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«Ibsen no es feminista»

Sube a las tablas del Teatro Fernán Gómez de Madrid «Casa de muñecas», la controvertida obra de Henrik Ibsen, en un montaje dirigido por Amelia Ochandiano

«Ibsen no es feminista» abc

CARMEN r. SANTOS

Hace poco pudo verse Ibsen. Tras el cristal , pieza escrita y dirigida por Ignacio García May, donde se proponía una visión sin tópicos del dramaturgo noruego. Ahora, Amelia Ochandiano aborda el reto de poner en escena, sin lugares comunes, su obra más famosa: Casa de muñecas .

Usted es bailarina, productora, actriz y directora, ¿cómo combina estas facetas?

Siempre he tenido hambre de escenario y de contar historias. Empecé como bailarina. Pero pronto comencé a tomar clases de interpretación, más o menos coincidiendo con el momento en que vi un espectáculo de la compañía Teatro de la Danza , Diario de un loco , donde se entremezclaba la interpretación y la danza. Me interesaba compaginar ambas. Entré a formar parte de esa compañía, donde hacía de todo, además de ser actriz: desde trabajos de escenografía hasta conducir la furgoneta en las giras. Y, de una forma natural, me incliné a la dirección, en la que últimamente estoy más centrada.

Ha dirigido piezas de muy diversos autores. ¿Tiene alguno predilecto?, ¿qué le interesa especialmente en una obra?, ¿personajes potentes?, ¿un buen conflicto?

Bueno, decantarse por uno solo es difícil. Si tengo que hacerlo, señalaría a Chéjov, maestro en las enormes posibilidades que ofrece para trabajar en el ámbito del subtexto. En general, lo que más me atrae es que una obra posea una excelente carpintería teatral, para llegar a emocionar e inquietar al público, que es mi objetivo. Y eso es posible con dramaturgos muy diferentes, clásicos o contemporáneos, aunque entre ellos haya un abismo, como, por ejemplo, entre Chéjov y Margarita Sánchez, de quien recientemente he montado Mi mapa de Madrid . Y, sin duda, Ibsen encierra una magnífica carpintería. Desde hace tiempo, entre los proyectos que siempre tengo en cartera estaba Casa de muñecas. Ya hice un intento, pero no encontré reparto.

Como todos los grandes, Ibsen da pie a muchas lecturas. ¿Dónde ha puesto el énfasis?

Lo que manda es el proceso de Nora de pasar de ser una mujer empalagosamente feliz, al menos en apariencia, a descubrir la mentira vital en la que está sumida. Y este proceso, además de muy complejo, me parece terrorífico, conlleva una tensión insoportable. En este sentido, concibo la obra como un cuento de terror, donde se va desvelando un mundo oscuro. En el segundo acto, entran personajes que introducen cada vez un mayor grado de angustia. Nora ve cómo se desmorona su vida, asiste a ello en completa soledad y sin referentes, como la protagonista de una película de terror.

¿Una protagonista con sus luces y sus sombras, no solo el personaje que da un portazo histórico cuando abandona a su marido y a sus hijos?

Claro, claro. Nora es una mujer burguesa, una pija, que disfruta de muchos privilegios, y a quien la sociedad parece importarle un pito. Interpreta la existencia y las leyes a su antojo, hasta comprobar que está muy equivocada. Ese punto de inflexión, que la conduce a ese proceso en el que pulveriza el autoengaño en el que vivía, es lo más atractivo.

Al proceso de Nora, se suma el de su marido. ¿Nora se autodescubre, y Helmer se da cuenta de que realmente no la conocía?

Por supuesto. Son dos procesos paralelos y complicados. Y muy rápidos: toda la acción transcurre en tres días, Nochebuena, Navidad y el día 26. Me obsesionaba el poderlos transmitir con autenticidad. De aquí que he planteado que, al final, Nora no deja de tener elementos consustanciales a su personalidad, aunque muy matizados por la enorme sorpresa ante lo que está descubriendo. Un giro copernicano no sería crreíble. Se convierte en un personaje casi de tragedia. Emprende un camino muy duro, y su determinación no tiene vuelta atrás. Se pone a Nora en circunstancias límite y debe decidir al límite.

Uno de los apoyos que usted ha manejado para acentuar la evolución de Nora ha sido el vestuario…

Sí. Dándole vueltas, a María Luisa Engel, la diseñadora de vestuario, y a mí se nos ocurrió que debía ser un mismo vestuario, pero al que se le van quitando capas, desde lo recargado hasta quedarse en la sobriedad, en la esencia de Nora, tras eliminar los mecanismos que utilizaba para autoengañarse.

La eterna y polémica cuestión: ¿es una obra feminista?

Es una etiqueta que muchas veces se le ha puesto. Soy feminista, y no me molesta, pero tengo muy claro que no es lo decisivo. Esa es una visión reduccionista, no estaba en la intención de Ibsen, que no era feminista, y he sido muy fiel a él. Se basó en una historia real, la de una amiga suya, escritora, a quien le sucedió un caso similar al de Nora. Aunque la historia real fue más terrorífica, pues su amiga fue internada en un hospital psiquiátrico. Lo importante es que, en esta y en otras obras, Ibsen nos presenta a seres humanos que buscan su lugar en el mundo, que luchan por su propia dignidad, palabra esta que lo inunda todo.

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