Suscribete a
ABC Premium

El «Yes, we can» y el Tea Party se retan a la batalla presidencial de 2012

La economía y la unidad interna de cada partido serán claves para decidir quién se lleva el gato al agua de aquí a 2012

AFP

ANNA GRAU

El Partido Republicano acaba de lograr en Estados Unidos el mayor vuelco de poder parlamentario de una sola vez en 60 años. El problema es que últimamente es inevitable poner un poco en cuarentena todos los cambios históricos en la política norteamericana. Hay uno cada dos años. En 2008 eligieron al primer presidente negro, culminando además en un tiempo de récord el desguace de la hegemonía republicana iniciada en 2006 en otras elecciones como éstas. Antes solía llevar mucho más tiempo, décadas enteras, modificar los equilibrios de las cámaras. Las cosas en Washington empiezan a moverse muy rápido.

¿Significa eso que de aquí a 2012 podría pasar lo mismo, y que Barack Obama reirá a fin de cuentas el último? ¿O está el actual presidente definitivamente acabado? ¿Qué experimento político aguantará mejor el tirón hasta entonces, el “Yes, We Can” o el Tea Party?

Obama tiene ahora la opción de centrarse, como hizo Bill Clinton cuando en 1994 su primera presidencia fue castigada con mucha más dureza que ahora: los demócratas perdieron el control de las dos cámaras, no sólo de una. Y lo que tenían enfrente era una apretada falange conservadora bastante más unida que la actual. No había Tea Party por las esquinas, ni patriarcas republicanos tramando cómo tratar de quedarse con los votos de este movimiento, pero sin sus candidatos. Tiemblan sólo de pensar con que Sarah Palin puje por la nominación presidencial republicana para 2012 y la gane.

Tiemblan por antipatía

Tiemblan por antipatía, porque nunca han digerido la súbita popularidad de esta mujer ni la díscola manera con que la administra, pero también porque temen que el Tea Party sea, no exactamente flor de un día, pero sí pan para hoy y hambre para mañana. Esta clase de discurso está muy bien para aquel que aspira a hacerse un nombre y un mercado político personal. Si se trata de ganar elecciones a escala nacional entonces ya es más complicado, porque ahí la bipolarización se paga. Sin un mínimo de centro no hay paraíso.

Quizás el principal problema al que se enfrentan los republicanos para capitalizar su espectacular avance es la falta de liderazgo y de cohesión interna. No es fácil que se pongan de acuerdo entre ellos, ya que están viviendo su propio Yes, We Can doméstico, su propia revuelta de los candidatos outsider contra los del establishment. Sólo que en este caso los outsider están a la derecha de los del establishment.

Ciertamente el mantra de menos gobierno y menos impuestos es muy americano y resuena con gran atractivo en las torturadas clases medias, incluso las más urbanas y liberales, pero que empiezan a dudar de que novedades como la reforma sanitaria no les estén restando capacidad de ahorro, mientras la Casa Blanca parece definitivamente incapaz de sujetar las riendas de la economía. De todas las promesas que Obama ha incumplido, ninguna tan grave como la de haber dado a entender que tenía la receta para salir de la crisis. Que no la tenía. Ni él, ni nadie.

El alto coste de las reformas

Ahí está la cosa: en el fondo nadie en Estados Unidos está dispuesto a acometer las reformas que serían necesarias para conjurar de verdad las causas de la crisis. Porque tendrían un coste muy alto, no sólo para Wall Street, sino también para millones de ciudadanos acostumbrados a mantener una determinada relación con su dinero. Es como el cambio climático, todo el mundo lo quiere parar pero nadie quiere dejar de coger el coche. Entonces se trata de poner parches y de ir trampeando hasta que la economía poco a poco vaya remontando sola, porque a la larga todo lo que baja sube, y viveversa. Bien que lo sabe Obama.

Contra lo que pueda parecer en este momento el presidente sigue siendo el mejor activo del Partido Demócrata, que previsiblemente también reaccionará ante la derrota evidenciando y agudizando sus crisis internas. Previsiblemente se ensanchará la brecha entre el ala más de izquierda y la más fiscalmente centrista, los famosos blue dogs a los que a veces ha costado más de convencer de acometer según qué rescates económicos que a los mismos republicanos. Por cierto que las cifras, tanto económicas como electorales, parecen darles de momento la razón.

¿Se centrará Obama?

¿Se centrará entonces Obama? Puede ser que sí y puede ser que no tanto como algunos esperan y se figuran. Volviendo al ejemplo de Clinton, a este no le salvó tanto el centrarse como que los conservadores de Newt Gingrich, enloquecidos y sedientos de sangre política, llegaran demasiado lejos. Se pasaron de antisistema y reconciliaron al desacreditado presidente con sus huestes y con su electorado.

¿Puede pasarle lo mismo a Obama? El Tea Party es en sí mismo una garantía de ello, como temen algunos destacados republicanos, particularmente los del círculo interior de George W. Bush, que casualmente la semana que viene saca sus memorias. Menudo momento ha elegido para volver a la luz pública. ¿Aún acabarán los republicanos teniendo que reivindicarle?

Si a Obama no le tiemblan las piernas y es capaz de utilizar su mítica cintura y su todavía más sobrenatural confianza en sí mismo, lo que acaba de pasar en las cámaras puede dificultarle mucho la tarea de gobierno, pero en cambio simplificarle mucho la reelección. Sus bases desengañadas se habrán desahogado en 2010 y en cambio de aquí al 2012 tienen tiempo de asustarse de que ganen los republicanos. Para entonces el presidente será menos culpable de todo lo que no quiera, no pueda o simplemente no sepa hacer. Siempre se podrá responsabilizar a la obstrucción de la oposición.

Por otro lado es de prever que los efectos positivos de algunas reformas, incluida la sanitaria, empiecen a notarse justo entonces. Aunque en ese sentido nada tendrá tanta importancia como si hay o no hay despegue económico. Si lo hay, Obama podrá persuadir a los suyos de que después de todo el “Yes, We Can” no era un timo. Si la economía no despega, habrá que subir a la cruz sin rechistar.

También hay que seguir muy de cerca qué pasa con Hillary Clinton. Ella ha estado marcadamente, quizás deliberadamente ausente de esta campaña, donde ha hecho más “bolos” su exmarido que ella. Vistos los resultados habrá que estar atentos a si sigue como secretaria de Estado hasta 2012 o a si se tira del tren en marcha para tratar de volver a coger el que perdió en 2008.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación