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«Las uvas milagrosas» a finales del siglo XIX

«Para obtener la dicha durante un año entero es preciso comer doce uvas el 31 de diciembre», podía leerse en «El Imparcial» en 1897, en contra de la creencia de que la tradición comenzó en 1909

«Las uvas milagrosas» a finales del siglo XIX ABC

ISRAEL VIANA

Año nuevo, vida nueva. Una máxima a la que nos agarramos los españoles cada Nochevieja, con la condición indispensable de despedir el año comiendo uvas. Desde hace algunos años se ha querido instaurar la creencia de que esta iniciativa partió de un grupo de viticultores alicantinos que quisieron dar salida al excedente de uva obtenido en la cosecha de 1909, pero lo cierto es que encontramos referencias de esta tradición en la prensa desde, al menos, 1895 .

En un artículo publicado en « La correspondencia de España » el 1 de enero de 1896, sabemos que ya se tomaron uvas en aquella Nochevieja, al menos entre los círculos más poderosos: «A las doce en punto de la noche saludaron los ministros la entrada del nuevo año comiendo ricas uvas y bebiendo champagne, pronunciándose con este motivo entusiastas y patrióticos brindis por el general Martínez Campos , por el ejército que tan valientemente pelea en Cuba y por la pronta pacificación de la isla».

«Para obtener la dicha durante un año entero es preciso comer doce uvas el 31 de diciembre»

No se habla del número de uvas ni de si se las comieron con las campanadas de las doce, algo a lo que sí se hace referencia al año siguiente, en el semanario « Gedeón », según el cual «es costumbre madrileña comer doce uvas al dar las doce horas en el reloj que separa el año saliente del entrante». Y ese mismo año, en « El Imparcial », se mencionaba también la buena fortuna que trae cumplir con aquel recién instaurado rito: «La uvas milagrosas. Para obtener la dicha durante un año entero es preciso comer doce uvas el 31 de diciembre, al sonar la primera campanada de las doce de la noche», aseguraba.

Si atendemos a un artículo publicado en « La Opinión de Tenerife » el 9 de enero de 1903 -donde se hablaba, seis años antes de la famosa cosecha de los viticultores alicantinos, de «doce uvas por barba»- se constata que esta costumbre se había difundido ya al resto de España y había alcanzado las islas Canarias, por lo menos en lo que se refiere a la burguesía: «Nos disponemos a comerlas (una por cada campanada de las doce), en compañía de la dama con quien hayamos salido estrechados».

La imagen más antigua, en ABC

La imagen más antigua que se conserva de la multitud celebrando el año nuevo en la Puerta del Sol la encontramos en el archivo de ABC y fue tomada en la Nochevieja de 1912. En esta fotografía histórica quedan perfectamente reflejados la alegría, la emoción y el alboroto que cada año conforman el cuadro popular frente al reloj de la Casa de Correos de Madrid. Sin embargo, la primera mención en este periódico es de seis años antes, el 2 de enero de 1906 , donde se aseguraba haber «observado mucho culto a la costumbre de comer doce uvas al dar las doce del último día y nacer el nuevo año. Comiéndolas en ese preciso momento, según los apologistas del sistema, se augura la posesión de dinero».

«Hay escritores que llaman ya tradicional a una costumbre importada del extranjero hace muy pocos años» (1907)

La costumbre terminó por extenderse a las familias más modestas, que comenzaron a acudir a la Puerta del Sol para burlarse de la burguesía y su tradición supuestamente importada de Francia y Alemania, como podía leerse en « La Ilustración española y americana », en 1907: «Hay escritores que llaman ya tradicional a una costumbre importada del extranjero hace muy pocos años por algunas familias aristócratas, y acogida con burlona seriedad por la clase media y el pueblo».

Fue precisamente con el excedente de uva en la cosecha de 1909, cuando los agricultores alicantinos dieron el impulso definitivo para convertir esa tradición elitista en todo un símbolo de España. Una tradición que en la actualidad nos lleva a consumir entre 1,5 y 2 millones de kilogramos de uvas cada 31 de diciembre. Y la suerte, aún así, esquiva en tiempos de crisis. Pero por si acaso… ¡no se deje tampoco este año ni una sola uva por comer!

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