la palma
Riqueza desde la protección
La Palma aprovecha la declaración de la Reserva de la Biosfera para generar actividad económica en la isla
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«Esto hay que trabajarlo todos los días y ser consecuente con lo que conlleva la declaración de Reserva de la Biosfera. Se trata de conjugar el equilibrio entre la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos sin perder de vista los valores identitarios de la isla». Para Antonio San Blas, gerente del Consorcio de la Reserva, la distinción no es simplemente un sello y mucho menos aún, un juguete. Es una filosofía de vida, y también, por qué no decirlo, «un dinamizador» de la economía insular, más importante si cabe en la coyuntura económica actual, que lastra con fuerza a los territorios pequeños e insulares como La Palma.
La experiencia palmera ha sido tomada como referente por la Fundación Santa Cruz Sostenible, entidad que promueve que la Reserva de la Biosfera llegue al caserío de Anaga. Sería la primera declaración de este tipo de la isla de Tenerife.
¿Y por qué La Palma? Desde 1983, cuando fue declarada Reserva de la Biosfera el bosque de Los Tilos, en San Andrés y Sauces, la «isla bonita» viene trabajando ya con estos códigos, pero fue en 2002, cuando la declaración de extendió a toda la isla, cuando el proyecto dio un salto cualitativo. Entra en una nueva dimensión económica donde se empiezan a impulsar actividades que generen riqueza. Así surge en 2004 la marca «Reserva Mundial de la Biosfera La Palma», paraguas bajo el que se cobijan hasta 86 productos del sector agropecuario y artesanal. Es una gran herramienta que aporta diferenciación y valorización ante el consumido. «No es una producción dirigida al gran público. Queremos que prevalezca la calidad, y van dirigidos a un tipo de consumidor muy determinado», señala San Blas. Por eso no se encuentran en las grandes superficies del Archipiélago pero se adquieren con facilidad en mercadillos de fin de semana, mercados municipales, pequeñas tiendas, o incluso bajo pedido utilizando las nuevas tecnologías. Y hay prácticamente de todo: miel, mermelada, gofio, sal, aguacate, mojos, agua, licores y hasta repostería variada. El requisito indispensable es que todas las materias primas que se utilicen se obtengan en las medianías de la isla, de tal manera que se vincula así a los agricultores palmeros en la cadena del proyecto, ayudando, de paso, a mantener los campos en cultivo.
Gofio
Una de las últimas iniciativas en este campo es el proyecto «PiedraMolino» del que ha surgido el gofio de mezcla Taber, elaborado con cereales y legumbres cultivados en su totalidad en La Palma (trigo, millo, centeno, cebada, habas y altramuces). En el proyecto participan, como claro ejemplo de economía de colaboración, la asociación El Frescal, Molinos del Valle, Molinos NAyPE, Carlos Orribo SL y diversos agricultores y ganaderos palmeros, principalmente del municipio de Breña Baja. Y esta no es la única manera de generar riqueza que emana de la Reserva de la Biosfera. En el turismo hay mucho campo por recorrer. En La Palma, concretamente, en el segmento rural, un hecho que no debería despreciar Anaga si al final le otorgan la distinción. «Está claro que es un buen reclamo cuando entras en el campo de las certificaciones, y nuestra idea es que los alojamientos sigan sumándose», explica.
En la actualidad, más de una cincuentena de complejos cuentan con el sello «Biosphere» que concede el Instituto de Turismo Responsable (ITR), organización sin ánimo de lucro auspiciada por la Unesco. Aglutina un variado conjunto de hoteles, casas, museos y hasta empresas de ocio, comprometidas con aplicar estrategias de turismo sostenible relacionadas con el ahorro de agua, la limitación de ruido y la integración de los establecimientos en el paisaje, entre otras cosas. Por ello, La Palma cuenta con el certificado de «Destino Turístico Sostenible».
Además, y a través de Traspone, con una inversión de 175.000 euros, se trabaja ya en la experiencia piloto de crear en La Palma el Club Producto Turístico Reservas de la Biosfera Españolas. Otro reclamo turístico es el cielo palmero, encuadrado en la iniciativa internacional Astrolito, que pretende reforzar la idea de «cielos limpios» para poder contemplar la luz de las estrellas. El Gran Telescopio de Canarias y el Observatorio del Roque los Muchachos hacen el resto. Hasta 125 organismos internacionales apoyan la actividad.
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