El Olympiacos castiga la fragilidad blanca

Si se han cumplido las palabras de Etore Messina, a estas horas toda Europa sabrá ya que a su equipo le queda un mundo para poder aspirar a la Final Four. Y es que, según el técnico del Real Madrid, la mayor parte del continente iba a estar pendiente del choque entre su equipo y el Olympiacos, el que daba el pistoletazo oficial a una nueva edición de la Euroliga, y en el que se volvió a demostrar que al conjunto blanco le vienen grande este tipo de partidos.

Superado en la zona de manera casi lastimosa, el Madrid aguantó el tipo gracias a su acierto exterior y al sesteo que Teodosic y Spanoulis demostraron durante la primera mitad. La falta de ritmo de Olympiacos —la liga en Grecia sigue parada por una huelga de jugadores— se notó en los primeros minutos, en los que el Madrid llegó a ir mandando por nueve puntos (21-30, min. 15). La entrada de Bourousis, que sólo falló dos lanzamientos en todo el partido, propició la remontada griega, con un parcial de 11-0 que le dio la vuelta al marcador (32-30, min.18).

Hasta ese momento, sólo Llull y Suárez daban muestras de estar dentro del partido, mientras Messina trataba de encontrar en el banquillo alguna solución a la avalancha griega. Probó con Fischer, indolente como siempre, y con Velickovic, que sigue con su crisis de identidad cada vez que se enfunda la elástica blanca. Con ese chollo en la pintura, Ivkovic no dudó en enviar a sus «hombres a la guerra», buscando una y otra vez el choque bajo los aros (51-42, min.25).

Messina colocó al equipo en zona y la apuesta le salió bien. A un minuto del último cuarto, Olympiacos mandaba sólo por uno (57-56) y el triunfo blanco parecía factible, pero fue entonces cuando llegó la enésima desconexión total del conjunto madridista. Un parcial de 15-0 —iniciado con un triple sobre la bocina de Keselj— disipó cualquier atisbo de esperanza. El camino de la «Novena» empieza mal.