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Testaferro de Blanco

alfredo aycart

Equivocado hasta cuando rectifica, una característica que le obliga a constantes cambios de dirección hasta encontrar casi siempre la solución más alambicada, el secretario general del PSOE gallego, Manuel «Pachi» Vázquez, se desmarcó ayer con el anuncio de su intención de encabezar la «Marcha Negra», protagonizada de los trabajadores afectados por el insolidario, antiecológico y caciquil decretazo del carbón perpetrado por el Gobierno de su jefe de filas, Rodríguez Zapatero.

En un político que ha sustituido el debate razonado por el recurso a la pancarta y al algarada no resulta sorprendente que participe en una nueva manifestación. Ya lo hizo en las convocadas para defender la exclusión del castellano de las aulas, con tan mala fortuna que tuvo que condenar después a los compañeros que quemaron una bandera de España. Lo asombroso es que pretenda encabezar una marcha convocada en protesta por una decisión gubernamental que apoyaba hasta hace escasas horas y que, de hecho, continua justificando.

«Pachi» Vázquez se sumó a regañadientes en sede parlamentaria a la oposición al decreto con el que el actual inquilino de la Moncloa pretende privilegiar a la comarca en la que nació. Pero lo hizo entre curiosos malabarismos, en una de sus más brillantes aportaciones al antiguo arte del enigma, para precisar que considera que se trata de una medida acertada teniendo en cuenta unos supuestos intereses generales.

Una vez más no cabe menos éxito en la defensa de los intereses de la Comunidad. Una diaria cosecha de fracasos del dirigente socialista más sumiso ante los jefes de su partido en Madrid y singularmente ante un Zapatero a quien imita constantemente. Por hacer algo de memoria histórica, a la que tan aficionado es su partido, «Pachi» Vázquez fue incoherente en su postura sobre la ley de cajas aprobada por la Xunta. La cuestionaba por politizar las entidades financieras, pero guardó después un prudente silencio ante la presencia como vicepresidente del socialista Salvador Fernández Moreda, en su calidad de titular de la diputación coruñesa.

Fue errático también en su actitud ante la propia fusión que primero apoyó para después rechazar, volver a respaldar, criticar y aprobar en un vertiginoso carrusel de bruscos cambios de opinión que evidencian la escasa predisposición al rigor que le retrata.

Sin extenderse en su penosa indefinición ante los constantes incumplimientos y desaires —desde el Xacobeo al AVE— del Ejecutivo de los tres ministros gallegos a su Comunidad natal, cabe apreciar un último detalle en el perfil del testaferro de José Blanco. Se trata de la incoherencia de quien respalda la subida de impuestos decidida por el Gobierno socialista quizás en la seguridad de que, como ya hiciera con la reconstrucción de su lujosa vivienda al parecer con licencia solo para retecharla, podrá eludir de nuevo sus personales obligaciones fiscales.

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