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Una noche en los caucus

En el inglés que hablan en Estados Unidos, la palabra «caucus» es seguramente una aportación de los nativos americanos: nombre, verbo y, sobre todo, un ejemplo de democracia participativa

EMILI J. BLASCO

Aquí hay un corresponsal de España, así que vamos a demostrarle lo que es la democracia participativa americana, al modo de Iowa». A las palabras del orador, el periodista se siente obligado a levantar la mano y toda la congregación se vuelve hacia él. No es que en Altoona la gente no haya viajado —ya que no es como muchos rincones rurales de Iowa donde la crianza de cerdos es casi todo el universo—, pero un periodista extranjero provoca excitación y es ocasión para que quieran lucirse en su ejecución aquellos que se sienten tan orgullosos de este peculiar sistema para seleccionar candidatos presidenciales.

Bob Pence es de los que llegan con mucha antelación a la Altoona Elementary School, uno más de los 1.774 «precintos» —escuelas, iglesias, bibliotecas, alguna casa particular y varios supermercados— donde el pasado martes tuvieron lugar los caucus de Iowa. Desde 1974 abren el proceso de criba entre los aspirantes a la Casa Blanca. Bob luce una camiseta negra que a la espalda lleva el texto «A ningún hombre libre se le debe prohibir el uso de armas. Thomas Jefferson».

Aquí todo el que quiere puede hacer publicidad de cualquier causa política. James Staton ha llenado la escuela, especialmente las paredes del comedor donde tiene lugar la sesión, de carteles con el nombre de Rick Perry. Lynn Kant entrega a todo el que llega octavillas en favor de Mitt Romney. Precisamente de lo que se trata es de que unos vecinos convenzan a otros, sobre todo a los indecisos, de las virtudes de su candidato preferido.

Respeto y persuasión

«No me importa que mis vecinos sepan lo que pienso. Ellos me respetan y yo les respeto», explica Lisa Franklin, que ha llegado con su esposo y dos hijos, de 14 y 11 años. Lisa es una prototipo de republicana evangélica, para quien asuntos como la familia y el aborto son decisivos a la hora de decidir el voto. Por otras cuestiones políticas, ella votaría al libertario Ron Paul, sobre todo por su deseo de cerrar todas las bases militares de Estados Unidos en el extranjero, pero le convence más la insistencia de Rick Santorum en rechazar el matrimonio homosexual. El miedo a que los niños reciban una educación permisiva en las escuelas hace que muchos de estos llamados «social-conservadores» eduquen a sus hijos en casa. Eso hace Lisa. «Hoy están aquí como una experiencia educacional», dice.

El nombre de caucus se aplica a la reunión de los miembros de un grupo, especialmente en el marco político. Caucus es el grupo parlamentario de cada partido en el Congreso, por ejemplo, y también estos encuentros en los que se discute sobre los distintos candidatos y se emite un voto dentro del proceso de primarias. Otros estados, como Nevada, Maine y Kansas, también votan en caucus, pero la mayoría lo hacen con el método que impera en todas partes: el votante llega al colegio electoral, deposita su voto en la urna y se marcha.

Aquí el votante debe invertir por lo menos una hora. Los caucus republicanos de Iowa siempre empiezan a las 7 de la tarde (los demócratas, a las 6.30; esta vez no tuvieron protagonismo porque Barack Obama no tiene rivales dentro de su partido). Entre los vecinos de la Altoona Elementary School hay unos quinientos registrados oficialmente como republicanos. Todos ellos pueden votar esta noche. Al igual que los registrados como independientes que específicamente quieran registrarse por un día para poder participar en el caucus. Al final solo se presentan 135 votantes. Muchos de ellos se conocen por ser vecinos o, como correligionarios republicanos, por haber participado en alguna cita de activismo político.

Una vez confirmada la identidad al entrar, los congregados comienzan el acto poniéndose en pie, llevándose la mano al pecho y jurando lealtad a la bandera de Estados Unidos que preside la sala.

Luego, se renuevan el presidente y el secretario y se pasa un sobre para recoger donativos. O la crisis es muy profunda en Altoona o los vecinos son poco generosos, porque el número de billetes recogido no es especialmente abultado. Y tras los prolegómenos, al ajo. «¿Hay alguien interesado en derrotar al presidente Obama en las próximas elecciones?», pregunta el moderador, con ánimo de caldear el ambiente. «Yeah, yeah», responden voces aquí y allá.

Nadie sale al frente para defender la candidatura de Michele Bachmann, indicio del batacazo que la congresista del Tea Party está a punto de darse. En pro de Newt Gingrich aparece un vecino que en realidad reconoce que aún está indeciso, pero que quiere comentar que Gingrich es tan «elegible» como los demás a pesar de las «cosas que hizo mal en el pasado» (sobre todo que fue infiel a dos esposas). Más apasionado es quien se levanta a pedir el voto para Ron Paul. «Sé que no va a ganar, pero lanzaremos un fuerte mensaje», dice.

«¿Qué pasará dentro de 307 días?», pregunta a la audiencia James Staton en nombre de Rick Perry. «¡Que haremos de Obama presidente de un solo mandato!», se responde a sí mismo entre la ovación de los asistentes, que con más o menos convicción aplauden educadamente a cada uno de los oradores. Poco habituada a hablar en público, Lynn Kant postula en favor de Mitt Romney leyendo una carta enviada por su equipo de campaña. Al final es el turno del panegírico de Rick Santorum, pronunciado por un hombre de mediana edad algo nervioso que se coloca detrás las manos. En el proceso ha habido alguna pregunta sobre los programas de los candidatos, pero los asistentes no tienen ardientes deseos de gastar la noche debatiendo. Así que se pasa a la votación.

Sin miedo a fraudes

En el caso de los caucus demócratas, la votación es a mano alzada. Los republicanos votan escribiendo en un papel el nombre del candidato elegido. Aquí lo hacen en unos papelillos amarillos que luego son recogidos por algunos de los asistentes, ante el candor general de que los buenos ciudadanos no cometerán irregularidades. Luego, cinco personas designadas proceden a contar los votos. Hacen montoncitos con las papeletas de cada candidato y cada persona cuenta cada pila, ni lo hacen a la vista de la congregación ni tienen mayores supervisiones.

En esta escuela de Altoona se constata el «momento Santorum». El ex senador por Pensilvania gana con 42 votos, seguido de Paul (33), Romney (27), Perry (16), Gingrich (13), Bachmann (3) y Huntsmann (1). El resultado es comunicado por teléfono a la central del partido en la capital, Des Moines. Altoona queda más a la derecha que el conjunto del estado, pues la victoria final, aunque por solo por un puñado de votos, es para Romney, seguido de Santorum y Paul. Los asistentes marchan a casa, después de haber vaciado cumplidamente los grandes vasos de Coca-Cola y otros brebajes con los que habían llegado.

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