Encomendados a Bernanke y Trichet
El BCE no dejará de comprar deuda de la periferia europea hasta que Alemania active el nuevo fondo de rescate. La Fed mantendrá el precio del dineroen su mínimo histórico hasta 2013
Más madera, se grita. Y en las arcas de los Estados no resuena un tintineo. Solo el eco. Los Estados, de este a oeste y sin éxito, se han gastado hasta el último centavo en intentar aupar una economía —mundial— todavía en ruinas . Ahora tampoco quedan agujeros para apretar el cinturón. Los gobiernos ya no disponen de más medidas anticrisis. Por si fuese poco, el frenazo en la recuperación económica ha terminado por noquearles. Solo les queda encomendarse a las autoridades monetarias. ¿Qué pueden esperar de Jean Claude Trichet y Ben Bernanke? Hasta ahora, ni el Banco Central Europeo (BCE) ni la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) han dado con las claves para atajar esta tozuda crisis.
Con los gobiernos desorientados, los mercados esperaban este viernes que llegase un soplo de aire fresco desde Washington. Pero Bernanke aplazó cualquier medida de estímulo —esto es, activar la máquina de hacer dinero— hasta al menos el 21 de septiembre. Eso sí, a principios de agosto aseguró que mantendrá los tipos de interés en su mínimo histórico, entre el 0% y el 0,25%, hasta 2013.
En Fráncfort, el supervisor europeo lleva varias semanas comprando deuda soberana de Italia y España. Trichet sacó la billetera para adquirir títulos de ambos países y alejarlos de esas tensiones. Desde el 7 de agosto se ha gastado cerca de 37.000 millones en «rescatar» a esos dos Tesoros .
Cada uno desde su propia filosofía —acaso desde su propia naturaleza— ha sacado a relucir sus armas para atacar la crisis. ¿Quién lo ha hecho mejor? «Lo único claro es que no han sido eficaces», dice Arturo Bris, profesor del IMD Business School de Suiza. «Hicieron lo necesario», matiza Marian Fernández, responsable de estrategia de Inveris Banco.
Desde que estalló la crisis, en el ya lejano 2007, Trichet, presidente del BCE, y Bernanke, director de la Fed, cada uno desde su prisma, persiguen un mismo objetivo: impedir la parálisis del mercado interbancario y sortear un crac como el de la Gran Depresión. Se puede decir que el inicio de la crisis se oficializó cuando en agosto de 2007 el BCE y la Fed —y los bancos centrales de Japón y Canadá— intervinieron en el sistema para asegurar la liquidez de los bancos, que acababan de revelar que en sus carteras se habían podrido las hipotecas basura. El emisor europeo «fabricó» 95.000 millones de euros y su colega al otro lado del Atlántico repartió entre los bancos norteamericanos 17.500 millones de dólares .
Cambio de rumbo
Al poco tiempo de la aprobación de ese paquete de liquidez, en septiembre de ese mismo año, la Fed dio un giro radical a su política. Tal vez anticipando lo que se venía, Bernanke aplicó una primera reducción de los tipos de interés, del 5,25% al 4,75%. Y aquí empezaron a hacerse latentes las divergencias entre los dos modelos. «Es que entre las obligaciones de la Fed también está la de potenciar el crecimiento y el empleo», explica Miguel Ángel Rodríguez, profesor del Instituto de Estudios Bursátiles. Y Ben Bernanke ha seguido al dedillo lo que dicen los estatutos de la Reserva Federal.
Cuando el cáncer de las hipotecas «subprime» se enquistó, la Fed puso toda la carne en el asador. Desde 2009 ha llevado a cabo dos procesos de expansión monetaria agresivos —los conocidos «quantitative easing». Washington imprimió 1,4 billones de dólares para que el crédito volviese a fluir de la banca a los ciudadanos. Uno de los riesgos de esta política es que se dispare la inflación. Pero cuando de crear empleo se trata, la Fed deja su obsesión por los precios en segundo plano.
Fráncfort, en cambio, es prisionero de esa misma obsesión. Los estatutos del BCE dejan bien claro que debe limitarse a controlar los precios. Y así decidió que, tras la inyección de dinero, el paso correcto era aumentar el precio del dinero. «No olvidemos que fue fundado a imagen y semejanza del Bundesbank alemán», dice Rodríguez.
Fue Grecia, en mayo de 2010, quien puso a Trichet contra las cuerdas. Para salvar a Atenas de la bancarrota, el BCE, a regañadientes, tuvo que comprar deuda helena. Y más tarde de Portugal e Irlanda. Y por último de España e Italia. En un año, Fráncfort se ha gastado 110.271 millones de euros en rescatar a la periferia de la eurozona. Por si fuese poco, la banca europea tampoco da señales de vida. Y como Fráncfort no puede, como sí hace Washington, imprimir euros para dárselos a sus bancos, abrió una «barra libre» de liquidez. Crédito fácil y barato a las entidades financieras.
Esa facilidad a la hora de aflojar la cartera nunca ha gustado a Alemania, país ortodoxo en cuanto a la política monetaria se refiere. En las últimas fechas, hasta el jefe de Estado alemán, Christian Wulff, con un cargo meramente diplomático, se saltó su protocolo y cargó contra Trichet por sus compras masivas de deuda periférica. La línea dura de Berlín cree que esa política alimenta la inflación y fomenta el gasto irresonsable entre sus socios europeos.
Fráncfort, a dos bandos
«Y lo va a seguir haciendo hasta que el fondo de rescate europeo no se active y asuma esa competencia» , dice Marian Fernández. «Alemania, pese a los últimos datos de su economía, está muy bien. De cara al exterior es lo que hace siempre, mantener esa imagen de austeridad y fortaleza», dice Arturo Bris, quien cree que Trichet ya respondió a las exigencias de Berlín.
No solo obligó a tomar medidas de austeridad a la Europa más débil a cambio de esas compras de bonos, sino que cambió su política de tipos en la línea contraria de la Fed. En 2008 los puso en el 4,25% cuando Bernanke ya los había dejado en el 0,25%. «Fue un error», dice Bris. Y rectificó. Y en la primera mitad del año ya ha subido los tipos desde su mínimo del 1% al 1,5%. Todo un gesto hacia una Alemania que salía ya de la crisis con fuerza mientras sus socios del euro reptaban. Pero el motor europeo también está ahora parado. Lo que hace pensar a los analistas que Trichet volverá a rectificar. A finales de año o principio de 2012. Mientras, Washington mantendrá los tipos en su mínimo histórico. Y engrasa ya su máquina de fabricar dólares.
Noticias relacionadas
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete