2-N, Elecciones en EE.UU.
«Tea Party», ¿reserva espiritual de los neogolfos?
Antes, los chicos malos eran los demócratas, ahora los políticos republicanos se desmelenan

Estados Unidos es un país famoso por la exigencia moral que aplica a todos sus representantes políticos. Los adulterios, las escapadas a las casas de prostitución, y ser homosexual bajo cuerda mientras se condena el matrimonio ga ya boca llena son pecados que se castigan aquí mucho más que en otros países. ¿O se castigaban? Porque de un tiempo a esta parte da sensación de cierto relajo, y lo más curioso es que parece que se relajan más los más conservadores. El «Tea Party», ¿reserva espiritual de los “neogolfos”?
Hasta hace poco l os chicos malos eran los demócratas. Entre la herencia (así sea de oídas) del Mayo del 68 y el legado de los Kennedy, las esposas liberales no ganaban para disgustos. Un adulterio hizo descarrilar en 1988 la carrera de Gary Hart, hecho que le puso los pelos de punta a un entonces joven y menos conocido Bill Clinton.
Pero l o de Clinton son magreos de adolescente si se compara con el consumo de prostitución del ex gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer, o con la aventura extraconyugal (más la procreación de una hija de la que al principio trató de renegar) del ex candidato presidencial John Edwards estando su esposa, Elizabeth Edwards, enferma de cáncer. Edwards parecía haber tocado fondo en la depravación demócrata.
La musa ultraconservadora
Mas pronto se vio que los republicanos, cuando se ponen, pueden ser mucho más degenerados. Empecemos por la musa del «Tea Party», Sarah Palin, quien entró en campaña con una hija soltera embarazada. Por supuesto lo vendieron en positivo, que Bristol Palin descartaba el aborto de plano, como lo descartó la propia Sarah cuando le diagnosticaron que su hijo pequeño venía con síndrome de Down. En la letra pequeña de la biografía familiar quedó el detalle de que lo de lanzarse a por todas con el novio del instituto pasa de madres a hijas. Sarah Palin se fugó para casarse con el que sigue siendo su marido, Todd Palin.
Seguimos para bingo. En las orgullosas filas del «Tea Party» figura también Carl Paladino, el candidato a gobernador de Nueva York, que tiene varios hijos de su señora, y otra de su examante. Por no hablar de Larry Craig, antiguo senador republicano por Idaho, ultraconservador él, que fue no sólo sorprendido sino arrestado por tocar con su pie el pie de otro hombre en el baño público de un aeropuerto. Craig primero se declaró culpable de un delito de «conducta desordenada» , que es como llaman a estas cosas en Estados Unidos, y se mostró dispuesto a dimitir. Luego se arrepintió, dijo que la policía le había liado, y se negó a abandonar su escaño.
Cliente de la madame
Por lo menos Craig se abstuvo de presentarse a la reelección en 2008. No puede decirse lo mismo de David Vitter, senador por Luisiana, otro primer espada de la defensa de los valores familiares más estrictos, hasta que su nombre apareció en la lista de clientes de una prestigiosa madame de Washington. Con notable desparpajo, Vitter siguió y pretende seguir en el Senado. Parece que lo tiene bien para desbancar a su rival demócrata, Charlie Melancon.
¿Cómo es posible que el electorado americano más conservador sea a veces el más indulgente con estas cosas? Análisis caben muchos. Se puede desde inferir que el «Tea Party» en realidad no tiene tantos votantes como seguidores, y que sus políticos de referencia no son percibidos como la gente que realmente va a gobernar. Con lo cual la exigencia moral baja. También se puede pensar que el descontento con Obama es tal que vale todo . Y por último, ¿por qué no?, a lo mejor la América tradicional y profunda está en fase de desmelenamiento.
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