Primera dama, un mundo difuso
Michelle, Carla, Samantha, Miriam... Cada una ha tenido que adaptarse a un estatus diferente. El denominador común es que su figura carece de reconocimiento oficial

«Primera Dama» es un concepto que se inventó para la mujer del presidente de los Estados Unidos . No olvidemos que la gran república norteamericana se segregó de la Corona británica. Provenía de una monarquía en la que el consorte del jefe del Estado tenía una posición reconocida. Así, se empezó a dar un papel a la mujer del «presidente de la república». Es decir, del presidente de los Estados Unidos. Pero el de «Primera Dama» sigue siendo un título que carece de reconocimiento oficial.
No obstante, la «Primera Dama» —en la actualidad Michelle Obama— cuenta con una oficina responsable de organizar las actividades sociales y el ceremonial de la Casa Blanca, y en la medida en la que la mujer del presidente es la anfitriona —hasta la fecha ninguna mujer ha ocupado la Presidencia de los Estados Unidos. La oficina de la «Primera Dama» es una rama del Executive Office of the President.
Algo distinto es el caso del Reino Unido , donde la mujer del primer ministro en ningún caso puede ser considerada «Primera Dama» porque allí lo es la Reina. Tanto la actual, que es titular del trono, como las consortes de futuros Reyes como el Príncipe de Gales o el Duque de Cambridge. En el caso británico se emplea el término —neutro— de «consorte del primer ministro». Con ello se ignoran las connotaciones sexuales. Entre otras cosas, porque hasta la fecha el Reino Unido ha tenido 44 consortes femeninas y uno masculino: Dennis Thatcher . Y hay que recordar que los británicos han tenido cuatro primeros ministros solteros —el último, Edward Heath, conocido misógino, entre 1970 y 1974— y varios viudos.
El consorte del primer ministro carece de una posición oficial y, por lo tanto, no tiene una retribución. Por ello, su papel púbico varía mucho en función del que ellos mismos quieran asumir. Norma Major, la mujer de John Major, siempre intentó no aparecer ante las cámaras. En cambio, Cherie Blair ocupó la atención pública por su propio trabajo y en su calidad de consorte del primer ministro. En la actualidad, Samantha Cameron, la más joven en esa posición desde Clarissa Eden en 1955, juega un papel en el que parece combinar bien su condición de esposa con su agenda pública. Por ejemplo, tuvo mucha repercusión la fiesta callejera que organizó en Downing Stret el día de la boda de los Duques de Cambridge. Su posición contrasta con la de la mujer del viceprimer ministro, Nick Clegg . La española Miriam González Durántez mantiene su carrera profesional como abogada y «lobista». Es vicepresidenta de Canning House —una especie de Casa de América londinense—, ha trabajado para la agencia de «lobby» DLA Piper y en la actualidad lo hace para Dechert, una firma legal de Filadelfia que cuenta con más de 800 abogados. Es también consejera del grupo español Acciona .
El caso más singular de todos es, sin duda, el de la primera dama francesa, Carla Bruni-Sarkozy , la única que tenía relevancia pública antes de que la carrera política de su marido lo llevara a ser el presidente de una república. Ella ha continuado su carrera como cantante y seis meses después de casarse con el presidente francés publicó el disco «Como si no pasara nada», y en 2011 ha intervenido en la película de Woody Allen «Midnight in Paris». Como esposa del presidente francés tiene una oficina en los apartamentos privados del Elíseo. Su papel es complementar al presidente acompañándolo o representándolo. Y ella ha asumido un compromiso con causas relevantes, como la lucha contra el sida.
En resumen: todas son distintas, todo es bastante parecido.
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