Hollywood
De Jane Fonda a Warren Beatty, siempre ha habido coqueteos con el activismo político
Las aguas turbulentas del Hollywood insurrecto y políticamente comprometido (los «Brangelinos» o Clooney, a día de hoy) no evocan a Heráclito porque vienen a ser siempre las mismas, desde que entre las volutas del cigarrillo de Humphrey Bogart se abriera paso su denuncia de la caza de brujas del macarthismo. Como si la historia se empeñara en acuñar una perpetua repetición de iconos, Jane Fonda ya se había coronado como heroína de cómic rediviva con «Barbarella» cuando en 1972 cogió el petate y se marchó a Vietnam a difundir una soflama contra su propio país a través de Radio Hanoi, igual que Angelina Jolie clamaba hace un par de años en el desierto de Darfur después de haber aparecido irreal (o pixelada) como Lara Croft.
Coincidencias o reincidencias, el antagonismo que hoy podría establecerse entre el «progre» Clooney y el defenestrado republicano Schwarzenegger se viene escenificando desde hace más de ocho décadas entre una «izquierda» cinematográfica que asomó pronto la patita con Charles Chaplin (los inquisidores de MacCarthy pusieron al genial Charlot bajo sospecha por utilizar la palabra «camarada») y una derecha de los valores tradicionales encarnada por John Wayne, que se erigió en uno de los principales puntales de apoyo a Ronald Reagan durante su etapa como gobernador de California. Pese a que el hombre tranquilo se había esforzado en proclamar que «tengo tanto de político como de tigre de Bengala», nunca escondió su ideología, y se quejaba amargamente de que los del otro flanco se llamaran a sí mismos liberales cuando «no escuchan jamás lo que de verdad piensas».
El dominio del ala zurda
La posición de Wayne (como la de Charlton Heston, más escorada, cerril y aferrada a un rifle) representa a una minoría, pues en Hollywood siempre ha sido dominante el ala zurda, con pertinaces activistas como Warren Beatty, quien, además de haberse lucido al augurar el resurgir de la izquierda en Europa tras la caída del Muro de Berlín, se echó a la calle contra «gobernator» Schwarzenegger en repetidas ocasiones. Otro espíritu inquieto es Sean Penn, a quien Hugo Chávez ha dedicado el piropo de «activista por los pueblos oprimidos del mundo». En sus ínfulas revolucionarias, Penn salta sin empacho de las alfombras bolivarianas a la polvorienta plaza de Tahrir, en El Cairo. Tim Robbins y Susan Sarandon también se han movido siempre en esa onda «antiimperialista» que lo mismo les conduce a protestas razonadas y razonables (como su oposición a la invasión de Irak en 2003) que a dislates como el de llamar «nazi» a Benedicto XVI. No conviene meter en ese mismo saco a Mia Farrow, quien (otra vez se cierra el círculo) comparte con Angelina Jolie la condición de embajadora bajo el paraguas de Naciones Unidas y la irrefrenable pulsión de adoptar niños.
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