teatro
Las ferias ante su encrucijada
A menos de un mes del próximo certamen de Ciudad Rodrigo, este tipo de eventos destinados a los profesionales y subsidiariamente al público afrontan una nueva etapa para su supervivencia

Los últimos datos disponibles acerca del número de estrenos de teatro, danza y música en España durante el año 2008 arroja una cantidad elevada, un millar de espectáculos para el «consumo» de aproximadamente doce millones largos de espectadores por año. El número de estrenos con variaciones, al alza o a la baja poco significativas, se repite desde hace una década y en estos años de crisis oficiosamente el número de propuestas presentadas por primera vez, apenas se ha reducido.
Una significativa mayoría de estos estrenos, más de la mitad, se corresponden con grupos radicados en las comunidades de Madrid y Cataluña. Castilla y León, en este mismo periodo, estrenó 37 producciones para exhibirse en la región y en el resto de España. Este número de estrenos sobrepasa la demanda de espectadores de artes escénicas y música, e incluso la posibilidad de programarse en la tupida red de teatros de titularidad pública o privada, existente en el territorio nacional, lo que impulsó la creación de las Ferias de Teatro.
La iniciativa consiste en programar durante una semana el mayor número de espectáculos posibles, debidamente seleccionados, para mostrarse ante gerentes de teatro, programadores, distribuidores y otras profesiones ligadas a la venta u organización de eventos. La muestra para profesionales a su vez tiene otra vertiente, la exhibición ante el público que acogía una de estas ferias, y un importante efecto colateral, en poblaciones pequeñas como Ciudad Rodrigo (Salamanca) en el ámbito de Castilla y León, el incremento del turismo y la facturación comercial.
Lo que comenzó con un lógica, exhibir espectáculos escogidos en cuatro puntos cardinales, sufrió la metástasis del Estado de las Autonomías, hasta el extremo de contar con unas 14 ferias en el territorio nacional, sufragadas por las respectivas comunidades autónomas, el Ministerio de Cultura en muchos casos, corporaciones locales, a veces, y entidades de ahorro cuando existía la obra social y cultural, porque el precio de venta de localidades no resulta significativo en el cómputo de ingresos.
Un análisis superficial podría arrojar un balance positivo, pues cuantas más ferias se organicen, mayores posibilidades existen para que ese millar de espectáculos estrenados sean vistos por potenciales compradores; sin embargo, no se ha conseguido este deseado efecto con excepción de aquellas ferias que mantienen un alto grado de especialización, como es el caso de Feten en Gijón para teatro de niños y algunas otras entre las más veteranas por tradición y prestigio.
Los problemas de las Ferias, que ahora se tambalean en época de crisis, obedecen a diversas motivaciones, no ajenas a su elevado número. Otros inconvenientes, no lograr un nivel de autosuficiencia financiera, sustentada en el pago de los espectadores, la ayuda económica del tejido turístico y comercial de las localidades organizadoras, y el apoyo económico de las entidades locales, que se promocionan con las ferias.
La indefinición de contenidos o artística tampoco favorece. Las compañías de referencia tienen sus propios canales de distribución y las ferias han quedado para el lanzamiento de noveles o de compañías ligadas un territorio, con calidad, pero con una deficiente estructura comercial. Por último, señalar el limitado impacto mediático, que no traspasa las fronteras de la región.
Cierto que las ferias se organizan para los profesionales —gestores, programadores, propietarios de teatros de paredes (salas comerciales)—, a los que corresponde valorar, seleccionar y contratar. Sin embargo, la experiencia es que al aumentar el número de ferias un gestor de un teatro no dispone tantas semanas al año para ausentarse de su puesto de trabajo y el resultado se traduce en un nivel de asistencia que no cumple con las expectativas de las compañías participantes en estos eventos.
A estos relativos resultados de contratación en una feria por parte de los gerentes de los, hasta ahora, teatros públicos, que minimizaba el aspecto comercial, se unen ahora otras dificultades por el cambio en la gestión de los teatros que ya no aseguran un caché, por las drásticas restricciones presupuestarias de los ayuntamientos, sino que ceden el local para que las compañías vayan a taquilla. Este cambio en el modelo de programación obliga reformular estos escaparates para conjugar conceptos como cultura, entretenimiento y espectáculos sostenibles, a reducir su número y procurar su especialización.
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