«Mantenemos deliberadamente “pequeño” el festival por vocación»
Lleva 19 años al frente del encuentro cinematográfico más importante de España. En enero le sustituirá José Luis Rebordinos. El balance de su etapa no puede ser mejor
![«Mantenemos deliberadamente “pequeño” el festival por vocación»](https://s3.abcstatics.com/Media/201009/15/olaciregui1--478x270.jpg)
Para Mikel Olaciregui (Pasaia, 1956) siempre era un mal trago esta entrevista previa al festival. Sin embargo, este año sonríe como un buda feliz y hasta se anima a desgranar recuerdos sentimentales de un cinéfilo que, durante diez años, ha podido estrechar la mano de muchos de sus ídolos a la puerta del María Cristina. El próximo viernes arranca el Zinemaldia y su director se dará el gusto de agasajar a Julia Roberts. En enero, ocupará su despacho José Luis Rebordinos. —¿Cuántos festivales recuerda en medio de una tregua de ETA?
—En 1997 cenaba con Jeanne Moreau y conocimos la noticia. Ella pidió brindar con champán. Para todos los ciudadanos de este país es un sueño que acabe la violencia y podamos resolver nuestros problemas con la palabra. El lehendakari y Ángeles González-Sinde recordaban el otro día a Miguel Hernández en la inauguración de la Casa de la Paz en Aiete: «Cuando las armas hablan y vencen a la palabra, malos tiempos».
—¿Sabe que Javier Bardem no dará entrevistas durante el festival?
«Que Bardem no dé entrevistas choca en una profesión como la suya»
—No. Choca en una profesión como la suya, sabe que vender una película forma parte de su trabajo. Lo entiendo a título personal, estuve en el rodaje de «Vicky Cristina Barcelona» y el acoso al que le sometían los paparazzi era brutal. Pero es una pena que no nos cuente cómo ha sido trabajar con Julia Roberts en «Come, reza, ama» o con Iñárritu en «Biutiful».
—No es mitómano, pero como cinéfilo habrá vivido momentos imborrables estos años.
—Antes de entrar al festival ya tenía contactos con las estrellas en ETB. Estuve en la última entrevista que dio Bette Davis. Ya como director, en un rincón especial de mi memoria permanece Robert Mitchum. Me encargué de traerle desde el inicio. Ahora es muy difícil hablar por teléfono con las estrellas. Yo llamé, pregunté por el señor Mitchum y me respondió un «speaking!» que sonó como un disparo. Fui a buscarle a Sondika, cuando todavía permitían entrar con el coche en la pista. Era una persona mayor que llevaba 24 horas de viaje desde su rancho en California. Bajó por la escalerilla y vio el coche. «¿Puedo fumar?», preguntó. «¿Estamos en un país civilizado?». Tenía un sentido del humor muy socarrón.
—¿Y de las estrellas recientes?
—Con Anjelica Huston mantengo una buena relación, la visito cuando voy a Los Ángeles. John Malkovich se ha convertido en un habitual... En realidad, estás muy poco tiempo con ellos. Me quedo con Richard Gere, que vino con su mujer, sin asistentes, y con Meryl Streep, que llegó con una amiga. Tengo la sensación de haber estado con dos personas muy cercanas. Cenamos compartiendo vivencias y anécdotas y nos dieron las tantas sin darnos cuenta.
—No me va a dar nombres, pero habrá padecido también a estrellas insoportables.
«No he cumplido mi sueño de traer a Jack Nicholson»
—Hombre, en todos lo sitios hay gente menos cariñosa. Obviamente no te lo voy a decir (se ríe). Eso sí, son bastantes menos de los que la gente cree. Esa imagen de la estrellona intratable e inaccesible me ha tocado en contadas ocasiones. Las exigencias muchas veces provienen de sus entornos.
—No ha cumplido su sueño de traer a Jack Nicholson.
—Le he perseguido durante años. Estuve a su lado en un partido de los Lakers y no me atreví a pedirle que viniera. Hablamos de un amigo común ya fallecido, el productor Hercules Belleville, que le recomendó muchas veces venir a SanSebastián. Todavía no he arrojado la toalla.
–Y este año, Julia Roberts.
—Una muy buena actriz que se ha convertido en icono de una generación desde «Pretty Woman». Ha arriesgado y no se ha limitado a comedias tontorronas. Un gran Premio Donostia.
—Usted entró en el festival con 35 años —primero como gerente, después como director— y sale con 54.
—Que lo deje puede ser una novedad para los medios, pero hace un par de años que lo venía comentando en el Consejo de Administración. Nunca daba una fecha, me iba frenando. El alcalde me dijo que había pensado en José Luis Rebordinos y a partir de ahí empezó la transición. Con José Luis todo es fácil, lleva 15 años en el festival.
—Deja el cargo por razones puramente personales.
—Totalmente personales. Vas perdiendo la energía con los años. No entras en la rutina, porque cada día de festival es diferente. Y ninguna edición igual que la anterior; un año te falta una película, otro un jurado, un Premio Donostia...
—¿Los recortes presupuestarios de los últimos años han acelerado su marcha?
—No. Se ha cumplido el final de un ciclo. Hay que saber verlo y hacer caso a lo que te dice tu cuerpo. Son 18 años, no distingo etapas entre gerente y director. Mi vinculación a este festival ha sido brutal.
—¿Cómo deja la caja?
—Infinitamente mejor que cuando la abrimos en 1993. Dejo un colchoncito pequeño, no hay deudas como cuando llegamos. Un porcentaje muy alto del presupuesto se va en los nueve días del festival. Pueden surgir mil gastos imprevistos: se cae un patrocinador, disminuye la venta de entradas...
—¿Qué sentirá el domingo 26 cuando se levante?
«Me encantó 'Promesas del este', de David Cronenberg»
—Todos los años sientes una liberación. Este año será mayor. Si esta edición sale como las últimas, me sentiré satisfecho por un trabajo bien hecho. Me desharé de una carga. Espero sentirme bien.
—¿Escribirá un libro de recuerdos, como su antecesor Diego Galán?
—No. Tengo muy mala memoria, tendría que tirar de hemeroteca.
—Tendrá un álbum de fotos fantástico...
—No soy nada mitómano, nunca me he hecho una foto con una estrella, no me atrevo a pedírselo. Ni siquiera he guardado las que se han publicado.
—Ser relaciones públicas es lo que más le ha costado.
– Tienes que seducir para que elijan tu festival. Y atender a los medios, a los invitados... Al principio era una carga, pero ahora me siento cómodo. He tratado de ser discreto y eficaz. Nunca he sacado la cabeza para que se me vea en la foto. Y me ha obsesionado que la maquinaria del festival, en letargo durante once meses y medio, funcione como un engranaje perfecto.
—Quédese con un largometraje de los cientos vistos estos años.
—Qué difícil... «Promesas del Este», de David Cronenberg.
—El festival de Valladolid este año sólo programará películas, no habrá fiestas ni alfombra roja.
«Quitar la alfombra roja es absurdo»
—Quitar la alfombra roja es absurdo. Cualquier director, por anónimo que sea, merece ese momento de presentar su obra. Un festival no se puede hacer sin películas, pero el glamour también es necesario. Hay que darle un cáracter lúdico, tratando de que cueste lo menos posible. El año pasado ya no hubo fiesta de clausura en el Palacio Miramar. Este tampoco. Yo prefiero una proyección digital en una sala que dar una fiesta.
—San Sebastián nunca será Cannes ni Venecia por la propia infraestructura de la ciudad, con un solo hotel de cinco estrellas.
—Tiene limitaciones por la ciudad, pero mantenemos deliberadamente «pequeño» el festival por vocación. Venecia proyecta 54 películas en la sección oficial, toca a cinco o seis por día. ¿Cuántas personas tendría que enviar un periódico para cubrirlas? Si quieres ser honesto con los cineastas que vienen a San Sebastián, tienes que garantizarles que, al menos, se podrán ver sus obrar y hablar de ellas.
—Cuando salió elegido José Luis Rebordinos descubrimos que Ignasi Guardans y el Ministerio de Cultura habían presentado otro candidato, Paz Lázaro, programadora de la Berlinale.
—Esta mujer se presentó al puesto y no salió. Me pareció de muy mal gusto que un medio lo publicara, es deshonesto saber que alguien que está en un trabajo opte a otro y no lo obtenga. A Rebordinos lo propuso el alcalde y presidente del consejo de administración. Los otros socios estaban en su derecho de dar otros nombres. Conozco a esta mujer y hace un buen trabajo en la Berlinale, pero no tenía ninguna vinculación con el Zinemaldia.
—¿Usted seguirá vinculado al festival?
—Rebordinos me ha pedido contar conmigo. Acumulo un ‘know how’ que puede ser útil para el festival. Ya no estaré sujeto a un calendario: Berlín, Cannes, los viajes de relaciones públicas a Estados Unidos... De todas formas, no tenía pensado irme a la empresa privada.
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