Apóstoles sin fronteras
Monseñor Olivera es uno de los obispos argentinos que mañana están invitados a concelebrar la misa xacobea de la mano del Papa Benedicto XVI. Con él y su historia de raíces también gallegas, buceamos en la devoción que despierta el Apóstol Santiago allende los mares
No puede ser casualidad que la primera persona con la que nos topamos en el aeropuerto de Madrid-Barajas, a punto de tomar el avión rumbo a una de las tres ciudades santas que hay en el mundo (junto a Jerusalén y Roma, Santiago es cuna del peregrinaje espiritual cristiano), se llame Santiago, sea obispo, sea natural de Argentina donde tantos “gallegos” se exiliaron, tenga apellido gallego (Olivera) y venga directamente de tener audiencia con el Papa Benedicto XVI, cuyos pasos dirige, como él, hacia la ciudad compostelana.
Santiago Olivera es obispo de la provincia de Córdoba, concretamente de Cruz del Eje, y acaba de pedir al Santo Padre que honre a su pueblo con la glorificación de su santo particular (y más “paisano”), José Gabriel del Rosario Brocheno. Nos regala la estampa de este santo, cuya imagen parece la de un pastor, y destaca que él también se siente “peregrino”, en un camino que no puede andar, como muchos de sus compatriotas en Iberoamérica, por falta de “tiempo” o “dinero”, sin restar por ello ni un ápice a la devoción que sienten por el Apóstol Santiago. “Ésta es mi peregrinación, mi forma de hacer el Camino” , relata, y rememora en su mente su época de seminarista en Compostela cuando cumplió con el hábito eclesiástico para convertirlo en solemne “caminólogo”, un rito que se prolongaba durante dos años.
Olivera nos dice que sigue al Papa Benedicto XVI, porque estar en Santiago este sábado 6 de noviembre es “apoyarle en lo que está diciendo de que no se puede pensar en Europa sin la fe”. Por eso, este prelado con sotana negra hoy y alzacuellos, se pondrá mañana las galas para ser uno de los representantes de la Iglesia en Iberoamérica, que tantos fieles aglutina, en la concelebración de la misa que oficiará el Pontífice en la Plaza del Obradoiro.
Ha venido a acompañar al Santo Padre, al que define como una persona “tímida”, muy “intelectual” y que está trabajando “muy valientemente” por erradicar los problemas que afloran en la Iglesia católica en estos tiempos tan convulsos. “Lo bueno es que la enfermedad ya ha salido (contesta el prelado a nuestra interrogante sobre los casos de pederastia que han azotado la buena imagen de la Iglesia), y solo así, se puede aplicar el bisturí”. El padre argentino considera que Joseph Ratzinger tiene el coraje necesario para practicar esa operación quirúrgica y estética a la par, una intervención para lo que no arrastra tantas masas como hiciera el “huracán Wojtyla”, pero que sí aportan “un soplo” cada vez más fresco. “Tiene 85 años y en la última audiencia en el Vaticano que yo he presenciado, el pasado día 3 de noviembre, vi que cada vez congrega a más cantidad de personas”, dice monseñor Olivera, quien no niega que a todas luces Juan Pablo II “tenía más carisma” y por eso auspiciaba frases de bienvenida como la archicoreada de “Juan Pablo Segundo, te quiere todo el mundo”.
La ciudad, preparada, lista... ¡ya!
La bienvenida en la capital gallega está más que preparada. Muchos, como nuestro obispo argentino, aprovecharán para no solo ver a Pedro en la Tierra, sino también al venerado Apóstol Santiago. “Muchas parroquias, la zona de Mendoza de la que vengo, o de Santiago del Estero, tienen a Santiago por patrón. Muchos me han pedido que traslade al Apóstol mis abrazos, y las peticiones más solicitadas para él son de paz y salud”. El trabajo ocupa el tercer lugar en el podio espiritual de los feligreses argentinos, comenta.
“Tengo muchas expectativas puestas en este viaje, y en Benedicto XVI, que creó “Di Castello”, el Ministerio para la evangelización de Europa, con una nueva evangelización renovada” y de la que viene a dar buena prueba a Santiago y Barcelona este fin de semana.
Mientras, entrada la noche de víspera, la ciudad en su parte nueva se presenta con mayor movimiento del habitual, si bien aparenta completa normalidad. Nadie diría que mañana, a unos cientos de metros y en el bellísimo casco antiguo santiagués, estará el Papa. Algunos, como nuestro buen amigo Rubén, dueño de la cafetería “Lido”, opinan que mañana se puede vivir un cataclismo de gente o que no pase nada. Es una fórmula gallega de verlo. Otros, en su bar, todavía recuerdan ese Camino al Monte de Gozo que recorrieron con Juan Pablo II en 1989.
Las cifras aportadas por el Ayuntamiento local hablan de que para este sábado se espera que lleguen 1.200 autobuses transportando a más de 60.000 personas hasta la misma puerta de la Catedral xacobea. Nadie quiere perderse la “bendición” de Joseph Ratzinger a un Año Santo que pronto concluirá y no volverá a vivirse hasta dentro de una década. Es demasiado tiempo de espera, por eso todos los creyentes quieren estar hoy aquí.
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