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Edición definitiva de los cuentos de Unamuno
Miguel de Unamuno, junto con García Lorca, se halla entre los autores españoles que han generado la bibliografía más extensa en los últimos años. Estamos ante un escritor llamativamente prolífico, obsesionado por convertir en literatura su agónico vivir diario. De ahí que no sea fácil deslindar lo subjetivo de lo científico. Esa condición es una de las claves de la atracción que provoca su obra, siempre polisémica y accesible a todo tipo de registros e interpretaciones.
La causa hay que buscarla en las contradicciones de los editores en la datación de los relatos de Unamuno
Esta peculiaridad humana y creativa se hace patente en este trabajo de Óscar Carrascosa, un trabajo que (aunque de excesiva profundidad erudita en una edición de este tipo) cumple con el objetivo esencial: ofrecer al lector una edición limpia de los cuentos de Miguel de Unamuno, considerando la convergencia de géneros que presentan muchos de ellos, lo que dificulta la selección y los criterios seguidos. En su «Introducción» Óscar Carrascosa repasa la obra narrativa unamuniana a la luz de los especialistas que se han ocupado de ella, centrándose en las aportaciones decisivas de Laureano Robles y Ricardo Senabre, en las que apunta ciertos errores, discutibles sin duda.
Mezcla de géneros
A pesar de lo dicho, resultan luminosas ciertas observaciones, sobre todo las referidas a la mezcla de géneros en ciertos cuentos. El primero de ellos es Ver con los ojos, aparecido en 1886 en El Noticiario Bilbaíno, con el seudónimo de Yo mismo. La crítica parece unánime respecto a la fecha, pero no falta alguna interpretación distinta: Laureano Robles considera que el primero de los relatos unamunianos es Los médicos y el enfermo, escrito en torno a 1880-1882. Óscar Carrascosa considera que «fijar el resto de la producción ofrece diferentes contrariedades». La causa hay que buscarla en las contradicciones de los editores en la datación de los relatos y en la incorporación a este género de textos que nunca fueron cuentos. Es el caso de E. K. Paucker, al incorporar como cuentos tres capítulos de Niebla. Se olvidan aportaciones novedosas, como la de R. Osuna, descubridor de ¡El amor es inmortal, que acabaría incorporado como capítulo séptimo de La tía Tula.
Solucionado el problema de las fechas de elaboración, Óscar Carrascosa, partiendo de la edición de R. Senabre, establece el listado definitivo: 87 cuentos, fechados cuando su datación ha sido posible. De entre la relación lo más novedoso es la incorporación de Beatriz, Euritmia y ¡El amor es inmortal!. La «Introducción» se completa con «El cuento hasta 1898» y «Textos fundamentales sobre el concepto unamuniano del cuento literario», que incluye tres bloques temáticos, «Fuentes primarias, secundarias y terciarias·. Los cuentos se presentan con abundantes notas que facilitan ciertas claves de lectura e interpretación tal vez más orientativas para el lector que la profundidad de ciertas observaciones presentes en la «Introducción.
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