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ABC Cultural

El rostro de Ava, al desnudo

Del primer plano frutal de Julia Roberts, el festival se muda al primer plano melancólico y legendario de Ava Gardner

E. RODRÍGUEZ MARCHANTE

Del primer plano frutal de Julia Roberts , el Festival se ha mudado al primer plano melancólico y legendario de Ava Gardner , una actriz que vino a España a rodar «Pandora y el holandés errante» a los 29 años y en donde encontró su lugar perfecto, porque, según pensaba, España y ella tenían los mismos defectos.

Probablemente no sea más que una frase, pero vista ahora la huella que el tiempo había dejado en ambas a finales de los ochenta, cuando rodó «Harem», tal vez la frase fuera también un augurio. El primer plano de Ava Gardner en «Pandora» se enfrenta o solapa al primer plano de ella en «Harem», un masaje cinematográfico y poético que cristaliza en el documental «La noche que no acaba» (igual serviría «La noche que no acAva») y que hurga en el recorrido vital y sentimental de una mujer inagotable y profundamente agotada. Lo ha dirigido Isaki Lacuesta y está inspirado en el libro de Marcos Ordóñez «Beberse la vida: Ava Gardner en España», un título de una elocuencia aplastante.

Las dos fotografías que «dialogan» son igualmente un festín de retórica: la primera y la última Ava fundidas en una imagen doblemente dolorosa por la impresionante belleza y por el estrago amargo. La película indaga en ese tránsito, pero revela al tiempo algunas claves del claroscuro de la época, ventilada entre capas y copas, y pone ambas radiografías al mismo trasluz, la de la estrella que va perdiendo color y la del país que va perdiendo blanco y negro .

Isaki Lacuesta decide que sean dos voces las de la memoria de la estrella, la de Charo López y Ariadna Gil, pero convoca a otras varias para que contribuyan a la construcción del dibujo (en realidad, se debería hablar de la «destrucción»), los que la conocieron, trabajaron con ella o compartieron la paulatina pérdida de su divinidad. Las zonas oscuras y sórdidas de esa crónica, las regatea Lacuesta con mano de seda y la pantalla nunca se convierte en vómito ni en resaca ; coloca una gasa poética entre las dos imágenes… En realidad, lo más, o lo único, desagradable que se dice en esta película es sobre Charlton Heston, que pasaba por aquí 55 días.

Preciosa miniatura

Pero la película del día en la competición era otra, «Elisa K», de Judith Colell y Jordi Cadena, una miniatura que pretende albergar dentro algo muy gordo, gordísimo. Hay esencialmente dos vocaciones en «Elisa K» , la de contar una historia (tremenda) y la de tener un estilo, que no deberían de ser irreconciliables, pero que evidentemente el uno se come a la otra. El estilo es firme pero no nuevo: una voz en off fría nos repite o aclara lo que vamos viendo en la pantalla y ésta, también fría, nos completa o adorna lo que nos cuenta la voz en off. Y tiene dos momentos clave esta película, en el primero, Elisa tiene once años y es violada por el amigo de su padre sin que éste ni su hermano (allí presentes) se enteren, y en el segundo, Elisa vive en Londres es una mujer y de repente recuerda la tragedia de la que se olvidó al instante de haber sucedido. Entre estos dos momentos, el primero dramático de boquilla (no se ve) y el segundo rodado e interpretado visceralmente, la película es un calculado témpano en el que la perplejidad y la incomprensión anulan cualquier intento de intriga , compasión, implicación o emoción con nada ni nadie allí. Y para cuando la memoria de Elisa enciende el horno (y obliga a la actriz, Aina Clotet, al esfuerzo de convertirse en lo más admirable de la película) uno ya ha hecho la digestión.

El otro título en la competición era «A casa por Navidad», de Bent Hamer, y se trataba de un puñado de personajes en un pequeño pueblo nevado y sus también pequeños contratiempos ante la reunión familiar de Nochebuena, todos ellos trenzados a un tiempo. Pretende algunos guiños de comedia con poco éxito y otros más dramáticos pero aún con menor éxito; ensaya cierta simbología de Portal de Belén también de modo muy infructuoso y hasta podría tener un toque berlanguiano (sin querer y sin gracia ninguna) del siente un pobre a su mesa. Nada de todo ello funciona y se pasa la película añorando aún sus primera imágenes en las que alguien apunta con un rifle a alguien… pero no era nada más que otro guiño tópico al pasado de uno de los personajes .

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