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DESDE MI ESCAÑO

LORO PARQUE Y LA LIBERTAD

No es lo mismo enclaustrar a un loro que a un bicho de unas cuantas toneladas

JUAN VELARDE

LA información adelantada ayer domingo por ABC, en sus páginas de Canarias, sobre la confirmación de que la muerte de un adiestrador del Loro Parque fue producto del ataque de la orca Keto pone en tela de juicio ciertos espectáculos que ofrece este maravilloso espacio de ocio turístico. Reza el viejo adagio que hay que renovarse o morir, pero tampoco podemos llegar a los extremos de que una atracción suponga poner en riesgo la vida de un empleado de este parque.

Siempre ha habido un cierto temor a criticar al Loro Parque y a su máximo exponente, Wolfgang Kiessling. Nadie pone en duda de que esta instalación es uno de los reclamos más importantes de la isla de Tenerife, poniéndose a la altura del Parque Nacional del Teide, por ejemplo. Acudir a este recinto supone una delicia para el visitante y, personalmente, debo decir que durante dos cursos adquirí el bono anual para ir cada mes o mes y medio a este lugar. Puede parecer pequeño, pero en realidad hay mucho que ver y siempre se agradece poder hacerlo con la tranquilidad de no tener que ir al corre corre.

Sin embargo, no todo es bueno en el Loro Parque. Durante muchos años se le achacó que las entradas costaban un verdadero pico y con los horarios de los espectáculos programados de tal manera que a veces resultaba imposible en una jornada poder asistir a todos. Y es que, además, no sólo hay que hablar de los shows. Los amantes de la ornitología se desmayarían del gusto al ver tantas especies y, sinceramente, no se puede ir a mata caballo sólo pensando en las actuaciones en vivo. Conviene relajarse, sin duda.

Por eso, el hecho de la muerte de este adiestrador y la ulterior confirmación de que el fallecimiento fue producto del ataque de la orca da que pensar sobre la deriva que está alcanzando este negocio turístico. No es lo mismo el espectáculo de los delfines o de las focas, animales más dóciles y con una casi nula capacidad para el ataque, que las orcas, mamíferos con una peligrosidad evidente.

Yo he tenido la ocasión de observar el show de las orcas y tengo que decir que era más que meritorio que obedecieran de tal manera a sus adiestradores. También he podido observar como en alguna ocasión alguna de estas orcas pasaba tres kilos de las órdenes que se le daban. Y llegado a este punto, uno tiene que ponerse en la piel de estos animales y recrear en su mente que a nosotros tampoco nos gustaría permanecer encerrados a cal y canto en un lugar donde disfrutásemos de cama, comida, bebida y actividades, pero a cambio sacrificar lo más valioso, la libertad. Y no es lo mismo enclaustrar a un loro que a un bicho de unas cuantas toneladas.

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