El Ebro nace en Fontibre y nos recuerda nuestro destino
Allí donde nace el río brota el agua que sacia la sed de parte de España, trenzada en sus afluentes
![El Ebro nace en Fontibre y nos recuerda nuestro destino](https://s3.abcstatics.com/Media/201108/07/fontibre--644x362.jpg)
El buey está plantado tras el quitamiedos, negro de antracita con vetas de plata quemada. Tiene los cuernos ondulados de las mitologías indostánicas y contempla a los que pasan con el desdén de los rumiantes que han sido humanos. Tras su testuz, las cuestas de Alto Campoo propagan la «summa theologica» del verde: la lluvia memorizada por generaciones forma parte de la singularidad cántabra. El buey podría ser trasunto de Apis o del propio José María de Pereda , reencarnado «Peñas arriba» para observar las raras costumbres de todos los que, peregrinos de la razón, acudimos al nacimiento de los ríos como si pudiendo volver a examinarnos niños descubriéramos en qué nos vamos equivocando, qué tienen los ríos reales que decir a los metafóricos en los que todos, desde Homero a Mark Twain, pasando por Heráclito y Manrique, nadamos, buscamos nuestro cambiante rostro, nos desvanecemos.
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Después de haberlo cruzado en almadía de jaladores en Marivet, donde ya presiente que el mar es su destino y sueña en un delta que le equipare a los de los grandes hermanos-padres (el Nilo, el Misisipi, el Congo), cómo no entrar en Fontibre, donde sigue naciendo el Ebro a pesar de las tonterías que hemos cultivado con ahínco. Cuando la educación estaba basada en la memoria, cantar el origen de los ríos de España, su trazado provincial y sus principales afluentes contribuyó, junto al servicio militar (tan igualitario, y tan denostado) y la necesidad de migrar para estudiar (antes de caer en la locura del nuevo rico de levantar en cada capital una universidad y un museo de arte moderno, como quien compra un escudo de piedra para fundar una hidalguía) lo que Arcadi Espada llama, en un libro que habla de España con tanta lucidez como melancolía, «Ebro/Orbe», de la «la trama de los afectos». Cita el polemista a José Ramón Marcuello («el disco duro del río: ha escrito todos sus libros fundamentales») para constatar que «el Ebro no existe. Es una construcción puramente imaginaria». Porque esta España que se abonó a las identidades desaforadas, se pelea ahora por apropiarse del tramo del río que corre entre sus lindes . Hoy, dice Espada, «los asuntos españoles no han devenido en asuntos europeos, sino en asuntos extremeños, catalanes, vascos o gallegos». Así no hay trasvase posible entre España rica y España pobre, entre España seca y España húmeda, aunque los ciclos hidrológicos estén empezando a dibujar un paisaje tan cambiante como el de nuestro rostro cuando queremos fijarlo en el curso del mismo río que nunca puede, filosófica y científicamente, ser el mismo.
La alegría de un niño
Cuando aparece el agua, y canta, es difícil no volver a alegrarse como un niño. Citado por Plinio el Viejo en el siglo I, Fonte Iberis (Fuente del Ebro) es descrita en la prosa provincial como un lugar donde brotan de subsuelo «burbujas a un ritmo de 500 litros por segundo. Las aguas manan de una formación caliza que en realidad es la surgencia en la que reaparece parte del caudal del río Híjar. La cuenca del Ebro nace en el entorno del pico Tres Mares, en Alto Campoo, resguardado por los montes próximos de La Guarida y las peñas de Arbejón y Campana, con laderas donde abundan hayas y quejigos». Es triste que la maqueta que recrea todo su cauce, que es la espina dorsal de España, esté tan deteriorada como el país que intenta mantener unido con su trenza de agua.
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