TOUR DE FRANCIA
La mejor manera de perder
Contador destroza la carrera desde la salida y casi llega solo a Alpe d’Huez, donde le bate Rolland, y Evans acaricia el Tour

Unos 200 metros más allá de la cima de Alpe d’Huez, Frank Schleck busca el autobús del Leopard. Su hermano Andy es el líder del Tour y él es segundo, a 53 segundos. Suena bien, pero engaña. Frank va con la mirada baja. Hasta que escucha un voz familiar. Su esposa, con la cría en brazos. No hablan. Ella lo nota enseguida. Y le abraza. Frank echa a llorar acodado en una valla. Al bebé, que nada sabe, se le escapa un puchero. Su padre y su tío Andy encabezan la general de un Tour que, sin embargo, acaban de perder ante Evans (situado a sólo 57 segundos), favorecido por la contrarreloj de Grenoble. Bella derrota, como la de Contador. [Así hemos contado la etapa]
No se duerme bien después de perder primera vez el Tour. Cuando Alberto Contador apagó el jueves la luz de su habitación se sentía en deuda. El Galibier le había consumido . Notaba su orgullo encasquillado. Nunca se había metido así en la cama: abatido. Entonces lo pensó. La etapa siguiente, la de ayer, empezaba donde acabó la de su derrota, en el Galibier. Un monte lleno de pólvora. Contador se durmió con la cerilla en la mano. «No sirvo para ir en el grupo. Para eso me voy a casa» . Tenía que atacar en la primera etapa tras su primera gran derrota. «Se lo debía a mucha gente».
Tenía que intentarlo por su familia y los ánimos que le regalan. Por su madre, por el disgusto que le dio cuando una noche del pasado verano le dijo lo del lío con el clembuterol. Por su padre y los nervios que le impiden ver a su hijo correr. Por su hermano Fran, por su novia, por las caricias de todo un año cuestionado tras el positivo en el pasado Tour. Tenía que buscar el triunfo por él mismo y su orgullo de campeón . A eso salió. Era una etapa tan breve como brutal: 109 kilómetros resumidos en la subida y bajada al Galibier y el final en las 21 curvas de Alpe d`Huez. Zumo concentrado de Tour. Maravilloso día gracias a Contador.
Contador, al ataque
Corrió para los demás. Si hubiera querido ganar en Alpe d’Huez no habría atacado desde la salida. Era un suicidio calculado . La historia de este deporte se adorna con días así. Apenas 24 horas después de quedar K.O, se levantó sobre sus pedales en la primera rampa de la parte inicial del Galibier, en el Telegraph. Se llama así por la torre que formaba parte de una línea de Telegrafó. El mensaje de Contador llegó claro. El madrileño echaba chispas . Los Schleck y Evans le siguieron. Voeckler, sorprendido al principio, se empezó a consumir por atraparles. Defendía el maillot amarillo a su manera, exagerada, sobre un desarrollo imposible. Cuando se le ve subir un puerto, el ciclismo parece una tortura. Cuando se observa a Contador, parece un baile. Una danza para dos. Frank Schleck se ahogó, como Evans, que además sufrió una avería. Con Contador sólo quedaba Andy Schleck . La imagen del Tour, dos de los mejores derrotados que se recuerdan.
Voeckler se asfixió solo. No quiso esperar al grupo de Evans. Prefirió seguir dando chepazos ante las cámaras. Quería protagonizar su propio martirio. Y eso hizo. Se pegó un tiro en el maillot amarillo . El largo descenso del Galibier empató de nuevo el Tour. Evans, frío, computadora, barrió las diferencias. La aventura de Contador, que por un rato había inclinado el Tour del lado de Andy Schleck, quedaba archivada.
De eso nada. Contador mascaba una barrita energética y amasaba su segundo viaje. Empezó al tiempo del Alpe d’Huez. Otra vez con la cerilla en alto. Por su gente. Tenía esa deuda atravesada en la garganta. El Alpe d’Huez merecía algo así : repleto de público, repintado mil veces con ánimos y nombres. Es el templo moderno del Tour. Contador punteaba como siempre: veloz. Pero con demasiadas carreras en las piernas. Su motor era el reto. Quería elegir la manera de perder por primera vez el Tour. Y optó por la mejor. De cara.
Rolland se corona
Enseguida cavó un hoyo de un minuto. Los Schleck iba a lo suyo. Y lo suyo era Evans . Con Voeckler dando bandazos y vestido ya con un maillot amarillo de luto, tenían que despegarse de Evans. Los dos hermanos se miraban, se azuzaban. Tiraban. Pero nada. El australiano es un bulldogg . No soltó la presa. Estaban en esa pelea cuando los dejó atrás Samuel Sánchez. También tenía una deuda pendiente. En 2003 el Alpe d’Huez le había visto llegar fuera de control. Tiró a por su amigo Contador. Rival también. Dos no pueden ganar. Y arrastró en su intento al joven Rolland, la revelación del Tour. Apenas 24 años que hacen soñar a Francia.
Novato y listo. Con aplomo. Rolland sufre miopía, pero tiene buena vista. No colaboró con Samuel, le dejó hacer, se escudó en él y cuando alcanzaron a Contador, soltó el salto sordo de un felino. Listo. Cándido Samuel. Faltaba poco más de un kilómetro, pero Contador ya no iba. Y a Samuel, que se consoló con el reinado de la montaña, se le iba la etapa que arriba festejó Rolland. Derrotados los dos, como los Schleck pese a recoger en la cima el maillot amarillo. Andy sólo le lleva 57 segundos a Evans , poco para los 42,5 kilómetros de la contrarreloj de en Grenoble . Por eso lloraba su hermano Frank junto a la valla. Es ya el Tour de los derrotados. De Andy Schleck y su odisea del jueves en el Izoard. Y de Contador y su emotiva manera de perder ayer en Alpe d’Huez.
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