Contamina, un pequeño pueblo aragonés con ETA en su memoria

Del blanco puro al negro más espeso pasaron escasos siete días. Siete de muchos días por delante frenados en seco por la sangre derramada de una ETA que, por entonces, ya había despuntado escasos años antes en su apuesta por la muerte ajena. Fue el primer atentado indiscriminado de ETA con la fórmula de la bomba. En una cafetería, en una calle de Madrid en la que esta pareja de recién casados había decidido hacer un alto en el camino de su primera semana de matrimonio. Buscaron mesa, conversación tranquila, sonrisas, besos mutuos regalados. Y encontraron la muerte. Antonio Alonso Palacín, de 30 años, y María Jesús Arco Tirado, de 26, estrenaban ilusiones, sueños compartidos, planes de futuro. Vida, ni más ni menos. El 7 de septiembre de 1974 celebraron su matrimonio en Contamina, una pequeña localidad de la comarca de Calatayud. Una semana sus cuerpos recibían sepultura en el cementerio de este pequeño municipio.

Fueron los primeros muertos aragoneses víctimas de ETA. Sus nombres figuran entre los primeros de una lista de más de 800 que han sumado, en total, las décadas acumuladas por las acciones terroristas de la banda, que también se han sentido de lleno en Aragón. La lista es larga. La de quienes encontraron la muerte en acciones terroristas cometidas en Aragón, y la de aragoneses que murieron en atentados fuera de la Comunidad. La lista es larga y, en ella, algunas acciones han quedado especialmente gravadas. Como el atentado contra la casa cuartel de Zaragoza que en noviembre de 1987 dejó once muertos —entre ellos cinco niños— y 88 heridos; el coche-bomba contra un autobús de la Academia General Militar que acabó con la vida de dos personas e hirió a otras cuarenta en enero de ese mismo año; el asesinato de Manuel Giménez Abad en mayo de 2000 en presencia de su hijo; los dos jóvenes guardias civiles del cuartel de Sallent de Gállego en agosto, también del 2000; el policía nacional nacido en Saviñán Julián Embid Luna, que pensaba ya en un retiro para disfrutar más de su pueblo natal y murió de servicio en Sangüesa (Navarra) en mayo de 2003 junto a otro compañero por una bomba-lapa... Son solo unos casos de una lista dramáticamente larga.

La sangre de aquella pareja de recién casados ejemplifica el drama anónimo, esas casualidades trágicas detonadas por el dedo de la sangre por bandera. Forman parte de la lista dentro de la lista. Porque unas víctimas fueron previamente escogidas con nombres y apellidos, mientras que otras pasaban por allí, sin más, y les tocó la onda expansiva de la muerte provocada.

Contamina, ese pequeño pueblo que está a un paso de las famosas aguas termales de Alhama de Aragón en la que fluye el turismo, vivió también con nombre propio, hace once años, cómo se truncaba la «caravana de la muerte» de ETA, dos furgonetas y un «coche-lanzadera» con el que la banda terrorista pretendía atentar en Madrid con 1.700 kilos de explosivo. No llegó a su destino. Allí, a la altura de Alhama y Contamina, una patrulla de la Guardia Civil de Tráfico dio el alto a una furgoneta que creyó ver con exceso de peso. Y allí acabó la ruta, desbaratada. Era víspera de navidades. Quienes huyeron, la otra furgoneta cargada de explosivos la dejaron abandonada junto a Contamina, donde se habían casado veinticinco años antes quienes habían muerto por ETA en una cafetería de Madrid, la misma capital a donde la «caravana» se dirigía. Aquella pareja de recién casados, su memoria, quizás, le puso el freno. Justo donde ellos se prometieron amor eterno, y la eternidad terrenal les duró una semana escasa por culpa de otra bomba que llevaba el mismo sello«MC1».

Aquella pareja de recién casados...