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LA VIDA EN SOLFA

LA CRISIS ARRECIA EN EL ARTE

NUNCA tanto como ahora la incertidumbre se había apoderado de tal manera de la vida del artista. Con contadas excepciones, las ventas de obras de arte y de espectáculos de pequeño formato han caído en picado, dejando en un limbo impreciso, pero lleno de angustia, a un ejército de pintores, escultores, diseñadores, bailarines, compositores, cantantes, instrumentistas, fotógrafos, actores... Nunca antes las fuerzas políticas, al unísono y abrumadas por una efectiva búsqueda de soluciones a la crisis, habían dado tanto la espalda a ese grupo de profesionales que intenta ganarse la vida en lo que sabe y para lo que tiene talento: la creación artística.

Si hace un lustro era difícil abrirse camino en el mundo del diseño, de la pintura, del teatro, de la danza o de la música, y en todo lo que envuelve y articula estos mercados —desde el propio creador al gestor cultural, pasando por todo tipo de imprentas, empresas de fotografía y talleres escenográficos o de vestuario—, ahora muchos de ellos han tenido que «reinventarse» dando clases, volviendo a la vida de «asistente de», buscándose la vida en lo que caiga o, simplemente, emigrando a mercados más favorables. (En estos momentos prefiero no referirme a quienes viven del periodismo en sus distintas facetas, ya que la crisis en los medios de comunicación y en el periodismo de fuente sigue creciendo desde hace más de cinco años).

La maldita crisis se ha cebado con las diversas industrias culturales inventándose que el mercado «no está para gastos superfluos» metiendo en un mismo saco a los tickets de taxi, a las cenas de trabajo y al mundo de la creación y del pensamiento. Los recortes vienen desde todos los sectores, principalmente de las empresas e instituciones que sobreviven gracias al dinero público; son muchas las entidades que se han visto obligadas a «mendigar» ayudas incluso en su entorno profesional para resistir.

Museos como el Chillida-Leku o la Casa de la Danza de Logroño están a un paso de cerrar, con todo lo que ello significa, dejando en la calle a muchos profesionales y terminando con historias que enorgullecían la cultura local y nacional. Pero la tormenta arrecia sobre todo en el campo de los más débiles, esto es, entre quienes comenzaban a introducirse en su mercado, entre quienes habían apostado por pequeñas empresas familiares —desde casas de subastas a compañías de teatro— y por los propios artistas, personas que muchas veces lo han dejado todo por su vocación. ¿Alguien se preocupará de ellos? El futuro es incierto...

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