero la media tupida disimula. Al final, la solución antropológica la tenía Elsa Schiaparelli: «Las mujeres se visten como las otras en todo el mundo. Lo hacen para molestarse». También puede ser homenaje.
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