«A estos terroristas malcriados pequeño-burgueses... ¡ni caso!»
Maite Pagazartundúa, alma de la fundación Víctimas del Terrorismo, publica «Aralda»
Sus hijas le preguntaron: «Ama, ¿tú escribes libros de mayores?». «A veces», respondió ella. Y le pidieron: «¿Por qué no nos haces uno a nosotras?».
—Y querían que las protagonistas tuvieran su edad, superpoderes... Viajé, anoté en mi cuaderno, y cumplí mi promesa.
—Lo sobrenatural, el misterio, la aventura aparecen en «Aralda» (Espasa) desde un mundo real: el Alto Sella. ¿Cómo se aprende a crecer sin miedo?
—Todos tenemos miedo, y algunos más que otros. Pero si queremos, de verdad, sacarles jugo a las cosas, ser libres por dentro para poder ser libres por fuera, hay que enfrentarse al miedo, a la cobardía.
—Hay un elemento de desarraigo en su relato.
—La novela comienza cuando la familia de dos niñas, de 12 y 8 años, abandona Ginebra y regresa a España. Les dejan con los abuelos en una gran casona. Una de ellas se convierte en detective-historiadora. Y surge la relación con los abuelos, que es de armas tomar, los misterios, fantasmas familiares...
—Y la libertad.
—Hay una parte que no tiene que ver solo con el humor o con el placer, sino con el deber. Para crecer como personas hay que saber decir «no» a cosas.
—Usted ha sufrido lo indecible, como el asesinato de un hermano, y se ha levantado con admirable fuerza. Es un espejo para muchísimos ciudadanos sensibles como Maite Pagazaurtundúa.
—Pero... ¡si yo soy una persona muy cobarde! Mire: procuro nadar donde no cubre, nunca he hecho deportes de riesgo... Pero en la vida hay que decir lo que uno piensa. Un sentido mínimo, básico, de la decencia, de la ética, de la dignidad que tienen los demás seres humanos que están a tu alrededor, te puede llevar al compromiso. Muchas veces no tienes la posibilidad de dar pasos atrás, sobre todo cuando te encuentras con fanáticos. Esos no perdonan nunca. O sea, que hay que tirar para adelante con valentía, aunque la saques de la cobardía.
—¿Cómo se siente sabiendo que está cayendo infraestructura de ETA, parte de la lacra fanática?
—Esperanzada.
—¿Y de las mentiras y cintas de vídeo de ETA?
—¡No hay que hacerles ni caso! Son unos terroristas malcriados, terroristas pequeño-burgueses, de una sociedad del bienestar. ¡Ni caso! Ellos nos deben mucho. Que empiecen. A pensar y a pagar.
—¿Y que los cobije el dictador bananero?
—Son cosas a las que no hago ¡ni caso! Las noticias que leo de verdad son las que tienen relevancia. O sea, está cayendo infraestructura de ETA, están cayendo los etarras, y eso está muy bien. Eso nos fortalece, como que estemos unidos.
—Desde la Fundación Víctimas del Terrorismo.
—Hay una parte del duelo de las víctimas del terrorismo que no es privado, que es público, compartido con los ciudadanos. Derrotar la estrategia de unos fanáticos es muy importante porque las víctimas han sido, y son, el instrumento que ellos utilizan para sus jugarretas, e intentar conseguir sus objetivos, de forma absolutamente ilegítima. Es básico que sean derrotados para cerrar bien ese duelo. No se trata solo de que detengan a los asesinos de tu ser querido. Hay que vencer a ese colectivo que ha adoctrinado, reclutado en afán totalitario y utilizado a seres humanos para su estrategia.
—¿Tiene alguna segunda lectura «Aralda»?
—Puede tenerla. Tiene que ver con «eso» a lo que de pequeños o mayores tenemos que enfrentarnos. Hay una encarnación del mal absoluto en uno de los personajes de «Aralda».
—¿La narradora es su alter ego?
—Enfrentarse a nuestros miedos, a nuestras propias cobardías... tiene que ver con la niña que fui, con la persona que soy. Le ayudo a pelear.
—¿Por qué el ser humano mata, asesina?
—El mal y el bien están en el ADN del código humano. Tanto social como individualmente. Amos Oz, en un libro precioso que se titula «Contra el fanatismo», dice que el gen del mal está en el género humano, y también el gen del bien, el de la solidaridad, el de la empatía. Y Amos Oz sabe mucho de fanáticos.
—¿Cómo se debe luchar contra el fanatismo?
—El antídoto contra el fanatismo es el humor y la literatura. También lo creo, como Amos Oz. Los fanáticos, ya sean identitarios, religiosos, etc..., carecen absolutamente de sentido del humor. La pelea de la libertad es la pelea por tener humor para cambiar las cosas, evolucionar, equivocarnos, acertar...
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete