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La quimera de las privatizaciones y otras coartadas para sacar dinero debajo de las piedras

El Gobierno se ha unido a banqueros y grandes empresarios en una manifestación de cuello blanco con el lema de «recapitalizarse o morir»

JOSÉ ANTONIO NAVAS

Después de lo ocurrido con los controladores aéreos no sería descabellado pensar que el Gobierno se apresure a militarizar incluso a los niños de San Ildefonso para garantizar este miércoles la celebración del Sorteo Extraordinario de Navidad. Por suerte no caerá esa breva pero los loteros españoles, desde la mítica Doña Manolita al más humilde administrador de apuestas del Estado, están que trinan con la fiebre liberalizadora que le ha entrado a Zapatero y su afán por vender las últimas gallinas de los huevos de oro que todavía habitan en el corralito nacional de España S.A.

El Gobierno socialista no ha tenido más remedio que copiar el ideario privatizador de José María Aznar para superar la desconfianza de las autoridades comunitarias y demostrar su conversión a la más ortodoxa doctrina del equilibrio fiscal y presupuestario. Como ejercicio voluntarista no está mal, pero lo cierto es que han pasado casi tres lustros desde que el Partido Popular vendió las joyas de las corona y ahora no hay muchas peras que pedirle al olmo del sector público. Dicho de otro modo, el mercadillo dispuesto por Elena Salgado no deja de ser un brindis al sol que, en el mejor los casos, servirá para amortizar gastos suntuarios en múltiples organismos y empresas superfluas para los tiempos que corren.

La puesta en almoneda de AENA y de las Loterías no es más que el canto del cisne de un programa destinado a levantar dinero como sea para reducir la factura del llamado servicio de la deuda que le está saliendo al Tesoro por un ojo de la cara. La búsqueda desesperada de recursos financieros es el nuevo deporte nacional y Zapatero no hace más que seguir las recomendaciones de ese particular oráculo de Delfos constituido por los principales banqueros y empresarios del país.

Hasta el mismísimo Emilio Botín se ha encaramado al pabellón de hombres ilustres que no tienen más remedio que ampliar su base de capital, ya sea vendiendo por obligación o incluso perdiendo por necesidad. Después de una intensa estrategia de compras y adquisiciones, el Banco Santander ha puesto en valor algunos negocios para camuflar la urgencia de fondos frescos bajo el disfraz más elegante de alianzas institucionales en el mercado global. Así se ha fraguado la incorporación de Qatar Holding como socio distinguido de la entidad cántabra en Latinoamérica y de la misma manera Ana Patricia Botín está trabajando a marchas forzadas en la salida a Bolsa de todos los negocios agrupados por el banco en el Reino Unido.

Las más importantes entidades financieras, y el Santander aspira a ser la primera, están abocadas a constituirse como holdings bancarios que integran diferentes marcas filiales, pero todas ellas con sus propias e independientes garantías de solvencia y liquidez en las respectivas áreas geográficas de interés. Los nuevos requerimientos internacionales resultan ineludibles y han provocado igualmente la estampida del BBVA en dirección a Turquía. La compra del 24,9% del Garanti, segundo banco del país otomano, es la coartada perfecta que ha permitido a Francisco González hacer virtud de la necesidad y elevar como un señor el ratio de ese capital de primera calidad que es básico si se quiere participar en los grandes campeonatos del sistema financiero mundial.

El listón de exigencias se va a complicar también sobremanera para las cajas de ahorros que funcionan al abrigo de seculares grupos industriales. La Caixa, más que ninguna otra, se enfrenta al desafío de desmontar el imperio de Criteria o de convertirlo en un banco capaz de apelar a los mercados de capitales. Quizá lo mejor para Isidro Fainé sea una mezcla de ambas alternativas que permita adelgazar algunas participaciones empresariales generando de paso ingresos inmediatos para reforzar los fondos propios de la matriz.

El año entrante va a ser decisivo para conocer el futuro de empresas que han sido santo y seña en el estrellato de la primera caja de Cataluña y tercera entidad bancaria de España. El gran hermano de La Caixa tiene que decidir lo que va a hacer con Abertis, Gas Natural o Repsol. Los más previsores no están dispuestos a que nadie les marque el destino y han empezado a buscarse las habichuelas por su cuenta y riesgo. Es el caso de Antonio Brufau, pionero en la búsqueda de horizontes financieros y que ha descubierto un mirlo blanco en la multinacional china Sinopec. Tras la venta del 40% de la filial brasileña y la inminente del 15% de la argentina YPF, la petrolera española se ha puesto en cabeza de esa manifestación que reivindica la urgencia e importancia de reforzar la base financiera de cualquier proyecto empresarial como garantía de supervivencia. Es el sino de una crisis que ha superado las peores expectativas y pobre de aquel que no encuentre capital, aunque sea debajo de las piedras.

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