«Nos dijeron que nuestra hija iba a morir; ahora quiere volver a trabajar»
Traumatismos, derrames... 50.000 personas sufren cada año una lesión cerebral. La respuesta para ellos de la sanidad pública es insuficiente
Va a hacer ahora dos años. Mucho tiempo pagando la penitencia de un instante, tan solo un instante, que cambió su vida. María López Valero tiene ahora 36. Aquel día paseaba con su perrita y con su novio por Pinto, la localidad donde reside. Cruzaban por un paso de cebra, cuando un potente todoterreno que circulaba a gran velocidad se los llevó por delant e. Solo el chico pudo esquivarlo. La perra murió. El conductor, el criminal, se dio a la fuga y jamás se pudo dar con él. Su Volkswagen Touareg huyó camino al anonimato y la impunidad. Aquel instante, aquel golpe lo cambió todo. Sobre la calzada quedó una vida hecha añicos. Pero María se empeñó en recomponerla.
Estuvo mal, muy mal. Entró en coma y los médicos les insistían una y otra vez a sus familiares en que se pusieran en lo peor, que pensaran que no saldría adelante. Pero ella debe de tener la cabeza muy dura, porque no solo resistió aquella brutal sucesión de impactos contra el asfalto, sino que su vital tozudez convirtió en malos todos los pronósticos de unos médicos que no creían en ella. Salió del coma y ahora continúa batallando por volver a ser como era antes . Por rematar su milagro. Cuenta que quiere volver a trabajar. Antes del accidente era auxiliar de enfermería.
Su historia conmueve. Sin embargo, es solo una de las que engrosan una estadística alarmante. A eso que le pasó a María, sufrir una lesión súbita en el cerebro, los especialistas lo llaman Daño Cerebral Aquirido (DCA). Para dar a conocer esta problemática y reclamar la atención social, la Plataforma española por el DCA ha convocado este domingo una gran manifestación en la Puerta del Sol con motivo del Día del Daño Cerebral. Se trata de dar visibilidad a un problema de gran incidencia, pero paradójicamente de escasa repercusión mediática.
El DCA es la primera causa de muerte entre las mujeres españolas y la segunda entre los hombres. Además es la primera causa de invalidez en adultos. Datos como este dan idea de la magnitud de un problema al que, según cuentan quienes lo padecen y los profesionales que trabajan atendiéndoles, el sistema sanitario público da la espalda. Como muestra un botón. Antonia, la madre de María, explica que el tratamiento que ha conducido a su hija a una notable mejoría cuesta más de 1.700 euros mensuales . «Nos estamos gastando en eso la indemnización que recibimos tras el accidente, pero cuando se acabe ese dinero no sé qué podremos hacer». María se trata en el centro especializado Lescer, uno de los de vanguardia a nivel nacional. No ha encontrado nada parecido a esto en la Seguridad Social.
El daño cerebral es la primera causa de muerte entre las mujeres y la segunda entre los hombres
Rosario López Pascua, portavoz del centro Lescer, admite que los tratamientos son muy costosos. «La atención necesaria es individualizada y la prestan profesionales muy cualificados. Son fisioterapeutas, neuropsicólogos… En la Seguridad Social, con suerte, estos enfermos reciben unas pocas sesiones de fisioterapia y basta». Hace falta mucho más.
Andrés Montes es mayor que María. Él tiene 73 años. Sufrió un derrame cerebral que estuvo a punto de costarle la vida . Poco a poco, trabajando duramente con su fisioterapeuta, Arantxa, también él ha mejorado. De hecho ahora puede hacer algo esencial que le resultaba imposible tras el derrame: hablar. Su mujer, Carmela, cuenta que para ella su marido es ahora «otro trabajo», que hay que ayudarle para todo». Ni ella ni la familia de María reciben un euro de ayudas de la Administración. Lo que le pasó a Andrés, un accidente cerebrovascular es, junto con los traumatismos craneoencefálicos, una de las principales causas que originan el daño cerebral.
La rehabilitación más modesta cuesta en torno a 1.700 euros mensuales
Beatriz Mangas, que trabaja como neuropsicóloga, uno de esos profesionales que ayudan a gente como Andrés a volver a hablar, dice que «todavía queda mucho por hacer». Para Mangas, «un caso de daño cerebral casi siempre mejora con el tratamiento adecuado». De ser cierto, revestiría especial gravedad que ese tratamiento no lo dispense el sistema público.
A la espera de que movilizaciones como la del domingo remuevan alguna conciencia en algún despacho y nazca la voluntad política de corregir estas carencias , las muchas familias que tienen en su seno a alguno de estos enfermos tienen que conformarse con bregar por percibir alguna de las subvenciones existentes. Bregar, porque la burocracia pública que las gestiona no destaca ni por su rapiudez ni su prodigalidad. Antonia Valero solicitó para su hija María la ayuda a la dependencia. Fue en enero de este año. Todavía no ha recibido noticias de la Comunidad de Madrid. Para cuando llegue esa ayuda, si es que llega, quizá María haya hecho ya realidad su sueño de volver a trabajar y esa subvención ya no le haga tanta falta. No lo descarten. No sería la primera vez que logra lo que algunos daban por imposible.
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