Medio año en el pozo
Las obras del AVE en la calle Bruc, ocupada por la maquinaría entre Provença y Mallorca, han provocado significativas pérdidas económicas a los comerciantes de la zona, que han hecho de todo para salir bien librados

La crisis ha afectado a muchos comercios y restaurantes de la ciudad. Muchos son los negocios que han tenido que bajar la persiana después de intentar de todo para no echar por la borda el esfuerzo de toda una vida. Pero algunos negocios, además de tener que enfrentar la devacle económica, han visto mermados sus ingresos aún más por el paso de las obras del AVE. «Todo el turismo extranjero que viene de Paseo de Gràcia hacia la Sagrada Familia y que antes pasaba por delante de nuestro local, ahora pasa por la otra acera o no pasa», explica Cristian Olivella, gerente del restaurante De Tapa Madre, ubicado en la esquina de Mallorca y Bruc.
Como el reconocido mesón, son muchos los negocios que han visto cómo los turistas cambiaban de acera o de ruta para evitarse las molestias, el ruido y el polvo que las obras de uno de los pozos de mantenimieno del túnel del AVE han traído a esta otrora bella manzana del Eixample. Los comercios situados en la esquina de Provença y Bruc son los más afectados, pues en ese punto las obras comenzaron en febrero, y seguirán por un año más. En cambio, en la esquina donde se encuentra el De Tapa Madre, y en el tramo cortado de la calle Bruc, la grúa y los depósitos de agua y material que ahí se situaron desde principios de junio ya han comenzado a trasladarse a otra zona caliente de las obras del AVE, en este caso al pozo que ya se construye en Enric Granados con Provença.
«Hemos calculado un 40% menos de facturación, en comparación con el verano anterior», explica Olivella, «además, nos hemos visto obligados a prescindir de cuatro personas, un 30% de nuestra plantilla». Así como ellos, otros negocios de los alrededores han sufrido severamente el irremediable paso de las obras del tren de alta velocidad. Para hacer frente a esta situación, así como los del restaurante, muchos han dejado de contratar gente para el verano e incluso han despedido a parte del personal. Otros, han evitado las vacaciones de verano. «Casi ninguno hemos cerrado, pues cualquier venta que podamos hacer es significativa», explica Elena Durá, propietaria de una tienda de artículos de piel en la esquina de Provença y Bruc.
Además de quejarse de la falta de clientes, Durá explica que tienen que pasar un trapo dos veces al día sobre todos los productos, pues el polvo no para de entrar. Y eso que mantiene la puerta cerrada todo el tiempo; aunque la puerta no está cerrada sólo por higiene, sino también por la inseguridad. El 23 de febrero pasado, dos asaltantes entraron en uno de los locales de esa misma esquina, el Bar Joan, y asesinaron a golpes a su octagenaria propietaria y a su hijo. Tras el crimen que conmocionó la zona, los vecinos y comerciantes pactaron una mejor iluminación para esa esquina y mayor presencia policial. A pesar de que el pacto se ha cumplido a raja tabla, los comerciantes como Durá no han recuperado del todo la tranquilidad. «Los asesinatos nos han hecho tener mucho más cuidado. Nos producen una sensación de peligro que antes no teníamos», explica.
Por eso, su puerta permanece cerrada con llave todo el día, aun a riesgo de vender menos. «Yo creo en la puerta abierta, porque así la gente entra más, pero aquí si a mí me pasa algo, nadie me puede ver», explica mientras señala los descomunales contenedores de material que le tapan toda visión. Y como ella, otros locales como la chocolatería Bubó han instalado timbres y cerraduras, y se reservan el derecho de admisión; por lo menos mientras duren las obras, las cuales seguirán en este punto por lo menos hasta dentro de un año.
Sin embargo, los comerciantes no bajan la cabeza y siguen haciendo de todo para sobrevivir y no tirar la toalla. Alargar las rebajas, horarios especiales o cerrar los sábados han sido algunas de las medidas que han tenido que tomar, todo con tal de no cerrar. «Yo llevo cincuenta y pico de años en esto, a estas alturas, ¿a qué me voy a dedicar?», dice la peletera.
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