artes&letras
Liliane Tomasko: Un retrato de la intimidad
En la exposición «Materia luminosa», el IVAM propone al público valenciano introducirse en los paisajes interiores que caracterizan la obra de la artista suiza

La visita a la exposición titulada «Materia luminosa» de la artista Liliane Tomasko (Zurich, 1967) no deja de ser un paseo por la intimidad de la autora pero, al mismo tiempo, por la de cada uno. Un recorrido por las camas deshechas de nuestras habitaciones, por las bolsas dejadas en un esquina, por las cortinas de las estancias, por los vestidos dejados encima de la cama o por los marcos de las ventanas; por todos esos detalles que nos acompañan a lo largo de nuestra vida cotidiana.
Esta exposición del IVAM, que podrá verse también en la localidad alemana de Herford y en Palma de Mallorca, ha reunido un total de 35 obras (22 pinturas, 10 acuarelas y tres dibujos) realizadas en Munich, Nueva York y Barcelona. Unos cuadros en los que se aprecia la soledad del ser humano, como ya retrató en su momento con gran maestría Edward Hooper, con la diferencia de que Tomasko se centra más en los objetos cotidianos que en la figura humana, aunque intuimos en todo momento la presencia del ser humano, que bien acaba de dejar el espacio retratado o que está a punto de irrumpir en el mismo.
Tal y como afirma Sally Radic en un ensayo incluido en el catálogo que acompaña a la muestra, su trabajo se acercaría a los bodegones de Chardin (que actualmente pueden contemplarse en el Museo del Prado en una exposición monográfica dedica da a este artista francés), aunque en su pintura se encuentra el rastro de muchos otros grandes maestros como Giorgio Morandi (quizás el más evidente), Pierre Bonnard o el Avigdor Arikha que deja de retratar a seres humanos y pasa a fijarse en objetos cotidianos.
A partir de «polaroids»
Tomasko comenzó a realizar estos cuadros a base de «polaroids» que tomaba de esas escenas que posteriormente trasladaba al lienzo para lo que utiliza el óleo en lugar del acrílico. Algo que dota de un punto de vista escultórico a sus obras. Esos pliegues de las sábanas recuerdan a la técnica de paños mojados que utilizó Fidias en los relieves del Partenón y esos ángulos de las habitaciones de la serie de cuadros dedicados a las ventanas apuntan hacia la tercera dimensión, característica propia de la escultura.
Asimismo, el óleo presenta una menor nitidez que el acrílico y envuelve la atmósfera de estas escenas en una especie de neblina más propia de nuestros sueños, de ese duermevela que nos transporta del sueño a la consciencia y que nos atrapa en esas habitaciones retratadas por Tomasko con sus cortinas, sus camas deshechas y las bolsas abandonadas en una esquina. Una especie de melancolía de los sentimientos, de momentos de evasión, de abandono a los recuerdos, a dejar la mente volar y olvidar por un momento los pequeños problemas diarios para fijar nuestra mirada en esos detalles intrascendentes que nos rodean pero que nos hacen sentirnos humanos. En definitiva, unas obras que nos devuelven nuestra propia mirada.
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