En el «Air Force One» papal
Benedicto XVI no esperó a pisar suelo madrileño para lanzar sus primeras dianas contra la crisis y la pobreza
El privilegio de viajar con el Papa conlleva respetar reglas inflexibles y, por supuesto, madrugar mucho. Las comprobaciones de seguridad en el aeropuerto incluyen siempre el registro manual de la maleta y, hasta hace poco, separar las pilas de todos los despertadores, radios, etc. No debía haber nada eléctricamente activo en la bodega. A cambio se reciben todos los discursos del Papa para el día, pero con riguroso embargo, incluso de transmisión o comunicación de contenido. No debe haber ninguna filtración por adelantado.
El Papa es el último en subir al avión —siempre el vuelo especial Alitalia AZ 4000— en el que esperan el medio centenar de periodistas y la treintena de selectos funcionarios del Vaticano. Cuando el vuelo arranca en el aeropuerto de Fiumicino, el Papa sale del Vaticano en helicóptero quince minutos antes del despegue. Bastan seis o siete minutos para aterrizar con el helicóptero de la Aviación Italiana a sólo veinte metros del avión. Cinco minutos después, el aparato rueda por las pistas, vigilado por dos helicópteros de la policía hasta el momento del despegue.
En la parte posterior del avión, que es una zona de trabajo, cada periodista se sienta donde prefiere y, afortunadamente, hay asientos libres para dejar el ordenador, las cámaras, etc. Tan sólo se reservan las dos o tres primeras filas para los fotógrafos y cámaras de televisión que grabarán el encuentro informativo con el Papa con los 56 periodistas que le acompañan.
El desayuno es rápido, para tener cuanto antes el encuentro con el Papa, que ayer se presentó con un color más moreno y más sano, fruto de estos días de descanso en Castelgandolfo.
«La verdad no se impone»
Sus palabras fueron directas: «Queridos amigos, buenos días. Estoy contento de viajar con vosotros a España para este gran acontecimiento…». En realidad, somos los periodistas quienes viajamos con el Papa, pero Benedicto XVI es extraordinariamente amable e incluso afable, como demostró felicitando a Paloma Gómez Borrero, que ayer celebraba su cumpleaños. Después lanzó sus primeros mensajes de esta Jornada Mundial de Juventud. Abordó directamente la crisis económica, que nubla las esperanzas de muchos jóvenes. «En la crisis económica hay una dimensión ética que no es exterior sino interior», señaló.
No aludió directamente a la hambruna que asola el cuerno de África pero estaba clara su intención cuando pidió a Europa que «ayude a otros países donde el sufrimiento es mucho mayor». Benedicto XVI también pidió que no se malinterprete la búsqueda de la verdad con intolerancia. «La verdad pueda ser acogida solo en un clima de libertad. La verdad no puede imponerse. La verdad busca de por sí el diálogo: escuchar y entender al otro».
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