fragua histórica
Los alcaldes hablan
Los regidores del BNG denuncian algo claro y evidente en los últimos tiempos: la distancia con la ciudadanía
EN tiempos una nota casi única pero en declive del BNG era su asambleísmo, el de verdad, el más puro, no el de ahora, cuando apenas faltan dos semanas para una nueva asamblea nacionalista. Pero la vida y el funcionamiento democrático de los partidos no casa con la igualdad real y libertad de palabra y de crítica. Y más que los partidos, las atalayas ejecutivas. Los prebostes que dirigen, organizan e imponen laminando. Esta es una enfermedad que atosiga y ataca a todos los partidos políticos en este país. Puertas adentro sabemos cómo funcionan; hacia fuera, se aparenta. Algunos incluso llaman a cualquier cosa primarias.
Pero el divorcio en la familia nacionalista viene de atrás, y ahora amenaza con ruptura del frente. Porque en el fondo nunca ha dejado de ser un frente de partidos, donde uno prepondera y manda por encima de todo. Mientras las aguas corrían en el sentido que muchos querían que corriese no hubo problemas (el que se mueve no sale en la foto).
Ahora, alcaldes del Bloque dispersados por toda Galicia dan un paso adelante y llaman a la reflexión. Y denuncian algo claro y evidente en los últimos tiempos. La distancia con la ciudadanía. La misma que amenaza con convertirla en una fuerza marginal en el tripartidismo reinante, pero inefectivo sin las mayorías absolutas, aisladas o de izquierdas, en Galicia.
Cuanto antes el nacionalismo abra su debate, rompa con la miopía y el autismo de sus dirigentes frente a la sensibilidad política y social de los gallegos, antes enderezará rumbo y discurso. Las rupturas de los puentes, frágiles eso sí, trazados en los últimos meses, son evidentes. Las corrientes críticas, pero aún minoritarias, desafían abiertamente, aunque hacia fuera trascienda poco, a la omnímoda y todavía todopoderosa UPG. En juego no sólo el futuro, sino el presente inmediato. Romper la endogamia y la imposición es una asignatura crucial y vital para la formación si quiere sobrevivir a medio plazo.
Harían bien en escuchar y no tomar a beneficio de inventario las reflexiones de sus alcaldes. No hay elección más directa que la de un ayuntamiento, donde se vota como en ninguna otra arena al candidato más que al partido. Buena prueba es la elección del alcalde de Monforte, donde la pasada legislatura era el único ayuntamiento de la provincia con regidor nacionalista (y mayoría absoluta). Basta comprobar la fuerza real del Bloque en autonómicas, generales y europeas en el resto de comicios.
Los alcaldes hablan con conocimiento de lo que ven y oyen, de lo que la calle demanda. Y hoy los gallegos no quieren ideologizaciones ni discursos tan vacuos como estériles. Menos crisis internas y de cuitas de poder marcial entre prebostes de escaño fijo o sillón reservado. Las calles hay que patearlas. Y los alcaldes piden apertura, cambio, nuevo rumbo, cercanía y anclar de nuevo al nacionalismo en una sociedad que desconfía y recela. Así de claro, pero difícil que lo consigan. Y con ello se pierde otra oportunidad y otro tren. Tal vez el último.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete