tenis
Petra Kvitova, del mundo rural checo al césped de Wimbledon
La tenista de 21 años, que acaba de alcanzar el número dos mundial, amenaza con su espectacular juego el reinado de Caroline Wozniacki

Las comparaciones históricas la avalan. Petra Kvitova ha sido la tercera debutante en el Masters WTA que ha conseguido llevarse el título . Las precedentes son ilustres: Serena Williams y María Sharapova . A esta última, en un simbólico cambio de guardia, la arrolló en la final de Wimbledon , el primer Grand Slam de la checa, que en su triunfal temporada acumula otros cinco títulos en Hobart, Brisbane, París, Madrid y Linz.
Con 21 añitos, Kvitova amenaza a otra niña precoz del tenis: la danesa Caroline Wozniacki , que con su misma edad es la número uno del mundo. Aunque quizá no por mucho tiempo. Los 7.370 puntos que acumula la checa tras su victoria en el Masters están peligrosamente cerca de los 7.485 de la danesa.
Pero lo único que tienen en común ambas, además de los años, es la melena rubia. Wozniacki, una niña bien escultural, es carne de prensa del corazón y un público poco versado en tenis pero muy interesado por sus fotos en biquini . En su momento, un sector de los medios daneses llegó a atribuirle una relación sentimental con Rafa Nadal. Y salero no le falta: con cierta dosis de mala leche, imitó el tirón que el mallorquín sufrió en rueda de prensa . En su cuenta de Twitter , ante cerca de 223.000 seguidores, cuenta detalles de sus viajes y sus compras.
Lo que no tiene la exuberante rubia es garra como deportista. Se echa de menos un Grand Slam o un Masters en su estantería, y le persigue la fama de pasabolas. Todo lo contrario que Kvitova: no solo ha conseguido ambos hitos, sino que convence con un tenis mucho más apasionante, mezcla de fuerza, inteligencia y sutileza. Toda la espectacularidad que a Wozniacki le sobra fuera de la pista y de la que carece dentro.
La checa representa la pureza del deporte. Su atractivo físico es corriente y no es muy dada a hacer monerías ante las cámaras. Ni siquiera mantiene una cuenta propia en Twitter, una rareza entre los tenistas.
Desde un pueblecito fronterizo
La suya es la historia de una chica del campo que sale a comerse el mundo. Tiene sus raíces en Fulnek, un pueblecito en la frontera de la República Checa con Polonia. "No es un sitio especial. 6.000 personas, cuatro pistas de tenis, un campo de fútbol y un castillo" , según lo definió la propa Kvitova en The Guardian .
Apenas habla inglés. Su raqueta se expresa por ella. Una raqueta que despierta esperanzas de que el tenis femenino vuelva a tener a una tenista de raza en su Olimpo, una digna sucesora de la mejor Sharapova. O más aún, una vuelta a los grandes años de las hermanas Williams. Verla jugar es hipnótico. Golpea cada bola con rabia, grita más que nadie, saca los dientes . Se deja llevar. En sus movimientos, la improvisación entierra al cálculo. Algo que suele ser un defecto, pero que en su caso funciona.
Porque Kvitova no se para demasiado a analizar las cosas, ni dentro ni fuera de la cancha. Tras ganar Wimbledon, declaró: "El año pasado estaba aquí, en el puesto 62 del mundo, y este año ya estoy en el 8 y he ganado Wimbledon. No sé por qué". Se le ha preguntado si cree que está en la vanguardia de una nueva era dorada del tenis femenino. Respuesta similar: "No tengo ni idea". ¿Y qué siente al convertirse en una deportista famosa y millonaria? Imagínense: "Nada. No sé. Ni idea".
No parece que la vida le haya cambiado demasiado. Aún vive en su Fulnek natal , y entrena en la ciudad de Prostejov, a una hora en coche. El trayecto lo hace en su Skoda de siempre. No se ha molestado ni en cambiar de coche.
Su formación ha sido igual de simple: "Mi padre fue mi entrenador hasta que cumplí los 16 o 17. Entonces solo jugaba una hora o una hora y media después del colegio. No pensaba que podría ganarme la vida como tenista. Después me mudé a Prostejov, porque vi que allí entrenaba gente como Tomas Berdych. Mis padres me animaron a dar el paso, porque en Fulnek no tenía contrincantes. Jugaba con mis dos hermanos y mis padres ", recordó la tenista para The Guardian.
De su contraposición con Wozniacki sale un viejo paradigma de antagonismo: la bonita niña pija de ciudad frente a la sencilla chica del campo ; la crónica rosa frente a la pasión por el deporte. La danesa vive en Montecarlo en un complejo que incluye piscina, sauna, gimnasio, salón para yoga y sala de boxeo. Pero el futuro pertenece a la chica del rural Fulnek.
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