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Chacón, la afortunada «niña de ZP»

Ha estado en el momento justo en el lugar adecuado. Gracias a la ayuda de su marido, está aprendiendo a conectar con la opinión pública

Chacón, la afortunada «niña de ZP» IVÁN MATA

iva anguera de sojo

Si Félix M. Samaniego tuviera que definir a la actual ministra de Defensa lo haría, sin duda, como la hormiga de su fábula. De una infancia algo enfermiza le ha quedado una apariencia frágil que esconde una voluntad de hierro —para lo bueno y para lo malo— capaz de fijar objetivos a medio y largo plazo que se cumplen con disciplina castrense. Esa es, probablemente, la mejor cualidad de Carme Chacón (Esplugues de Llobregat, Barcelona, 1971).

La segunda, como ironizan quienes han trabajado a su lado en los últimos años, es la suerte. Con disciplina o sin ella, Chacón ha sabido estar en el lugar adecuado en el momento oportuno casi siempre en los últimos diez años. Y no siempre era cuestión de trabajo o inteligencia política.

Cuando en 1989, con dieciocho años recién cumplidos, se afilió a las Juventudes Socialistas de su pueblo, nadie podía adivinar que el PSC del Baix Llobregat sería rampa de lanzamiento para que diez años después José Montilla y José Zaragoza se hicieran con el control del socialismo catalán y lo intentaran —con la candidatura de José Borrell— en el español. Porque, antes de ser la «niña de Zapatero» —como algunos la señalan ahora—, Carme Chacón fue «la niña de Montilla». Y fue el ex presidente catalán, ahora en horas bajas, quien la comisionó para averiguar las intenciones de ese grupo de desconocidos que empezaba a cristalizar en torno a José Luis Rodríguez Zapatero desde las cenizas del PSOE.

Casi nadie podía adivinar entonces que Nueva Vía tardaría menos de un año en controlar el socialismo español, pero Chacón ya no se descolgó nunca del círculo más cercano de Zapatero. Tampoco parecía probable que el nuevo secretario general del PSOE se convirtiera en el primer presidente de la democracia que accede al cargo a la primera intentona, pero así fue. Y con la llegada a la Moncloa, Chacón fue catapultada a la vicepresidencia del Congreso. Fue entonces, paradójicamente, cuando sus enemigos le atribuyeron una relación con otro político, para explicar su ascenso en el PSOE, mientras lo cierto es que iniciaba su romance con su actual esposo, Miguel Barroso.

Hasta entonces, la diputada catalana era una más del círculo más cercano del presidente, con el que compartía y comparte militancia política y futbolística en el Barça. Una mujer con proyección y una sólida formación jurídica —era una de las profesoras mejor valoradas por los alumnos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Gerona—, una pátina de experiencia internacional y los mejores avales del PSC. Pero eso no era suficiente para dar el salto al siguiente nivel, para jugar en primera división. Chacón no es, o no era, «mitinera»; se preparaba hasta el último dato cualquier paso por la última televisión local y no se sentía cómoda en ruedas de prensa. Debilidades, todas ellas, que le ha ayudado a superar su pareja, Miguel Barroso. Ahora, la aspirante —oficiosa— a liderar la candidatura socialista a la presidencia del Gobierno y convertirse en la primera mujer en asaltar La Moncloa se ha convertido ya en una más que solvente oradora, capaz de modular sus discursos al público de cada pabellón hasta el extremo de fustigar al catalanismo en Hospitalet (Barcelona) por la mañana y lanzar guiños al soberanismo por la tarde en Figueras (Gerona) sin el menor rubor.

Operación de marketing

Su relación con la prensa sigue presidida por la distancia y está sujeta a un férreo control. Las ruedas de prensa la incomodan, pero el buen hacer de su equipo se demuestra precisamente en lo poco que ha trascendido esa distancia. Control sobre su imagen que la mantiene como uno de los miembros del Gobierno mejor valorados pese a apuestas controvertidas como su primera aparición con pantalones en el Día de las Fuerzas Armadas, cuando el protocolo de la Casa Real exigía explícitamente traje largo para las damas.

Aunque su imagen más sonada, al frente del Ministerio de Defensa, fue sin duda el pase de revista embarazada de siete meses con el que asumió el cargo. Una imagen que dio la vuelta al mundo y llevó a muchos a ver en el nombramiento de Chacón una mera operación de marketing de esas que tanto gustan a Zapatero. «No te pierdas la maternidad», asegura la ministra que le advertía meses antes Zapatero. Un consejo que Chacón siguió sólo a medias, puesto que redujo su baja por maternidad a dos meses y trasladó su domicilio del Ministerio de Vivienda al de Defensa para poder seguir con la lactancia cuando ya se había reincorporado al trabajo. Algo contradictorio con sus discursos en defensa de los derechos de la mujer, pero todo un modelo de dedicación maternal comparada con la ex ministra de Justicia de Sarkozy Rachida Dati, que se estrenó en la maternidad por las mismas fechas.

«Delegada de Zapatero»

Pero Carme Chacón no es una cuota femenina más en el Gobierno Zapatero. De hecho, hoy por hoy es, junto a Trinidad Jiménez y José Blanco, la única integrante del núcleo original de Nueva Vía que sigue en el Ejecutivo y en el círculo más cercano del presidente. Una condición nada desdeñable a la hora de entender algunos de sus apoyos o la apuesta de Zapatero por las primarias en su sucesión. La querencia de Zapatero por Chacón viene de largo, como le demostró al situarla en la vicepresidencia del Congreso mientras la ahora aspirante actuaba como «delegada de Zapatero en Barcelona» —así la definió el mismísimo presidente ante un socialista catalán durante su primer mandato—. En esa etapa, en la que Pasqual Maragall iniciaba la reforma del Estatut catalán mientras José Montilla se estrenaba como ministro de Industria en Madrid , se empezó a abrir la brecha que ha concluido con el divorcio entre Carme Chacón y una parte del socialismo catalán.

«Nunca opina de nada que sea arriesgado hasta que ha pasado el peligro», apuntan algunas voces. Esa estrategia se hizo especialmente evidente durante la dura negociación por la reforma de la financiación autonómica y, sobre todo, la sentencia del Tribunal Constitucional. Un silencio, en momentos clave para el PSC, que muchos no han perdonado en Barcelona.

Recién estrenada la cuarentena, es buen momento para recordar a su auténtico icono político: el abuelo sindicalista, activo militante de la CNT que le inculcó el virus de la cosa pública.

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