EL HERMITAGE DESEMBARCA EN EL PRADO
El esplendor de los zares
Es uno de los mayores y más importantes museos del mundo: atesora tres millones de piezas, de las que solo se exhibe un 3%. Esta es su historia
En 1764, la emperatriz Catalina II adquirió 225 lienzos de maestros flamencos y holandeses para llenar una galería del flamante Palacio de Invierno , que acababa de convertirse en su nueva residencia en San Petersburgo. El edificio regio había terminado de ser construido dos años antes, en 1762, según proyecto del arquitecto de origen italiano, Francesco Bartolomeo Rastrelli.
Esas obras de la colección privada de la soberana rusa constituirían el núcleo de una compilación que hoy día reúne unos tres millones de piezas pertenecientes a distintas épocas, civilizaciones y culturas. Solamente un 3% de todas esas obras pueden contemplarse en la actualidad.
En 1775 se culminó la construcción de la primera ampliación del palacio, el llamado «Pequeño Hermitage» , que sirvió como auditorio y teatro y abrió nuevos espacios para colocar las más de 600 nuevas obras que habían pertenecido al conde sajón Heinrich von Brühl. Había cuadros de Poussin, Rembrandt, Rubens, Watteau y muchos otros artistas de las escuelas francesa, alemana, italiana, flamenca y holandesa. Llegaron a la capital imperial rusa en 1769.
Pero pronto se quedó todo pequeño para tantos tesoros y Catalina II ordenó que continuaran los trabajos para agrandar su fastuosa residencia. El nuevo pabellón, llamado «Hermitage Grande» , fue terminado en 1787. Muy a tiempo porque en aquel año y en los precedentes habían recalado en el palacio cuatro nuevas colecciones con cientos de nuevos cuadros y esculturas, la del marqués francés Antoine Crozat, la del inglés Sir Robert Walpole, la del conde francés de Baudouin y la del banquero inglés John Lyde-Brown.
Un incendio en 1837
Las obras de arte pertenecientes a la emperatriz Josefina Bonaparte, la primera esposa de Napoleón, aparecieron en el Hermitage en 1815, tras el regreso de París de las tropas rusas. El Palacio de Invierno sufrió un terrible incendio en 1837 , pero se pudieron salvar a tiempo la mayoría de los cuadros y objetos, no así la decoración, el recubrimiento de las paredes y las lámparas de muchos de sus salones. Todo pudo ser restaurado en tan solo tres años.
En 1850, el zar Nicolás I compró varios cuadros del Palacio Barbarigo (Venecia), en donde falleció Tiziano . Entre los lienzos obtenidos estaba el «San Sebastián» del pintor veneciano que ahora podrá admirarse en el Prado. Dos años más tarde, el monarca ruso trasladó a un ala del palacio, que más tarde pasó a llamarse «Nuevo Hermitage», las colecciones más sobresalientes y la abrió al público por primera vez.
La llamada «Madonna de Benois» de Leonardo da Vinci fue a parar al Hermitage en 1914. Fue así bautizada porque perteneció al arquitecto de la corte Leonti Benois. Su viuda, María Alexándrovna, fue la encargada de hacer la transacción. Había recibido de Londres una oferta por valor de 500.000 libras esterlinas, pero, para que el cuadro se quedara en Rusia, se conformó con mucho menos, 150.000 rublos.
La galería real continuó en adelante dotándose de grandes obras maestras, sobre todo de la pintura y la escultura. En 1917, los bolcheviques transformaron en museo estatal todo el Palacio de Invierno , trágico escenario de la Revolución de Octubre, pero vendieron muchas piezas a coleccionistas.
Durante la II Guerra Mundial todas las existencias de los fondos del museo fueron evacuadas a los Urales. El Hermitage volvió a ser abierto tras la contienda. En 1948, los fondos del museo se vieron incrementados con obras de Monet, Renoir, Cézanne, Gauguin, Matisse, Picasso y muchos otros creadores europeos de finales del siglo XIX-principios del XX.
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