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LOS PASOS PERDIDOS

ARTUR MÁS DE LO MISMO

IVA ANGUERA DE SOJO

LOS FIELES militantes nacionalistas gritaban «in-de-independencia» en la calle mientras en el Saló Sant Jordi del Palau de la Generalitat Artur Mas i Gabarró tomaba posesión del cargo como 129 president de la Generalitat bajo el retrato de Su Majestad el Rey Don Juan Carlos, que preside la sala de las grandes ocasiones del Palau. ¿Contrasentido? Quizá, aunque el lunes, en la Plaça Sant Jaume, esta contradicción parecía más una señal, otra más, de que en Cataluña, al fin y al cabo, todo cambia para seguir siempre igual. ¿Quieren otra muestra? En la alfombra roja organizada por los «nuevos» amos del Palau para que las autoridades accedieran al acto de toma de posesión, Lluís Prenafeta fue aplaudido a rabiar por el público pese a su imputación por cohecho en la Audiencia Nacional y la «pena de telediario» impuesta preventivamente por Baltasar Garzón a cuenta del «caso Pretoria». Histórico secretario de la Presidencia en los primeros gobiernos de Jordi Pujol y valedor de Artur Mas en sus inicios en la administración catalana, Prenafeta no sólo recibió la ovación del público sino que tuvo asiento de honor en el Saló Sant Jordi, donde no todos tenían silla reservada.

Los síndicos de cuentas, sin ir más lejos, no podían acceder a la planta noble, a la que sólo fue invitado el síndico mayor. Con una excepción, la del síndico de adscripción nacionalista cuya esposa es íntima de Helena Rakosnik, que sí pudo acceder al Saló Sant Jordi, aunque fuera en calidad de consorte. Y es que el lunes, en el Pati dels Tarongers, era un poema ver a la «presidenta» organizando las fotos de familia frente a la puerta del despacho presidencial. ¿Volverán los tiempos de «la señora», como los funcionarios de Palau llamaban a Marta Ferrusola?

Los cinco consejeros —la mitad del gobierno de Mas— heredados de los gobiernos de Jordi Pujol son la señal más evidente, pero no la única, de esa sensación de «dejà vu» que genera este relevo. Felip Puig, Josep Maria Pelegrí, Irene Rigau, Josep Lluís Cleries y Andreu Mas-Colell no pisan por primera vez el Palau —tampoco lo hacía Mascarell, pero ese es otro cantar, sin duda un punto en el haber del president— como tampoco lo hacía Mas el lunes, aunque asegurara en su discurso de toma de posesión que no siente haber regresado sino haber llegado al Govern. Buen matiz que habla de la «finezza» política adquirida por Mas en sus siete años en la oposición. Pero ninguna garantía de cambio en un hombre que, en su investidura, recordaba a Jordi Pujol cómo le señaló sucesor hace una década. Al final, algo de razón tendrá el burdo eslogan de campaña socialista.

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