Albero de arena y bronce
Esculturas de astados y figuras del toreo, nombres de calles y plazas y celebraciones que son inconcebibles sin la Fiesta convierten a Castilla y León en un auténtico museo al aire libre de tributo a la tauromaquia

La Fiesta no acaba ni empieza en la plaza. El éxito de la faena y la admiración por ese animal único trasciende más allá del albero. Calles, esculturas, premios y un sinfín de fiestas a lo largo y ancho de Castilla y León, sin olvidar bares, comercios, peñas y logotipos, tienen como protagonistas a los toros. Tradición que viene de lejos y que cada año nuevas generaciones se encargan de perpetuar. Para muchos, los días grandes no se conciben sin toros. Ambos forman desde hace siglos un binomio indisoluble en numerosos pueblos y ciudades, que lidian los envites de la crisis para intentar mantener la esencia de sus celebraciones. Una especial relación que salta más allá del ruedo. Una mirada al callejero y un vistazo al catálogo de esculturas que adornan la geografía regional ponen de manifiesto que cuando la estocada marca el final de la faena y la ovación tiñe de blanco los tendidos, la afición por el arte de Cúchares sigue muy viva. Tallas que en bronce transmiten la bravura y nobleza de los astados y esculturas que inmortalizan para siempre el arte de figuras del toreo recuerdan cada día la admiración por un arte con algo de magia.
Castilla y León luce un cartel con un amplio abanico de mobiliario urbano torero. Algunos elementos están ahí desde hace años, otros son nuevos y con ellos se quiere defender de iniciativas como la aprobada por el Parlamento de Cataluña una fiesta que hunde sus raíces siglos atrás y que desde antaño ha cautivado a los hombres. Una escultura de bronce de un toro de lidia en Palencia ha sido la última en sumarse a este mueso al aire libre de la tauromaquia que es la Comunidad. Desde el 27 de agosto, y como anticipo a su feria, la capital cuenta con una talla que es mucho más que un adorno. La Diputación de Palencia abrió la puerta grande al primer acto institucional en defensa de los toros tras la prohibición de las corridas en Cataluña.
Otros lugares seguirán sus pasos. Es el caso de Burgos, donde el Ayuntamiento ya tenía pensado desde hace tiempo situar una escultura de un toro en una céntrica calle que está siendo remodelada y ahora mantiene sus pretensiones «con más orgullo que nunca» como un «reconocimiento al mundo del toro como expresión cultural en su sentido más amplio y al pasado taurino de Burgos», subrayan desde el consistorio.
Pero en otros muchos, la vinculación con el mundo del toro rezuma solera. Salamanca, tierra de dehesas, pasto donde el ganado de bravo pasea su imponente figura y madre de figuras de todos los tiempos como Julio Robles, El Viti o El Niño de la Capea, la relación está presente en todos y cada uno de los rincones de la provincia y de la ciudad, donde los festejos taurinos son el foco principal de buena parte de las fiestas y la entrega de los salmantinos al mundo del toro queda reflejada en numerosos símbolos. Las esculturas de Santiago Martín «El Viti» y Julio Robles presiden la entrada a la monumental Plaza de Toros de la Glorieta. Frente a ella, en la rotonda de acceso al coso, una gran pieza de un toro bravo recibe a salmantinos y visitantes a su entrada a la capital.
La vinculación al toro también se hace efectiva con la colocación en la espadaña del Ayuntamiento de «La Marisela», la figura de un astado en cuyo lomo se anuncian las fechas de los festejos taurinos de la ciudad. Y es que la tradición y devoción taurina de Salamanca se remonta a hace siglos. La talla de un toro en una de las puertas de acceso y salida a la Plaza Mayor de la ciudad es el recuerdo «vivo» de que por ahí pasaron en innumerables ocasiones los astados hasta un ágora que sirvió de coso taurino. La salmantina no es la única que tiempo atrás se tranformaba en ruedo. De hecho, algunas plazas aún se convierten en alberos. Las segovianas de Riaza o Turégano, que recupera cada año su ruedo de palos, aún ceden por unos días el protagonismo a los festejos taurinos y la arena tiñe el asfalto. La vallisoletana de Peñafiel también mantiene la tradición y los astados ocupan el centro del pueblo. En Ávila, una de las provincias con mayor número de festejos taurinos, la afición trasciende a la arquitectura. Los espectaculares arcos, balconadas y graderíos de las plazas mayores de Burgohondo, Pedro Bernardo o Lanzahíta hoy son un atractivo concebido en su día para albergar festejos taurinos.
Plazas centenarias
Aunque sus momentos gloriosos llegan con las ferias, durante todo el año las plazas son también un atractivo más de las ciudades. Su imponente y centenaria estructura de ladrillo las convierte en un reclamo más. «MC» Castilla y León cuenta con las plazas más veteranas, en las que la afición se mantiene tan viva como cuando fueron construidas hace siglos. La de El Castañar, en Béjar, cumplirá trescientos años en 2011, y el municipio salmantino tiene previsto celebrar tan significativa fecha. Y según un reciente estudio, la ubicada junto la ermita de Fuensanta en Medinilla, en la provincia de Ávila, data de mediados del siglo XVI.
Son la prueba de que la afición por los toros fue y sigue siendo profunda en estas tierras donde ahora braman 241 hierros de ganado de bravo, con cerca de 51.000 cabezas. La presencia de morlacos en dehesas y calles tiene siglos de historia y su vinculación a las celebraciones, también. No en vano la localidad segoviana de Cuéllar presume de tener los encierros más antiguos de España. Declarados de Interés Turístico Nacional, los festejos atraen cada año a finales de agosto a miles de personas para ver el espectáculo que comienza en los corrales y termina en la plaza tras más de seis kilómetros en los que la bravura de los astados pone a prueba la pericia de los caballistas en el campo y la valentía de los corredores en las calles, que una escultura en bronce se encarga de perpetuar. Un centro de interpretación sobre los encierros ayuda a comprender este acontecimiento sobre el que gira buena parte de la actividad cuellarana, la villa que conserva documentos en los que a comienzos del siglo XIII hablan ya de sus «juegos de toros», íntimamente ligados a las fiestas y a la celebración de los grandes acontecimientos.
Los toros forman hasta tal punto parte de la vida cotidiana que incluso algunas fiestas toman el nombre de los astados en su denominación. «Viernes de toros». Así se llama uno de los días grandes de las fiestas grandes de Soria, cita ineludible para los sorianos e inconcebible sin acudir el día anterior a la conducción de 12 astados desde La Saca hasta el coso, donde el viernes se lidian la docena de toros sanjuaneros.
El «Carnaval del toro» de Ciudad Rodrigo es otra de esas citas que no se conciben sin astados. Los disfraces y charangas comparten protagonismo con encierros, novilladas y corridas en una ambiente único. En la localidad segoviana de Sepúlveda también los morlacos ganaron el mano a mano y se adjudicaron el trofeo dando nombre a las fiestas de «Los Santos Toros», en las que la conducción de los astados por siete caballistas a través del incomparable paraje hasta la villa medieval configura un espectáculo único.
Nombre de municipio
Tan presente está el animal a lo largo y ancho de la geografía castellano y leonesa que incluso una de las localidades lleva por nombre Toro. Precisamente en este municipio zamorano, al igual que en otros muchos de toda la región, los eventos taurinos son los protagonistas de las fiestas.
Y desde principios de septiembre, Valladolid y Soria están declaradas «Ciudad taurina» y «Tierra taurina», respectivamente. Así lo aprobaron sus ayuntamientos en reconocimiento a una fiesta con gran arraigo y como respuesta a la prohibición catalana. Desde 2007, junto al coso centenario y la escultura que forma un arco de toros, la capital vallisoletana cuenta también con un museo taurino que se asoma a la «Calle de los Toreros», uno de los ejemplos de vías que reflejan la influencia taurina en la vida de la Comunidad. Un paseo desde el rito antiguo hasta la tauromaquia moderna en el que se pretende dar a conocer la riqueza cultural y los valores que encierran las corridas de toros. Una misión en la que también se empeña Salamanca, una de las provincias donde los toros adquieren nombre propio y que cuenta con su Museo de la Tauromaquia.
La escultura en Miróbriga (Salamanca) dedicada al «maletilla» en recuerdo a los cientos de aficionados que paraban en la ciudad en búsqueda de una oportunidad, la que recuerda al torero Felipe Zapico en la plaza de León o la que inmortaliza la figura de Fernando Domínguez en Valladolid son sólo una muestra de la devoción taurina y la especial relación que desde siempre Castilla y León ha tenido con este arte que cautivó a Goya y Picasso y el mundo de los toros, ése que sirvió y aún sirve de inspiración a pintores, escultores y escritores.
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