Obama cede y no subirá los impuestos a las rentas más altas
Con el mayor renuncio en materia fiscal desde su llegada a la Casa Blanca, Obama y la nueva mayoría republicana en el Congreso acuerdan prolongar durante dos años los recortes de impuestos promovidos por Bush
Con el mayor renuncio en materia fiscal desde su llegada a la Casa Blanca, el presidente de Estados Unidos y la nueva mayoría republicana en el Congreso de Estados Unidos se han puesto de acuerdo para prolongar durante dos años los recortes de impuestos promovidos por la Administración Bush. Unas ventajas fiscales, con independencia del nivel de renta, que tenían como fecha de caducidad el próximo 31 de diciembre pero cuya extensión se ha convertido en símbolo de las nueva realidad política en Washington tras los comicios de noviembre y el grave castigo electoral sufrido por el Partido Demócrata.
La extensión de esos multimillonarios recortes de impuestos -demanda por los republicanos contra lo que consideran como un excesivo intervencionismo económico del gobierno federal- supone un giro copernicano por parte del presidente Obama, que ya desde su campaña insistió en introducir una mayor carga fiscal para los americanos con rentas más altas. Con renovados argumentos sobre la imposibilidad de seguir costeando un indiscriminado recorte de impuestos valorado en 700.000 millones de dólares ante el déficit desbocado que sufren las arcas públicas de Estados Unidos.
A cambio del alivio fiscal exigido por los conservadores, la Administración Obama ha obtenido la prolongación de los subsidios para los parados de larga duración por un periodo adicional de 13 meses. Medida que tendrá un coste de 56.000 millones de dólares pero que evitará que dos millones de estadounidenses en paro se queden justo estas Navidades sin esas mínimas prestaciones sociales, inferiores a las que facilitan muchos países europeos.
Fruto de tensas negociaciones
Todo este acuerdo, que supondrá durante los dos próximos años un endeudamiento adicional para Estados Unidos de 900.000 millones de dólares, ha sido fruto de tensas negociaciones durante la última semana. Y se interpreta como tangible preludio del consenso requerido ante la nueva legislatura que arrancará a partir de enero, sin un control absoluto por parte de ninguno de los dos grandes partidos que tradicionalmente dominan la política de Estados Unidos. Y con la oportunidad para que Obama se presente como el líder más razonable entre republicanos y demócratas.
El nuevo entendimiento en material fiscal también incluye un esfuerzo de estímulo económico en forma de un recorte generalizado a los impuestos sobre las nóminas, con un coste estimado en 120.000 millones de dólares. Y deducciones empresariales del 100 por 100 para nuevas inversiones en instalaciones y equipos. Todo con la esperanza de incentivar nuevas contrataciones laborales y hacer frente a una tasa de paro estancada en torno a un doloroso 10 %. El pacto también aspira a resucitar un impuesto del 35 % sobre las herencias pero dejando exentos a patrimonios de hasta cinco millones de dólares para individuos y diez millones para matrimonios.
Tras el anuncio de este acuerdo tentativo, la Casa Blanca ha tenido que emplearse a fondo para convencer a los miembros del Partido Demócrata más opuestos a seguir con la fiscalidad heredada del gobierno de George W. Bush. Como argumento de persuasión, la Administración Obama insiste en que se trata de medidas responsables y temporales. Y que gracias a ese pacto, se evitará una subida media del 3 % en el impuesto sobre la renta a partir de enero lo que para una típica familia trabajadora de Estados Unidos supondrá 3.000 dólares.
Al presentar el acuerdo alcanzado el lunes por la noche, Barack Obama ha dejado claro que no está de acuerdo con la ventaja obtenida por las rentas más altas pero ha defendido la necesidad de no perjudicar a la clase media y a los diez millones de americanos sin trabajo. Según el presidente: "No tengo duda de que todo el mundo encontrará algo en este compromiso que no les gustará. De hecho, hay cosas aquí que a mí tampoco me gustan. Pero por ahora, creo que este plan bipartidista es lo correcto". Con un especial repudio a los demócratas dispuestos incluso a subir los impuestos de todo el mundo: "No estoy dispuesto a permitir que las familias trabajadores por todo este país se conviertan en un daño colateral de una guerra política en Washington. El pueblo americano no nos mandó aquí para librar batallas simbólicas o ganar victorias simbólicas".
Entusiasmo por las concesiones
Sin embargo, la etiqueta de "plan bipartidista" no oculta los grandes problemas que va a tener la Casa Blanca para lograr el visto bueno de sus correligionarios en el Congreso, ya que el acuerdo se encuentra pendiente de su necesaria ratificación parlamentaria. Los sectores más a la izquierda del Partido Demócrata, que ya arrastran una generosa dosis de frustración con la gestión de Obama, consideran este acuerdo fiscal como una especie de inaceptable rendición, con una campaña de movilización en marcha para intentar bloquear los recortes de impuestos para las rentas superiores a los 250.000 dólares anuales.
En contraste, los republicanos -generalmente más disciplinados en las batallas legislativas del Congreso- no han ocultado su entusiasmo ante las abultadas concesiones obtenidas de la Casa Blanca. Según indicaba ayer el senador Mitch McConnell, líder conservador en la Cámara Alta, el acuerdo supone en la práctica un reconocimiento por parte del presidente Obama sobre "la necesidad de una nueva dirección si queremos reavivar la economía y poner a trabajar a millones de americanos".
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