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Ahmadinejad se queda solo en la ONU acusando a EE. UU. e Israel del 11-S

En su discurso hubo extensas loas al islam y agrias críticas a la inhumanidad de Occidente, empezando por la misma ONU

ana grau

El presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad, provocó deserciones masivas del plenario de la asamblea general de la ONU al sugerir en medio de su discurso que los atentados terroristas del 11-S pudieron ser obra no de miembros de Al Qaida sino de un “complot” de Estados Unidos e Israel. La delegación norteamericana y la de otros países europeos abandonaron de inmediato la sala al oír estas palabras.

Los discursos de Ahmadinejad en la ONU suelen tener garantizada su dosis de polémica y de espectáculo. Su reciente alocución sobre los Objetivos del Milenio ya provoco un motín de traductores e intérpretes que le acusaron de decir una cosa en farsi y de llevar escrita otra en la versión inglesa del discurso. Ayer el mandatario iraní entregó un texto que en inglés ocupaba once páginas y que, entre grandes circunloquios oratorios, extensas loas a la humanidad del islam y agrias críticas a la inhumanidad de Occidente, desautorizaba al entero orden mundial, empezando por la misma ONU.

Ahmadinejad ya llevaba días calentando el ambiente con sucesivas entrevistas a los medios de comunicación norteamericanos. En el programa de Larry King calificó al primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, de “asesino profesional”. Ayer ante el plenario de la ONU aseguró que “la mayoría de la opinión pública americana y europea” creen que el 11-S fue un montaje para apuntalar “el estado sionista”, perpetuar la “ocupación” de Palestina –justo el día en que Barack Obama había hecho su gran llamamiento a la paz en Oriente Medio- y encubrir la creciente debilidad de Estados Unidos.

Según el iraní toda la campaña de denuncia y persecución del terrorismo islamista después del 11-S no sería otra cosa que una magna “operación de propaganda” destinada a perpetuar la dominación de una parte del mundo por la otra, occidental, capitalista, imperialista e impía, que es la misma que mantiene la “injusta estructura” de la ONU a través del derecho de veto de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Ahmadinejad atribuyó a esta correlación de fuerzas la reciente ronda de nuevas sanciones contra Irán, que sigue desafiando al mundo con su programa nuclear.

A diferencia de otras veces, cuando ha reivindicado el uso supuestamente pacífico que su país quiere dar a la energía nuclear, esta vez Ahmadinejad parece haber pensado que la mejor defensa es un buen ataque. Atacó entonces frontalmente a la ONU y a su incapacidad para frenar la proliferación nuclear en el mundo, mientras por su parte sugirió que 2011 sea declarado año de la paz y contra la extensión del armamento nuclear en el mundo.

En resumen el iraní volvió a tensar una cuerda que, después de tensarse tantas veces, ya ni sorprende ni prácticamente interesa. Su fabulación sobre el 11-S en la misma ciudad que lo padeció hace nueve años provocó que la asamblea general de la ONU se vaciara drásticamente de oyentes cualificados. Pero Ahmadinejad ya está acostumbrado a pronunciar sus discursos en salas vacías o semivacías, con más periodistas que delegados entre el público.

Por lo demás el Departamento de Estado de Estados Unidos sigue negando que en el marco de esta asamblea general de la ONU haya habido o vaya a haber ningún contacto oficial entre oficiales estadounidenses e iraníes, como Ahmadinejad insistentemente solicitaba, hasta el punto de pedir un encuentro público con el presidente Barack Obama. En la Casa Blanca admiten que hay contactos indirectos o de bajo perfil pero ningún trato diplomático directo. Sí admiten que el reciente nombramiento por Irán de un enviado especial a Afganistán podría ser un punto de apoyo para un posible diálogo de futuro.

En su discurso de ayer, Obama dio a Teherán una de cal y otra de arena, recordando que hace un año y en ese mismo escenario le tendió una mano que sigue tendida. Pero si Irán no toma esa mano tendrá que atenerse a las consecuencias y comprobar que la legislación internacional “no es una promesa vacía”, constató el mandatario norteamericano. Futuras sanciones aún más duras pueden estar en camino.

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