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ABC Cultural

Aprendiz de manga

Con motivo de la exposición de Akira Kurosawa, el Museo ABC de Dibujo e Ilustración ha impartido un taller de cómic

Aprendiz de manga ÁNGEL DE ANTONIO

S. GAVIÑA

Un folio y un lápiz, además de una goma de borrar, son los instrumentos que recibieron Jorge, Rodrigo, Irene y Adriana a su llegada al Museo ABC de Dibujo e Ilustración. Ellos son cuatro de los jóvenes —entre 12 y 18 años— que han participado esta semana en un taller de manga que se enmarca dentro de las actividades realizadas con motivo de la exposición «La mirada del samurái. Los dibujos de Akira Kurosawa», que se puede ver hasta el próximo 12 de junio. El taller, realizado en colaboración con la Fundación Mutua Madrileña, que participa en varias de las iniciativas del Museo, ha supuesto una oportunidad para que algunos de los hijos de los mutualistas puedan conocer más de cerca los entresijos del dibujo japonés.

Durante tres días, estos jóvenes se han adentrado en los secretos del manga de la mano de Manuel García, que les ha brindado algunas de las claves para trazar, sin miedo, líneas y curvas, rostros y perfiles... que den vida a sus personajes. Desde el primer paso, el boceto a lápiz, hasta el último, su paso a tinta, el grupo ha disfrutando investigando, probando y corrigiendo su técnica.

«Hombros, codos, manos...», les inquiere Manuel García, mientras supervisa cada uno de los trabajos, que han pasado por tres fases: «Primero, la construcción del cuerpo, su anatomía; luego, la perspectiva, buscar el encuadre de la escena como si se tratara de movimientos de cámara; y, por ultimo, el entintado», explica el joven profesor.

El manga, un fenómeno de masas en Japón, se diferencia del cómic occidental en varios aspectos. «El japonés tiene un dibujo más estilizado y gestos propios, mientras que el cómic americano se inspira en sus iconos o héroes cinematográficos, como Bruce Willis. También es más potente visualmente —subraya—. El manga, sin embrgo, es más sutil, aunque igual de violento». Otro de los aspectos distintivos es el desarrollo de la historia. Mientras en el americano todo es explícito, «se centran en mostrar toda la acción hasta obtener el resultado», en los japonenes se puede ver «el antes y el resultado, pero no muestran el proceso».

Este joven dibujante se muestra satisfecho con el grupo de aprendices que le ha tocado, al que califica como «valiente». «Un profesor valora mucho que un alumno investigue por su cuenta y busque otras posibilidades», explica mientras no les quita la vista de encima y les pide que dibujen tres caras de un mismo personaje —«una enfadado, otra triste y otra risueña»—; y les asesora sobre los trazos que deben utilizar para marcar «una frente fruncida, un guiño, o una expresión de sorpresa».

Guerreros y ángeles...

Guerreros, monstruos, ángeles góticos... son algunos de los temas elegidos por estos chicos y chicas, cuyas motivaciones para acercarse a este taller han sido muy diversas. La más pequeña del grupo es Irene, de 12 años, quien confiesa su afición por el dibujo japonés. «No leo manga pero sí veo muchas películas», afirma. «Eso se llama “anime”», interrumpe Adriana, de 15 años, refiriéndose al nombre que reciben los filmes de animación. De estética gótica, Adriana afirma que siempre ha querido hacer un taller como éste «para poder adquirir técnica». Aunque hasta ahora no había seguido ningún curso de dibujo, los lápices se le dan bien. En el futuro le gustaría dedicarse al diseño de video-juegos. Quiere estudiar Bellas Artes, pero lo que le interesa especialmente es «la informática» aplicada al dibujo. Para ella, lo más difícil de estas jornadas ha sido «buscar imágenes reales» que trasladar al papel.

Jorge y Rodrigo, de 17 y 18 años, respectivamente, se han asomado al taller por curiosidad. A Rodrigo le gusta «garabatear». Junto a él se pueden ver varios bocetos de guerreros, «es una especie de samurái». Está estudiando Magisterio y quiere especializarse en educación artística. Ésta es otra forma de aprender para luego saber enseñar. «Más curva en la espalda. Saca pecho y mete espalda», le corrige el profesor, refiriéndose a su samurái.

Jorge, por su parte, lleva toda la vida pintando. No le gusta el manga de una manera especial. Es solo una «excusa» para participar en esta experiencia. Ha dibujado un «tío futurista». Tal vez alguno de estos aprendices de manga de hoy se conviertan en el futuro en un ilustrador de cómic, o tal vez no, pero seguro que ha merecido la pena esta aventura.

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