Los 20 «OSCyLES»

Artistas de la categoría de Alessio Bax, Nicholas Angelich, Gidon Kremer, Vadin Repin, Victoria Mullova, Marc Coppey, Nelson Freire, Asier Polo, Simon Trpceski, las hermanas Labèque o los hermanos Capuçon; directores como Vasily Petrenko, John Nelson, Jimmy Chiang, Víctor Pablo Pérez, Michal Nesterowiczç o Dima Slobodeniouk (además, claro, del propio Lionel Bringuier), y compositores de ayer y de hoy, desde Mozart a Sebastian Fagerlun, conforman la nutrida pléyade de músicos que acompañarán a la Sinfónica de Castilla y León (OSCyL) a lo largo de estos veinte «Oscyles» que celebra la orquesta de esta comunidad.
Veinte programas (más uno) con un repertorio variado, interesante y bien pergeñado, que conjuga obras emblemáticas de la literatura musical (La mer de Debussy, Ma mère l’oye de Ravel, El aprendiz de brujo de Dukas, Don Quixote de R. Strausss, Tres danzas de El amor brujo de Falla, la Sinfonía del nuevo mundo de Dvorák o la Novena de Beethoven) junto a otras menos habituales, de factura predominantemente contemporánea (siglos XX y XXI).
Exigencias orquestales
Entre éstas cabe destacar la Sinfonía Turangalila, de O. Messiaen, estrenada en 1949 en el Carnegie Hall por Bernstein y la Sinfónica de Boston, pieza inhabitual en salas de concierto debido a sus proporciones (diez movimientos, 90 minutos de duración) y particulares exigencias técnicas y orquestales (abundante percusión, y como instrumentos solistas, el piano y las ondas martenot —instrumento monofónico compuesto por teclado, altavoz y generador de baja frecuencia—). Una obra, sin embargo, de enorme impacto y espectacularidad, «capolavoro» de las técnicas de composición oriental (gamelán balinés), ritmos hindúes y combinaciones sonoras exploradas por Messiaen durante años; originalísimo «himno de amor y alegría» creado pocos años tras su salida de un campo de concentración.
La evocación de un campo de concentración constituye, curiosamente, el argumento de parte de otra gran sinfonía, la Sinfonía de las lamentaciones del compositor polaco H. Górecki (1933-2010), quizá la partitura más conocida de su autor, centrada en las diferentes formas que reviste el dolor maternal: el de la Virgen María ante la muerte de Cristo —1er. movimiento—; el de la adolescente que invoca desde su celda a sus dos madres: la de la tierra y la del cielo —2º movimiento— , y el de la madre que busca a su hijo tras la guerra —3er. movimiento—. Emotiva partitura, que concede un papel sustantivo a la voz —soprano— y a las cuerdas.
Nova novorum
Particular interés reviste el Concierto para flauta y orquesta (2006) expresamente creado por Marc-André Dalvabie (1961-) para el flautista Emmanuel Pahud, que tocará con la OSCyL este mismo concierto en diciembre. Discípulo de Cage y de Boulez, Dalvabie (actualmente profesor de armonía del Conservatorio de París) es uno de los exponentes de la música espectral. Su investigación sobre las texturas, el movimiento del sonido por el espacio, las relaciones tímbricas entre los instrumentos se plasma bien en esta pieza, de enormes exigencias, por otra parte, para el solista.
El estudio del sonido y, más en concreto, de las resonancias, vincula la obra de Dalvabie con Gerok, de Isabel Urrutia (1967), pieza ganadora del premio de composición de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas (AEOS) en 2007, en la que la compositora vasca estudia los efectos de resonancia producidos por diferentes bloques sonoros.
En lo que al resto de propuestas contemporáneas se refiere, el programa (que puede consultarse en la web de la OSCyL: wwww.fundacionsiglo.com), ofrece tres estrenos en España: el Concierto para cello y orquesta (2001) de Elliot Carter, Ignite (2010) de Sebastian Fagerlun, y el Concierto para violín (2010) de James McMillan, que cuenta con el atractivo de ser interpretado por su propio dedicatario, el violinista ruso Vadim Repin.
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